Se considera al francés Henry
Beyle Stendhal (1783
– 1842), como el primer escritor en teorizar acerca del amor.
En “Del amor”, el autor muestra las
múltiples fases en las que se va formando y desarrollando el amor-pasión.
La cristalización nacerá del enfrentamiento de
Stendhal con el amor y será debida a su gran sensibilidad e imaginación.
Partimos también de una frustración, la carencia de éxito amoroso, que
determinará la construcción de un mundo irreal pero hecho a la medida de las
aspiraciones de Stendhal. La cristalización se reconoce en él con la
inconfundible señal del amor ascendente: el empalidecimiento de cualquier otro
interés.
Aquí, un capítulo del ensayo:
DEL NACIMIENTO DEL AMOR
He aquí lo que
pasa en el alma:
1: La admiración
Para que la admiración
detone al amor debe pasar de su etapa simple: a la tierna.
2: La expectativa
El admirador se dice: ¡Qué placer
darle y recibir besos, etc...!
La expectativa genera una inquietud
que se fija con un signo de reconocimiento: “una seña, incluso ambigua del
objeto del amor, un testimonio de reconocimiento. Eso basta. Ese segundo
asombro, inestable, vacilante, se transforma de inmediato ante cualquier señal
de esperanza”.
3: La esperanza.
Se estudian las perfecciones; este es
el momento, para el mayor placer físico posible. Los ojos se animan en el
momento de la esperanza; la pasión es tan fuerte, el placer es tan vivo, que se
manifiesta en señales visibles. En esta etapa el amor deja de sostenerse
del vacío, pues la esperanza determina todas las posibilidades que tiene el
deseo de hacerse realidad. En este punto, quien es presa del amor parece
ensimismarse en un mar de signos que esperan intensamente hacerse realidad. Si
se da alguna señal que indique correspondencia por parte de la otra persona, se
detonará el amor.
4: Ha nacido el amor.
Amar es sentir placer en ver, tocar,
sentir con todos los sentidos y lo más cerca posible un objeto amado y que nos
ama.
5: Comienza la primera cristalización.
Nos complacemos en adornar con mil
perfecciones a una mujer de cuyo amor estamos seguros; nos detallamos toda
nuestra felicidad con infinita complacencia. Esto se reduce a exagerar una
prosperidad soberbia que acaba de caernos del cielo, que no conocemos y de cuya
posesión estamos seguros.
Si se deja a la cabeza de un amante
trabajar durante veinticuatro horas, resultará lo siguiente:
En las minas de sal de Salzburgo, se
arroja a las profundidades abandonadas de la mina una rama de árbol despojada
de sus hojas por el invierno; si se saca al cabo de dos o tres meses, está
cubierta de cristales brillantes; las ramillas más diminutas, no más gruesas
que la pata de un pajarillo, aparecen guarnecidas de infinitos diamantes,
trémulos y deslumbradores; imposible reconocer la rama primitiva.
Lo que yo llamo cristalización es la operación del espíritu que en todo suceso y en toda circunstancia descubre nuevas perfecciones del objeto amado.
Lo que yo llamo cristalización es la operación del espíritu que en todo suceso y en toda circunstancia descubre nuevas perfecciones del objeto amado.
Un viajero habla de los bosques de
naranjos de Génova, a orillas del mar, en los días abrasadores de estío; ¡qué
dicha gustar este frescor con ella!
Un amigo nuestro se rompe un brazo en
una cacería; ¡qué delicia recibir los cuidados de una mujer amada! Estar
siempre con ella, viendo incesantemente las manifestaciones de su amor, nos
haría casi olvidar el sufrimiento; y así partimos del brazo roto de nuestro
amigo, para ya no dudar de la angélica bondad de nuestra amada. En una palabra,
basta pensar en una perfección para atribuírsela a la mujer amada.
Este fenómeno que yo me permito
llamar cristalización viene de la naturaleza que nos ordena el placer y nos
envía la sangre al cerebro, del sentimiento de que los placeres aumentan con
las perfecciones del ser amado y de la idea de que este me pertenece. El
salvaje no tiene tiempo de ir más allá del primer paso. Siente el placer, pero
la actividad del cerebro se emplea en seguir al ciervo que huye por el bosque y
con cuya carne tendrá que reparar sus fuerzas enseguida, so pena de caer bajo
el hacha del enemigo.
En el otro extremo de la
civilización, no dudo que una mujer sensible llegara al punto de no hallar el
placer físico sino con el hombre a quien ama. Es lo contrario del salvaje. En
los pueblos civilizados, la mujer dispone de tiempo y de ocio, mientras que al
salvaje le apremian de tan cerca sus ocupaciones, que se ve obligado a tratar a
su hembra como a una bestia de carga. Si las hembras de muchos animales son más
afortunadas, es porque la subsistencia de los machos está más segura.
Pero dejemos las selvas para volver a
París. Un hombre apasionado ve en la mujer amada todas las perfecciones; sin
embargo, la atención puede estar distraída aún, pues el alma se cansa de todo
uniforme, incluso de la felicidad perfecta.
He aquí lo que viene a fijar la
atención:
6: Nace la duda.
Después de que diez o doce miradas (o
cualquier otra serie de actos que lo mismo pueden durar un momento que varios
días), han sugerido primero y después confirmado las esperanzas, el amante,
vuelto de su primer asombro y ya acostumbrado a su felicidad, o guiado por la
teoría que, siempre basada en los casos más frecuentes, solo debe ocuparse de
las mujeres fáciles; después, digo, de estos preliminares, el amante, pide
seguridades más positivas y quiere progresar en su felicidad.
Se le opone la indiferencia, la
frialdad o hasta la ira, si se muestra demasiado seguro; en Francia, un matiz
de ironía que parece decir: “Se cree más adelantado de lo que está”. Una mujer
se conduce así, ya porque despierte de un momento de embriaguez y obedezca al
pudor, ya simplemente por prudencia y por coquetería.
El amante llega a dudar de la
felicidad que se prometía, y se torna severo sobre los motivos de esperanza que
había creído ver.
Intenta desquitarse con los otros placeres de la vida, y los encuentra nulos. Le sobrecoge el temor de una horrible desgracia, y se concentra en una profunda atención.
Intenta desquitarse con los otros placeres de la vida, y los encuentra nulos. Le sobrecoge el temor de una horrible desgracia, y se concentra en una profunda atención.
7: Segunda cristalización.
Entonces comienza la segunda
cristalización, y los diamantes que esta produce son confirmaciones de esta
idea:
Me ama
Me ama
La noche siguiente al nacimiento de
las dudas, y después de un momento de sufrimiento atroz, el amante se dice cada
cuarto de hora: “Sí, me ama.” Y la cristalización se orienta a descubrir nuevos
encantos. Después, se apoderan de él la duda y el mirar extraviado y le hacen
detenerse sobresaltado. El pecho se olvida de respirar, y el enamorado se dice:
“Pero, ¿me ama” En medio de estas alternativas desgarradoras y deliciosas, el
pobre amante siente vivamente: me dará deleites que solo ella en el mundo puede
darme.
Precisamente la evidencia de esta
verdad, este caminar al borde mismo de un horrendo precipicio mientras se toca
con la mano la ventura perfecta, es lo que da tanta superioridad a la segunda
cristalización sobre la primera.
El amante deambula.
1: Mi amada tiene todas las
perfecciones.
2: Me ama.
3: ¿Qué hacer para conseguir de ella
la mayor prueba de amor posible?
El momento más desgarrador del amor
joven aún, es aquel en que este se da cuenta de que ha hecho un razonamiento
falso y hay que destruir toda una cara de la cristalización.
Se empieza a dudar de la
cristalización misma…
Cuando todo se acaba, efectivamente
algo dentro de nosotros se rompe, y duele. Quizá sea aquel montón de cristales
que se habían formado y que se hicieron añicos, cortándonos el interior; de
cualquier forma, es mejor cargar con algunos fragmentos, que jamás haber
cristalizado.
Buscar una
segunda cristalizacion tiende a magnificar los sentimientos anteriores a modo
de una motivacion añadida. Es lo que comunmente se llama tira y afloja. El
desafio es que no se rompa la cuerda y si esto no sucede el resultado es el
fortalecimiento que resulta fundamental. El constituye un medio habitual para
poder llegar a los estadios superiores. Todo el ciclo es en buena parte un
juego al mmodo que podria jugar un niño y la partida sera mejor o peor en parte
dependiendo de la habilidad de los jugadores.
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