Las neurociencias se han interesado por aspectos de
la vida humana que ciertas tradiciones consideraban ajenas y distantes
de la ciencia. Una de estas es la moral. Los llamados “valores” se
traducen en hechos concretos que pueden ser abordados y comprendidos
científicamente.
El libro The moral landscape (El paisaje
moral), del neurocientífico estadounidense Sam Harris, plantea una
hipótesis que sintetiza esta cuestión. Allí parte de la simple premisa
de que el bienestar depende sustancialmente de los acontecimientos en el
mundo y de los estados del cerebro humano. Consecuentemente, deben
existir verdades científicas ligadas a esto que son posibles conocer y, a
través de ellas, hacer distinciones entre las diferentes maneras de
vivir en sociedad. El “paisaje moral” es un espacio de resultados reales
y potenciales cuyos picos corresponden al máximo de bienestar y cuyos
valles representan el sufrimiento profundo. Distintos modos de pensar y
comportarse se traducen en movimientos y recorridos a través de este
paisaje hipotético. La idea de paisaje permite pensar también que no
existe una sola opción o un único camino para la superación de cada
dilema moral.
Más allá de esta u otras investigaciones, una comprensión más
detallada de las cuestiones morales nos permite distinguir entre
diferentes maneras de vivir en sociedad, y nos da la posibilidad de
juzgar las acciones como mejores o peores, como más o menos éticas.
Nuestras emociones, interacciones sociales e intuiciones morales
están influenciadas unas por otras. Crecemos en sintonía con los demás
seres humanos a través de estos sistemas, y en ese proceso creamos
cultura. La cultura se convierte así en un mecanismo para promover el
desarrollo social, emocional y moral. Y no hay duda de que el cerebro
humano es el nexo entre estas influencias. Las normas culturales modulan
nuestro pensamiento y conducta al alterar la estructura y función de
nuestro cerebro. Es por eso que el conocimiento y los valores humanos no
pueden estar separados.
Es importante dar cuenta de que estos abordajes hacen hincapié en
aspectos descriptivos y no en preceptivos, de cómo nos comportamos los
seres humanos más que en cómo debemos comportarnos. Pero sabemos que
conocer nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos y también unos
a otros. Y actuar en consecuencia.
Autor: Facundo Manes
Fuente: La Nacion
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