La piel es lo más profundo que tenemos. Las caricias, besos, mimos y frases cariñosas de los seres queridos construyen una memoria muy valiosa. También la brinda la naturaleza: los pies sobre la hierba o la arena, la caricia del agua. Nos relajan, generan paz interior, alegría y nos remiten a la esencia de la vida.
El sistema nervioso humano se forma por capas superpuestas. El tronco cerebral se asemeja al encéfalo del reptil y controla los instintos. Con el mamífero y la procreación vía parto surgieron los afectos y se agregó la capa que procesa las emociones.
El hombre sumó el cerebro racional en la corteza -el lenguaje verbal y el pensamiento-
El cerebro humano no es preciso como la mano, que sustituyó a la garra del animal.
El cerebro debe armonizar esas capas, cuando entran en conflicto. El animal nace perfecto el hombre no. Esa debilidad será la fortaleza que le brindará luego la oportunidad de convertir el instinto en la libre elección de su futuro. Para eso tiene un espacio no programado, una página en blanco a completar con la experiencia.
Breve historia del cerebro.
En los orígenes se vivía de la caza. Descifrar las huellas del animal fue el antecedente necesario para la creación del alfabeto, implicaba un diagnóstico y un pronóstico. El gesto más antiguo del intelecto es el cazador agachado en el barro examinando las huellas de su presa.
En el siglo XVII, la ciencia de Galileo incorporó las mediciones y la repetición de los sucesos. El físico Galileano fue insensible al lenguaje del tacto, a los olores y sabores. Pero el médico siguió usando el método artesanal para explorar a su paciente. Cuando las causas no son reproducibles deben deducirse de sus efectos.
No se aprende el oficio de conocedor.
La intuición sintetiza al instante el proceso racional, mostrando la estrecha relación entre el hombre y las otras especies.
Con la bipedestación las manos transfirieron el 100 % de la locomoción a las piernas y se dedicaron tomar el alimento. Entonces el rostro se aplanó. En posición erecta el cerebro creció. Lejos de la tierra la cabeza fue el símbolo intelectual y los ojos su instrumento. Se produjo una división entre lo sensorial y lo intelectual.
El abdomen quedó ligado a la naturaleza. El estómago percibe mediante sensaciones.
En el cerebro se formaron los hemisferios. El hemisferio izquierdo se hizo dominante y a las partes que controla, como a la mano derecha, se asociaron virtudes morales en frases como andar por derecha. Se asentaron en él las destrezas de pensamiento, análisis, objetividad y en el derecho el sentimiento, la intuición, la perspicacia, la creatividad, la subjetividad, la capacidad de gesticular y la analogía.
De la mano al cerebro.
La vinculación mano-cerebro se reforzó con la escritura, lo escrito queda, las palabras se las lleva el viento. El estudio grafológico de la firma en un documento muestra como escribir implica un compromiso. Cada mano cuenta una historia y la escritura permite fijar lo que se piensa, repasarlo y crear una huella en la memoria. Si grabamos pensamientos positivos en la mente aprovechamos su capacidad autosugestiva, que le permite transformar en acto todo lo que decide aceptar.
El movimiento espontáneo de la mano iluminada por un pensamiento motoriza una cualidad a desarrollar y su repetición continua permite orientar al inconsciente y ser guiado por él. La apertura hacia las profundidades conecta a la totalidad del ser con el inconsciente cósmico. Lo que se escribe hace crecer lo que se quiere ser.
El lenguaje del cuerpo.
¿Vale un gesto más que mil palabras? Parece que sí. Los humanos nos comunicamos consciente e inconscientemente. El 93% del significado procede de lo no verbal -el 58% a los gestos, el 35% del tono de la voz y sólo el 7% de las palabras-. La comunicación no verbal incluye la Kinésica - gestos, posturas y movimientos-. Proxémica: - lugar y distancia-. A veces, una persona nos cae mal cuando invade nuestro espacio. Paralenguaje: Es el modo de transmitir las palabras.
El lenguaje del tacto.
Científicos de la Universidad DePauw, reclutaron estudiantes, para que sean tocados o toquen a un desconocido, para comunicar enojo, temor, felicidad, tristeza, disgusto, amor, gratitud o simpatía.
No podían ver quién los tocaba, el que debía transmitir alguna emoción en silencio. Se le pidió que detectaran esa emoción con una 9na opción -ninguna-, para no forzar sus elecciones. El éxito osciló entre el 50 y el 78%, parecido al que se observa en estudios sobre emociones verbales y faciales.
Registraron un complejo vocabulario del lenguaje del tacto: una sacudida, un masaje, una palmada o un apretón; cambios en la presión; variaciones en la velocidad, diferentes lugares y duraciones del contacto.
Tócame que me gusta.
Si bien el hombre nació con la palabra, conserva los rasgos de su pasado animal. Desde bebé se comunica con el llanto o con la risa, sin contacto físico no puede transmitir sus emociones. Al crecer predomina el lenguaje oral que no refleja el contenido emocional. Un gesto, el tono de voz, un beso, denotan mejor el estado anímico que cualquier palabra. Para lanzar una mirada que mata no se precisa abrir la boca. Pero el tacto se reprime, pese a que tocar y ser tocado es una necesidad y un placer que ayuda a construir la personalidad. Caricias y besos son comunicadores por excelencia. Quienes no los reciben desde chicos suelen ser distantes y fríos.
Son las normas sociales las que reglan el repertorio de conductas admitidas. Con los niños nos permitimos gestos tiernos aunque por otro lado existe el temor al abuso. El arte de tocar permite distinguir los toques tiernos, curativos, de consuelo o amorosos.
El amor no sólo debe ser sabido, debe ser sentido. El toque de la piel complementa y ratifica a la palabra. Así el todo resultante supera a la suma de las partes.
Contactos con tacto. Son los pequeños detalles los que provocan grandes resultados. Comprender esto significa jerarquizarlos, aunque la torpeza es el rasgo dominante.
Los momentos más intensos se viven con el cuerpo, que es el único modo de estar físicamente con el otro. Tocar es interactuar, vivir concientemente la presencia del entorno. La visión nos permite contemplar, pero no garantiza la existencia.
Hasta la memoria es sensible a la experiencia: recordamos el 5% de lo que oímos, el 20% de lo que vemos y el 90% de lo que hacemos. Para lograrlo debemos desarrollar una escucha y una mirada que toquen y que conviertan la percepción en acto.
Lo que aparece casualmente, puede generar cambios importantes. Un gesto, un beso robado, un leve contacto de piel, pesan más que las pesadas tertulias. Hoy que la multimedia nos bombardea, el tacto nos acerca y libera nuestro mundo interior.
El órgano que mejor habla. ¿Qué atrapan más: los ojos bonitos o una mirada que acaricia? ¿Las manos bellas o cómo acarician? ¿un perfume o la sutileza de su olor? ¿Una voz vigorosa o el tono adecuado y la elección de las palabras?
Es importante elegir el cómo y el cuándo, así el otro recibirá información de nosotros y su respuesta nos transmitirá la suya. El tacto en nuestra mirada es la primera caricia. Debe ser suave, no invasora, no fija, porque así intimida. Como en un diálogo, los ojos deben darse permiso para acariciarse mutuamente, abriendo las puertas a la intimidad.
El lenguaje Braile.
Para un tímido, el tacto puede ser como el lenguaje Braile para el ciego. Siempre que tocamos a alguien, ambos nos leemos. Debemos agregar el tacto a los sentidos que empleamos, especialmente la piel, la caricia, el abrazo y el beso.
Tengamos a mano el efecto cuerpo a cuerpo en lugar de la comunicación distante del teléfono móvil, Internet o TV. El estrés psicológico y físico que se nota en una sociedad cada vez más alienada es el grito de nuestro cuerpo reclamando el retorno de una inteligencia arcaica, y profunda, que satisfaga la necesidad de encuentro.
Si valoras al otro, al tocarlo, sentirás como si tocaras un piano al que afinas y al mismo tiempo te afina. Hoy el tacto genera miedo y su lenguaje ha sido olvidado. En el abrazo tu alma entera entra en el cuerpo del otro, lo penetra, y relaja sus zonas profundas.
Es el juego más divertido del mundo. Acariciarnos estimula las endorfinas que hacen soportar el dolor y brindan una profunda sensación de bienestar.
El significado de la caricia abre la puerta del placer: el pelo se eriza, el escalofrío aparece y la emoción se despliega. Una caricia es el único medio para expresar lo innombrable, porque habla antes de manifestarse y está presente desde la intención.
Por es al incluir la caricia en nuestro alfabeto comunicativo y emocional podremos comunicarnos mejor con los que amamos. La respuesta está en nuestras manos. No hay fuerza más potente que el amor y el roce de una piel, ni nada más hermoso que sentir su sabor corriendo por las venas. Como dijo Osho: “El arte puede crear belleza, la ciencia puede descubrir la verdad objetiva y la conciencia puede descubrir la realidad subjetiva. Y juntas pueden hacer completo cualquier sistema de educación.”
Dr. Horacio Alberto Krell. CEO de Ilvem. Contador Público y Licenciado en Administración UBA. horaciokrell@ilvem.com
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