ACERCA SE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LA UNESCO
SOBRE DIVERSIDAD CULTURAL
Adoptada por la 31ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO
PARÍS, 2 DE NOVIEMBRE DE 2001
SOBRE DIVERSIDAD CULTURAL
Adoptada por la 31ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO
PARÍS, 2 DE NOVIEMBRE DE 2001
"Reafirma  que la cultura  debe considerarse como el conjunto de  rasgos  distintivos espirituales,  materiales, intelectuales y afectivos  que  caracterizan una sociedad o un grupo  social y que abarcan, además  de  las artes y las letras, estilos de vida,  maneras de vivir juntos,   sistemas de valores, tradiciones y creencias. 
Hace notar  que la cultura  está en el centro de los debates  contemporáneos sobre  identidad, cohesión  social y desarrollo de una  economía fundada en el  conocimiento,
Afirma que el respeto de la diversidad cultural, la tolerancia, el diálogo y la cooperación enmarcados en un clima de confianza y entendimiento mutuos, están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales.
Afirma que el respeto de la diversidad cultural, la tolerancia, el diálogo y la cooperación enmarcados en un clima de confianza y entendimiento mutuos, están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales.
Aspira  a una mayor  solidaridad fundamentada en el  reconocimiento de la  diversidad cultural, en la  conciencia de la unidad  del género humano y  en el fomento de intercambios  culturales.
Considera  que el proceso  de globalización, facilitado por la  rápida evolución  de las tecnologías de la  información y la  comunicación, pese a  constituir un reto para la diversidad  cultural,  genera las condiciones  para un diálogo renovado entre culturas y   civilizaciones."
Ejemplo: Isla de Mauricio
“La riqueza cultural del mundo   reside en la diversidad de sus diálogos”
La Declaración  Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural se  aprobó por unanimidad en  una coyuntura muy singular: acababan de  producirse los acontecimientos del 11  de septiembre de 2001 y la 31ª  reunión de la Conferencia General de la UNESCO  que constituía el primer  gran encuentro de nivel ministerial después de aquel  día aciago. Ello  brindó a los Estados la ocasión de reafirmar su convicción de que  el  diálogo intercultural es el mejor garante de la paz, y de rechazar   categóricamente, la tesis que auguraba un choque inevitable entre las   diferentes culturas y civilizaciones.
   Un instrumento  de esta envergadura es algo primordial para la  comunidad internacional. En él  se eleva la diversidad cultural a la  categoría de “patrimonio común de la  humanidad”, “tan necesaria para el  género humano como la diversidad biológica  para los organismos vivos”,  y se erige su defensa en imperativo ético  indisociable del respeto por  la dignidad individual.
La Declaración aspira a preservar ese tesoro vivo, y por lo tanto renovable, que es la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio estático sino como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad; aspira también a evitar toda tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las diferencias culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La Declaración aspira a preservar ese tesoro vivo, y por lo tanto renovable, que es la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio estático sino como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad; aspira también a evitar toda tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las diferencias culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
   La Declaración insiste en el  hecho de que cada individuo debe  reconocer no sólo la alteridad en todas sus  formas sino también el  carácter plural de su propia identidad dentro de  sociedades igualmente  plurales. Sólo así es posible conservar la diversidad  cultural en su  doble dimensión de proceso evolutivo y fuente de expresión,  creación e  innovación. De esta manera queda superado el debate entre los países   que desean defender los bienes y servicios culturales “que, por ser  portadores  de identidad, valores y sentido, no deben considerarse como  meras  mercancías o bienes de consumo”, y aquellos  que esperaban  fomentar los derechos culturales, pues la Declaración conjuga  esas dos  aspiraciones complementarias poniendo de relieve el nexo causal que  las  une: no puede existir la una sin la otra.
La Declaración, que se acompaña de las grandes líneas de un plan de acción, puede convertirse en una formidable herramienta de desarrollo, capaz de humanizar la globalización. Desde luego, en ella no se prescriben acciones concretas sino que más bien, se formulan orientaciones generales que los Estados Miembros, en colaboración con el sector privado y la sociedad civil, deberán traducir en políticas innovadoras en su contexto particular.
Esta Declaración, que a la mirada autocéntrica fundamentalista contrapone la perspectiva de un mundo más abierto, creativo y democrático, se cuenta desde ahora entre los textos fundadores de una nueva ética que la UNESCO promueve en los albores del siglo XXI.
La Declaración, que se acompaña de las grandes líneas de un plan de acción, puede convertirse en una formidable herramienta de desarrollo, capaz de humanizar la globalización. Desde luego, en ella no se prescriben acciones concretas sino que más bien, se formulan orientaciones generales que los Estados Miembros, en colaboración con el sector privado y la sociedad civil, deberán traducir en políticas innovadoras en su contexto particular.
Esta Declaración, que a la mirada autocéntrica fundamentalista contrapone la perspectiva de un mundo más abierto, creativo y democrático, se cuenta desde ahora entre los textos fundadores de una nueva ética que la UNESCO promueve en los albores del siglo XXI.
Mi  deseo es que algún día adquiera la misma fuerza que tiene la   Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Koichiro Matsuura
 
 
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