Buscar este blog

La Vanidad

 "Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir". Honore de Balzac

Hemos visto comportamientos que hemos tachado de vanidosos. Personas con una excesiva confianza y una creencia aparente de tener una capacidad propia y una atracción muy por encima de otras personas y cosas. 

La vanidad es el orgullo basado en cosas vanas. Se caracteriza por comportamientos como la arrogancia, el envanecimiento (no hay nada detrás, mucha apariencia) y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos: su vanidad es mayor que su inteligencia, se dice con frecuencia (los individuos vanidosos son a veces menos inteligentes). 

Son personas que se vanaglorian de lo que hacen, de lo que son, de la imagen que dan; manifiestan con frecuencia engreimiento, petulancia, pedanteria, frivolidad, superficialidad, ambicion; se muestran presumidas, arrogantes, soberbios, materialistas y egoistas. 
Por lo general lo que intentan es engrandecerse ellas mismas para poder tranquilizar esa inseguridad que es simplemente la confirmación de que no hay nada de cierto en esa publicidad gratuita que lanzan constantemente proclamando sus virtudes.


El marcado de la vanidad: La pirámide de Maslow
 La vanidad esta presente en nuestras vidas por doquier. Forma parte de un mecanismo íntimo y universal del ser humano. Maslow, en su famosa teoría de las necesidades, las jerarquizaba en una pirámide donde, tras la satisfacción de las necesidades fisiológicas, de salud y seguridad, situaba las necesidades de pertenencia, de estima y reputación y, finalmente, de autorrealización. La vanidad tiene que ver con los tres últimos niveles. Hay una vanidad de ostentación hacia los demás, pero también hay una vanidad de ostentación hacia uno mismo. La cuestión es que estamos dispuestos a pagar para aumentar la propia vanidad: pagar en forma de trabajo, o pagar dinero.

Los expertos saben, por ejemplo, que las mercancías lujosas no pueden ser baratas. Joyas, perfumes, servicios sofisticados son valorados si son caros. No por disminuir su precio aumentará su demanda, al contrario. Este tipo de mercancías son ejemplos claros de la gestión de la vanidad, en este caso del primer tipo de vanidad, la vanidad como ostentación hacia los demás. Ostentación que no es más que un símbolo de riqueza para provocar el reconocimiento de los demás.

En la caracterización de los mecanismos de la vanidad, hay una regla universal: hay poca disposición a reconocer las ideas de los demás, y en cambio se puede estar dispuesto a pagar mucho (el precio es un simple sistema de medicion de esfuerzos y tiempo) para alcanzar el reconocimiento de las propias ideas o imagen.


La Vanidad y "el Ego"
A veces decimos con frecuencia que tenemos el "Ego" subido. Es la idea de uno mismo subida por encima de la realidad, la máscara, el papel que estamos desempeñando; supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia. Es una expresión de cómo tenemos la vanidad exhacerbada. estamos en una cultura predominante en la que a la inmensa mayoría de las personas no les interesa "lo que es", sino "cómo se ven" o, qué calidad de imagen proyecta. Les interesa la imagen más que la objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar en esa carrera de las apariencias, en el típico afán de 'quién engaña a quién', de cómo lograr mejor impresión. Jugamos a las etiquetas, a las formas sociales y exhibiciones económicas para competir por la imagen social, un combate en el que a los seres humanos no les interesa ser, sino parecer.


EL MANEJO DE LA VANIDAD

La vanidad como hemos dicho es un afán excesivo de ser admirado. Forma parte de las personas que se creen con derecho por sus cualidades, por su posición, por su prestigio a la admiración y al acatamiento de los demás, y lo muestran en sus actitudes y palabras. Y hay personas expertas en manejar también la vanidad de los demás (o al menos a intentarlo). Se dice: Si halagas su vanidad conseguirás de él lo que quieras. Si sale en la foto contribuirá generosamente a cualquier suscripción o causa. Generalmente es un defecto menor que, a veces, hasta resulta gracioso, cuando no se desorbita.  El poder, la gloria y los honores son de naturaleza narcótica y adictiva. Las adulaciones tienen la extraña capacidad de embotar la inteligencia, y son algunos de los graves peligros, no contabilizados, que acechan a las personas que tienen responsabilidades y a la sociedad en su conjunto.
Cuenta Plutarco que, preguntado Bías sobre cuál era el animal más peligroso, respondió : "Si hablas de las bestias, el tirano; si de los animales domésticos, el adulador". En otro lugar escribía :"Los cazadores atrapan las liebres con los perros, pero muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación" Y, Shakespeare: "No hay quien sea enteramente inaccesible a la adulación, porque el hombre mismo que manifieste aborrecerla, en alabándole de esto es adulado con placer suyo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario