Hoy 2 de octubre se conmemora el 140 aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, el mayor exponente de la resistencia no-violenta y un convencido propagador de los principios de la autogestión comunitaria y del federalismo libertario. A fines de 1940 Gandhi escribió una carta dirigida a Hitler con el objetivo de convencerlo para que detuviera la guerra, pero las autoridades británicas impidieron su difusión.
“Quizas las generaciones venideras duden alguna vez de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo”
Albert Einstein
Una de las personalidades más importantes y trascendentes del siglo XX, Gandhi permanece en la memoria colectiva de la Humanidad como símbolo de la acción política y reivindicativa fundamentada en el espiritualismo y en la resistencia pacífica. Mohandas Karamchad era el hijo pequeño de la familia Gandhi. Su padre era un abogado de cierto prestigio casado en cuatro ocasiones. De la última de sus uniones, con Pulitnai, fue fruto el que posteriormente sería denominado “el Mahatma”, alma grande. De su infancia y primera juventud sabemos que no fue aplicado en los estudios y que sentía verdadera devoción y respeto hacia sus padres.
Se trataba de un muchacho tímido, retraído, característica que no abandonará a lo largo de su vida. A los siete años, conforme a la tradición hindú, sus padres concertaron su matrimonio con una niña de su misma edad,
Kasturbai Makanji, con quien se casará al cumplir trece años. Ambos permanecerán unidos durante toda su vida, siendo su reservada esposa el apoyo silencioso de las actividades de Gandhi. A los dieciocho años Gandhi aprobó el examen que le capacitaba para cursar estudios superiores.
Personalmente se inclinaba por la Medicina, pero la opinión de sus familiares era que debía estudiar abogacía, como su padre. Había en su opinión razones para ello: su padre hacía poco que había fallecido, y seguir su carrera era la mejor manera de honrar su memoria; además, un resultaría imposible para un seguidor de Visnu compaginar sus creencias con prácticas médicas como la disección o la cirugía, por más que los fines fueran la curación del paciente.
Así, encaminado al estudio del Derecho, se decidió que el mejor lugar para hacerlo sería Inglaterra. En Londres, Gandhi se esforzó por integrarse en una cultura radicalmente diferente. Se compró varios trajes, tomó clases de baile e incluso aprendió a anudarse la corbata. Sin embargo, lo más importante y decisivo fue la lectura de dos libros que marcarán profundamente su existencia: la Biblia y el Bhagavadgita. Del primero le cautivaron ciertos pasajes en los que se postula el pacifismo a ultranza y la ausencia de respuesta a las agresiones: “a quien te hiere en un mejilla, preséntale también la otra” (Sermón de la Montaña).
Del segundo, libró sagrado del hinduismo, Gandhi extrajo avergonzado -no en vano había tardado veinte años en leerlo- enseñanzas acerca de la moral, la capacidad de esfuerzo y la resistencia tenaz ante la adversidad. Tras graduarse como abogado en 1891, Gandhi regresó a la India para ejercer su profesión, intentándolo en Bombay y Rajkot. Sin embargo, dos problemas de complicada solución se cruzaron en su camino y le hicieron fracasar en su empeño: su profundo retraimiento, que le dificultaba hablar en público, y su ignorancia de las particularidades del derecho hindú.
De todas maneras, extrajo una enseñanza positiva de su experiencia, pues halló que tenía habilidad para redactar escritos jurídicos y reclamaciones. Gracias a esto consiguió empleo como consultor en la empresa Daba Abdulla & Co, que le destinó a su delegación en África del Sur. En este país, la existencia de una gran comunidad hindú era fruto de la emigración en busca de mejores condiciones económicas. Sudáfrica era, como la India, colonia inglesa, aunque en su suelo se observaban fuertes enfrentamientos entre ingleses y boers holandeses.
La situación de la minoría hindú era de marginación y carencia de medios básicos de subsistencia, lo que pronto pudo observar Gandhi. Así, además de al ejercicio de la abogacía, Gandhi se dedicó a la creación de un partido político que aglutinara los intereses de los hindúes y luchara por defenderlos: en 1894 nació el Natal Indian Congress, órgano reivindicativo principal de la minoría hindú en Sudáfrica. Al estallar la guerra entre boers e ingleses, Gandhi tomó partido por los británicos y reclutó voluntarios entre la comunidad hindú para conducir ambulancias que atendieran a los heridos. Sin duda en su decisión pesaron sus creencias y su educación en valores como la caridad y la ayuda al prójimo, así como el hecho de considerarse miembro del Imperio Británico.
No en vano, Gandhi vestía a la inglesa, gozaba de altos ingresos y residía en una de las zonas más cotizadas de Durban. También en Sudáfrica ocurrieron otros acontecimientos fundamentales para la vida de Gandhi, como lo fue la lectura de textos cuyas enseñanzas calarían hondo en su manera de pensar y actuar. Gracias a la influencia de los textos de John Ruskin, Gandhi pasó a valorar en primer término el trabajo manual, es decir, lo conseguido por uno mismo mediante su propio esfuerzo; de Henry David Thoreau
extrajo el concepto de desobediencia civil como modo de lucha y resistencia del individuo frente a la injusticia de las instituciones; por último, recibió la influencia del pensamiento de Tolstoi (en la foto), valorando el anarquismo pacífico como una opción transformadora de la realidad social. La síntesis resultante fue una doctrina original en su conjunto, que no en todos sus componentes, elaborada por Gandhi utilizando todas las influencias recibidas.
Dos principios propios de la mística hindú fueron la base de su sistema de pensamiento: la “satyagraha”, “fuerza de la verdad”, del que deriva el concepto de resistencia pasiva, y la “ahimsa”, “no violencia”. El primero supone la búsqueda de la verdad como camino de rectitud y virtud; es, por tanto, una acción, por más que su componente sea físicamente pasivo: resistencia, vigor y fe son creencias que tienen su reflejo en los actos individuales. El segundo, la “no violencia”, deriva de la “satyagraha”, y es su consecuencia directa: la fuerza de la verdad hará que se imponga por sí misma, no mediante la violencia; por ello, el daño que nos es infligido no ha de obtener una respuesta violenta por nuestra parte, sino la confirmación de nuestra posición a modo de resistencia. En 1906, los principios teóricos comenzaron a tener visos de practicidad.
Una orden del gobierno británico obligaba a censar a todos los asiáticos en un registro aparte, debiéndoles ser tomadas las huellas dactilares de los diez dedos de las manos. Inmediatamente, Gandhi respondió con la resistencia pasiva, lo que produjo su entrada en prisión junto con ciento cincuenta de sus seguidores. Se producía así el acto inicial de un camino de lucha contra la opresión que se desarrollará a lo largo de toda su vida. Cuatro años más tarde decide poner en práctica sus principios de austeridad y espiritualidad. Así, renuncia a su profesión de abogado y a todos sus bienes y crea una comunidad autosuficiente que denominó Granja Tolstoi.
En ella se postulaba el trabajo individual en beneficio de la comunidad y la reducción de lo considerado superfluo y accesorio, como la ostentación en la vestimenta o en la alimentación. El principio fundamental era que cada individuo pudiera crear con sus propias manos todo aquello cuanto le fuera necesario, siendo lo demás considerado banal. Además, se hacía obligatorio el trabajo a diario en los cultivos y la asistencia a las ceremonias religiosas correspondientes a las creencias de cada integrante del grupo. Con motivo de la Primera Guerra Mundial, Gandhi se propuso extender sus creencias a su propio país. Fue recibido con todos los honores, pues su fama de hombre sabio y espiritual le precedía allá por donde fuera. Tagore (en la foto) le impuso el sobrenombre de el “Mahatma”, alma grande”, y para los hindúes se había convertido en un guía espiritual, un “karmayogui”, es decir, una persona rodeada de santidad y despendedora de bondades.
En 1915 fundó una comunidad parecida a la de Durban, la Ahmadabad el Sabarmati-Ashram, desde donde irradió toda su doctrina por la India. Pronto, su pensamiento y modo de vida fueron tomados como ejemplo de lucha contra el Imperialismo británico. Dolido por las condiciones de miseria en que debían vivir sus compatriotas, Gandhi llevó sus actos aun hasta mayores extremos: eliminó cualquier atisbo de ostentación de sus ropas y se alimentó con lo estrictamente necesario.
Igualmente, rechazó sus antiguas convicciones occidentales y asumió su propia cultura hindú, en la creencia de que la opresión británica no sólo empobrecía la economía del pueblo hindú sino también sus almas. Acabada la Primera Guerra Mundial, Gandhi se aproximó en sus objetivos al nacionalista Partido del Congreso, organizando una campaña de desobediencia civil en 1919, protestando por el mantenimiento del estado de excepción una vez finalizado el conflicto bélico.
Así, los hindúes fueron llamados a no pagar impuestos, no participar en actos públicos y no consumir productos ingleses. Su prestigio como hombre sabio y desinteresado se acrecentaba día a día, contándose ya por millones sus seguidores. En consecuencia, sus consignas tenían un peso fundamental y en nada desdeñable. La respuesta británica se produjo en forma de juicio en 1922, tras el que fue condenado a seis años de prisión. No los cumplió, pues fue excarcelado por motivos de salud, pasando desde ese momento a dirigir al Partido del Congreso. La fuerza política de Ghandi se acrecentó aun más con motivo de la “marcha de la sal”, organizada para romper simbólicamente el monopolio británico sobre este producto.
En ella, Gandhi y miles de seguidores caminaron hasta el mar para recoger un puñado de sal. Nuevamente pasó por la cárcel, lo que demostraba su peso en la sociedad hindú y el temor que procuraba a los británicos. Pero también se hacía patente que se trataba de una figura de referencia, con quien los administradores coloniales deberían dialogar para lograr la normalización de la India. Así, fue liberado en 1931 para poder participar en la Round Table Conference de Londres, reunión en la que se trató la independencia de la India.
El fracaso de la negociación propició que Gandhi fuera nuevamente encarcelado a su vuelta. Desde la cárcel comenzó una serie de huelgas de hambre, en protesta por los malos tratos infligidos a los parias o intocables, tenidos por impuros, por parte del resto de la comunidad hindú. Con su esfuerzo logró en 1932 que se firmara el pacto de Yeravda, mediante el cual los parias fueron admitidos a participar en los comicios electorales, si bien su situación de marginación, fruto de la sociedad de castas, aún permanece en buena medida. Otro punto de inflexión en el proceso de independencia de la India se produjo con motivo de la II Guerra Mundial. Los británicos ignoraron a la comunidad hindú, embarcándola en una guerra extraña y lejana. En consecuencia, Gandhi y el Partido del Congreso extremaron sus posturas y su campaña de desobediencia, negándose a participar en cualquier actividad relacionada con la guerra y exigiendo la independencia del país.
Preocupado por un conflicto que resultaría desastroso para la Humanidad, Gandhi solicitó por carta a Hitler que parara las acciones bélicas, lo que evidentemente fue desoído por el dictador alemán. Sus protestas le llevaron a la cárcel en 1942, junto con su esposa y dirigentes del Partido. En prisión, no comió durante 21 días. Su esposa murió, encarcelada, un año más tarde, mientras que Gandhi fue liberado en 1944. Finalizada la guerra, Gran Bretaña planeaba dividir a su colonia en dos partes, la India y Pakistán, a lo que Gandhi se opuso.
El proyecto británico planeaba la creación de dos países en virtud de las religiones predominante en cada uno de ellos, la hindú en la India y la musulmana en Pakistán. Con motivo de la decisión, se produjeron fuertes enfrentamientos entre ambas comunidades. Sin embargo, Gandhi no pudo evitar la decisión del Primer Ministro Atlee, lo que le supuso una fuerte decepción, pues siempre había soñado con una India unida en la que tuviesen cabida todas las religiones conviviendo pacíficamente.
El 15 de agosto de 1947 la India y Pakistán son declarados independientes del Imperio Británico. Un año más tarde, tras cenar con el primer jefe de gobierno hindú, Nehru, se retiró a orar junto con dos de sus seguidores. Una multitud le esperaba congregada en el jardín de la Birla House, deseosa de ver y tocar al Mahatma. Entre ella estaba Hathuram Godse, un fanático religioso que acusaba a Gandhi de traidor por propugnar la convivencia con los musulmanes. Era el 30 de enero de 1948, y Godse le disparó tres tiros a quemarropa. Gandhi se sintió morir, pero aun tuvo tiempo de perdonar a su asesino.
ALGUNAS DE SUS CITAS MAS CONOCIDAS
Lo que se obtiene con violencia sólo se puede mantener con violencia.
La violencia es el miedo a los ideales de los demás.
La humanidad no puede librarse de la violencia por medio de más violencia.
No me gusta la palabra tolerancia pero no encuentro otra mejor.
Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena.
La verdad jamás daña a una causa justa.
Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en èl.
Un país, un civilización se puede juzgar por la forma en que trata a los animales.
Los medios impuros desembocan en fines impuros.
La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo.
¿Que otro libro se puede estudiar mejor que la Humanidad?La muerte no es mas que un sueño y un olvido.Todo lo que se come sin necesidad se roba al estomago de los pobres.Los grilletes de oro son muchos peor que los de hierro.Soy un soñador práctico, quiero convertir mis sueños en realidad.El que retiene algo que no necesita es igual al ladrón.Casi todo lo que realicé es una insignificancia, pero es muy importante que lo haga.El capital no es un mal en sí mismo, el mal radica en el mal uso.Para una persona no violenta, todo el mundo es su familia.
CARTA DE GANDHI A HITLER
Algunos amigos me han instado a escribirle en nombre de la humanidad. Pero me he resistido a su petición, porque me parecía que una carta mía sería una impertinencia. Con todo, algo me dice que no tengo que calcular, y tengo que hacer mi llamamiento por todo lo que merezca la pena.
Está muy claro que es usted hoy la única persona en el mundo que puede impedir una guerra que podría reducir a la humanidad al estado salvaje. ¿Tiene usted que pagar ese precio por un objetivo, por muy digno que pueda parecerle? ¿Querrá escuchar el llamamiento de una persona que ha evitado deliberadamente el método de la guerra, no sin considerable éxito? De todos modos, cuento de antemano con su perdón si he cometido un error al escribirle.
Yo no tengo enemigos. Mi ocupación en la vida durante los últimos treinta y tres años ha sido ganarme la amistad de toda la humanidad fraternizando con los seres humanos, sin tener en cuenta la raza, el color o la religión.
Espero que tenga usted el tiempo y el deseo de saber cómo considera sus actos una buena parte de la humanidad que vive bajo la influencia de esa doctrina de la amistad universal. Sus escritos y pronunciamientos y los de sus amigos y admiradores no dejan lugar a dudas de que muchos de sus actos son monstruosos e impropios de la dignidad humana, especialmente en la estimación de personas que, como yo, creen en la amistad universal. Me refiero a actos como la humillación de Checoslovaquia, la violación de Polonia y el hundimiento de Dinamarca. Soy consciente de que su visión de la vida considera virtuosos tales actos de expoliación. Pero desde la infancia se nos ha enseñado a verlos como actos degradantes para la humanidad. Por eso no podemos desear el éxito de sus armas.
Pero la nuestra es una posición única. Resistimos al imperialismo británico no menos que al nazismo. Si hay alguna diferencia, será muy pequeña. Una quinta parte de la raza humana ha sido aplastada bajo la bota británica empleando medios que no superan el menor examen. Ahora bien, nuestra resistencia no significa daño para el pueblo británico. Tratamos de convertirlos, no de derrotarlos en el campo de batalla. La nuestra es una rebelión no armada contra el gobierno británico. Pero los convirtamos o no, estamos totalmente decididos a conseguir que su gobierno sea imposible mediante la no colaboración no violenta. Es un método invencible por naturaleza. Se basa en el conocimiento de que ningún expoliador puede lograr sus fines sin un cierto grado de colaboración, voluntaria u obligatoria, por parte de la víctima. Nuestros gobernantes pueden poseer nuestra tierra y nuestros cuerpos, pero no nuestras almas. Pueden tener lo primero sólo si destruyen por completo a todos los indios: hombres, mujeres y niños. Es cierto que no todos podrán llegar a tal grado de heroísmo, y que una buena dosis de temor puede doblegar la revolución; pero eso es irrelevante. Pues si en la India hay un número suficiente de hombres y mujeres que están dispuestos, sin ninguna mala voluntad contra los expoliadores, a entregar sus vidas antes que doblar la rodilla ante ellos, habrán mostrado el camino hacia la libertad de la tiranía de la violencia. Le pido que me crea cuando digo que encontrará usted un inesperado número de tales hombres y mujeres en la India. Durante los últimos veinte años han estado formándose para ello.
Durante el último medio siglo hemos estado intentando liberarnos del gobierno británico. El movimiento por la independencia no ha sido nunca tan fuerte como ahora. El Congreso Nacional Indio, que es la organización política más poderosa, está tratando de conseguir este fin. Hemos logrado un éxito muy apreciable por medio del esfuerzo no violento. Estamos buscando los medios correctos para combatir la violencia más organizada en el mundo, representada por el poder británico. Usted le ha desafiado. Ahora queda por ver cuál es el mejor organizado: el alemán o el británico. Sabemos lo que la bota británica significa para nosotros y las razas no europeas del mundo. Pero nunca desearíamos poner fin al gobierno británico con la ayuda de Alemania. En la no violencia hemos encontrado una fuerza que, si está organizada, sin duda alguna puede enfrentarse a una combinación de todas las fuerzas más violentas del mundo. En la técnica no violenta, como he dicho, no existe la derrota. Todo es «Vencer o morir» sin matar ni hacer daño. Se puede usar prácticamente sin dinero y, claro está, sin la ayuda de la ciencia de la destrucción que tanto han perfeccionado ustedes.
Me asombra que no perciba usted que esa ciencia no es monopolio de nadie. Si no son los ingleses, será otra potencia la que ciertamente mejorará el método y le vencerá con sus propias armas. Además, no está dejando a su pueblo un legado del que pueda sentirse orgulloso, pues no podrá sentirse orgulloso de recitar una larga lista de crueldades, por muy hábilmente que hayan sido planeadas.
Por consiguiente, apelo a usted, en nombre de la humanidad, para que detenga la guerra. No perderá nada si pone todos los asuntos en litigio entre usted y Gran Bretaña en manos de un tribunal internacional elegido de común acuerdo. Si tiene éxito en la guerra, ello no probará que usted tenía razón. Sólo probará que su poder de destrucción era mayor. Por el contrario, una sentencia de un tribunal imparcial mostrará, en la medida en que es humanamente posible, cuál de las partes tenía razón.
Sabe que, no hace mucho tiempo, hice un llamamiento a todos los ingleses para que aceptaran mi método de resistencia no violenta. Lo hice porque los ingleses saben que soy un amigo, pese a ser un rebelde. Soy un desconocido para usted y para su pueblo. No tengo coraje suficiente para hacerle el llamamiento que hice a todos los ingleses, aunque se aplica con la misma fuerza a usted que a los británicos.
Durante esta estación, cuando los corazones de los pueblos de Europa ansían la paz, hemos suspendido incluso nuestra pacífica lucha. ¿Es demasiado pedir que haga un esfuerzo por la paz en un tiempo que tal vez no signifique nada para usted personalmente, pero que tiene que significar mucho para los millones de europeos cuyo mudo grito de paz oigo, pues mis oídos pueden escuchar la voz de millones de personas mudas?
24 de diciembre de 1940.
El gobierno británico no permitió que esta carta fuera enviada ni se hiciera pública.
Del Libro Mi vida es mi mensaje Gandhi. Edición de John Dear.
Fuente: Planeta Sedna
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