Bienvenidos a mi blog y muchas gracias por su visita! Este es un espacio donde comparto lo que me gusta y lo que otros amablemente compartieron conmigo a modo de archivo personal. Refleja mis intereses, mi forma de pensar y sentir a través de los años desde que nació esta página. Espero que disfruten su estadia! Mucha suerte y ....... Buen viaje / BUENA VIDA!!
Buscar este blog
Tras 15 años en estado vegetativo, un hombre recupera parcialmente la consciencia
La neuroestimulación remodeló las conexiones cerebrales del paciente, cuya inconsciencia se consideraba irreversible
Lunes 25 de septiembre de 2017
Estuvo postrado durante 15 años y, gracias a una terapia innovadora, logró recuperar parcialmente la conciencia.
Un hombre que llevaba quince años en estado vegetativo recuperó un estado de mínima consciencia después de que un equipo médico le aplicase una técnica de neuroestimulación experimental. La investigación, liderada por el Centro Nacional para la Investigación Científica, de Francia, (CNRS por sus siglas en francés), abre la puerta a la recuperación de pacientes cuyo estado de inconsciencia se considera irreversible.
Un hombre que llevaba quince años en estado vegetativo recuperó un estado de mínima consciencia después de que un equipo médico le aplicase una técnica de neuroestimulación experimental. La investigación, liderada por el Centro Nacional para la Investigación Científica, de Francia, (CNRS por sus siglas en francés), abre la puerta a la recuperación de pacientes cuyo estado de inconsciencia se considera irreversible.
Un accidente de tráfico dañó múltiples conexiones del cerebro del paciente que ha recibido la intervención, y lo dejó en estado vegetativo, una especie de coma en el que los afectados pueden llegar a abrir los ojos y presentar ciclos de sueño y vigilia. Sin embargo, su cerebro permanecía totalmente desconectado del mundo. Tras más de una década en este estado, la probabilidad de que recuperase la consciencia era prácticamente inexistente.
Según publican hoy en una carta en la revista Current Biology, los investigadores estimularon eléctricamente un nervio del paciente, el nervio vago, durante un mes. Tras la neuroestimulación, el hombre, que tiene 35 años, comenzó a reconectarse con el mundo: empezó a seguir objetos con la mirada y a girar la cabeza cuando alguien lo llamaba. Además, si los examinadores se acercaban a su rostro súbitamente, el paciente abría mucho los ojos, como asustado, una respuesta de la que su cerebro era incapaz antes de la estimulación.
Por otra parte, después del mes de estimulación eléctrica en los electroencefalogramas del paciente apareció una señal característica de la consciencia, antes ausente. Los investigadores también detectaron un aumento de la conectividad entre varias áreas del cerebro. Desde entonces, el paciente ha permanecido estable, "lo cual demuestra que se ha conservado lo que ganamos en el primer mes", declara por correo electrónico al medio La Vanguardia Angela Sirigu, investigadora del CNRS y directora del ensayo. "Si hay posibilidades de mejoría más allá del estado de mínima inconsciencia, es algo que deberemos investigar en el próximo año", añade Sirigu.
Los investigadores decidieron estimular el nervio vago del paciente porque conecta el cerebro con otros órganos como el corazón, los pulmones y los intestinos. "El nervio vago tiene muchas conexiones", explica Raúl Pelayo, neurólogo en el Institut Guttmann, que no participó en el estudio. "Y el sistema nervioso es una red. Un estímulo sobre un punto de esa red puede afectar a muchos nodos", aclara en entrevista telefónica a La Vanguardia. Eso explicaría cómo la estimulación de un solo nervio puede provocar cambios en las conexiones de todo el cerebro.
Además, la gran ventaja de esta técnica de neuroestimulación, que actualmente ya se utiliza en algunos casos complicados de epilepsia y depresión, es que tiene un riesgo menor que otros tipos de intervenciones que requieren la implantación de electrodos dentro del cerebro. En este caso, los cirujanos implantaron el electrodo en el tórax, cerca del cuello.
Los investigadores planean ahora poner a prueba el potencial terapéutico de la técnica en un estudio colaborativo con otros centros. "Son resultados muy sorprendentes y estimulantes", dice Raúl Pelayo. "Hay que tener reservas: habrá que demostrar que no fue una casualidad, y eso sólo se puede hacer con un número mucho mayor de pacientes", añade.
"La plasticidad y la capacidad de reparación del cerebro aún son posibles incluso cuando la esperanza parece haber desaparecido", remarca Angela Sirigu en declaraciones a Cell Press, grupo editorial que edita la revista Current Biology. "Este tratamiento puede dar a los pacientes mínimamente conscientes más oportunidades para comunicarse con el mundo exterior".
Fuente: La Nacion
Indefensión aprendida: Una brutal cárcel psicológica
Cuando nos ocurren cosas negativas, nos gusta creer que podemos
cambiarlas, influir en su curso y darles un vuelco positivo. Sin
embargo, no siempre es así, y cuando las personas sienten que no tienen
control sobre lo que les sucede, tienden a renunciar y aceptar su
destino. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, o desesperanza
aprendida, una de las peores cosas que nos pueden ocurrir y de la que
nadie está a salvo.
¿Qué es la indefensión aprendida?
La indefensión aprendida es el convencimiento de que, hagamos lo que
hagamos, no obtendremos un resultado distinto. Es una prisión
psicológica brutal que nos desconecta por completo de la realidad y
bloquea cualquier posibilidad de cambio o liberación. Lo peor de todo es
que ese primer aprendizaje se quedará impreso en nuestro cerebro,
dejando una huella que influirá en la forma de percibirnos a nosotros
mismo y al mundo.
Los primeros estudios sobre la indefensión aprendida se realizaron en
animales. El psicólogo Martin Seligman apreció que cuando estos eran
sometidos continuamente a estímulos negativos y no tenían la posibilidad
de escapar, en cierto punto simplemente dejaban de intentar evitar el
estímulo, se rendían y se comportaban como si estuvieran completamente
indefensos. Lo peor de todo es que cuando se les daba la oportunidad de
escapar no la aprovechaban, porque en el pasado habían aprendido que no
tenían escapatoria.
El cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay refleja exactamente qué es la indefensión aprendida:
“De pequeño me encantaba el circo. Me encantaban los espectáculos con
animales, y el animal que más me fascinaba era el elefante. Me
impresionaban sus dimensiones y su enorme fuerza. Sin embargo, después
de la función, cuando salía de la carpa, me asombraba ver el animal
atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que le
aprisionaba una de las patas. La cadena era gruesa, pero la estaca era
un pequeño trozo de madera clavado a pocos centímetros de profundidad.
Era evidente que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo, podía
tirar de aquel tronco y escapar.
—¿Por qué no la arranca y huye? — pregunté a mis padres.
Me contestaron que era porque estaba amaestrado. La respuesta no me
satisfizo. “Si estaba amaestrado, ¿por qué lo tenían atado?”, le
pregunté a parientes y maestros. Pasó mucho tiempo hasta que alguien muy
sabio me dio una respuesta convincente: “El elefante del circo no se
escapa porque está atado a una estaca parecida desde que era muy
pequeño”.
Entonces me imaginé el elefante recién nacido atado a una estaca.
Seguro que el animal tiró y tiró intentando liberarse. Debía terminar el
día agotado porque aquella estaca era mucho más fuerte que él. Al día
siguiente debía volver a probar sin obtener resultados y al tercer día
igual. Y así hasta que un día terrible el elefante aceptó su impotencia y
se resignó a su destino. Desde entonces, el elefante tenía grabado el
recuerdo de su impotencia. Y lo que es peor, nunca más volvió a
cuestionarse ese recuerdo y no volvió a poner a prueba su fuerza”.
Sin embargo, la indefensión aprendida no es exclusiva del reino animal, a
menudo a las personas nos ocurre lo mismo, por lo que no somos capaces
de percibir y aprovechar las oportunidades de cambio o alivio cuando
estas se presentan. Podemos vivir encadenados a estacas que nos quitan
libertad, sobre todo cuando pensamos que no somos capaces de hacer
determinadas cosas simplemente porque una vez no lo conseguimos. En
aquel momento nos grabamos en la mente el mensaje “no podemos lograrlo”. De hecho, es una situación bastante común en la depresión y en las víctimas de violencia.
¿Por qué somos incapaces de reaccionar ante ciertas situaciones?
Martin Seligman explica que somos incapaces de reaccionar ante
situaciones dolorosas porque en cierto punto del camino y después de
haber intentado cambiar el curso de las cosas sin obtener los resultados
previstos, nos inhibimos y caemos en un estado de pasividad. En otras
palabras, cuando nos sentimos desamparados y creemos que no hay
solución, tiramos la toalla, hasta tal punto que somos incapaces de ver
las oportunidades de cambio que se presentan en nuestro camino. Es como
si nos colocáramos la venda del pasado en los ojos y dejamos que esta
determine nuestro futuro.
De cierta forma, la desesperanza aprendida es una especie de mecanismo
de adaptación psicológica ya que llega un punto en el que las fuerzas
nos abandonan y no somos capaces de seguir procesando tanto dolor y
sufrimiento, de manera que disminuímos el nivel de activación para
conservar los pocos recursos que nos quedan. De hecho, la incapacidad
para reaccionar siempre es el resultado de un profundo deterioro
psicológico.
Los síntomas de la indefensión aprendida
En la indefensión aprendida se afectan cuatro áreas fundamentales:
motivacional, cognitiva, emocional y comportamental, lo cual da lugar a
una serie de pensamientos, sentimientos y comportamientos
característicos.
- La persona ha perdido la motivación para seguir luchando, ha tirado la toalla rindiéndose ante
las circunstancias. En otras palabras, asume el rol y la mentalidad de
la víctima, lo cual se manifiesta a nivel conductual a través de una
profunda apatía.
- La persona no aprende de los errores, cree que no puede hacer
nada para mejorar su situación y asume su destino como inmutable. Los
errores dejan de ser herramientas de crecimiento y se convierten en
demostraciones de la fatalidad.
- La persona se sume en una profunda depresión, desarrolla una
visión pesimista del mundo y de desesperanza, asumiendo que es incapaz
de salir de esa situación. A menudo puede sentirse como hojas movidas
por el viento o marionetas del destino.
- La persona no toma decisiones importantes pues considera que no
puede cambiar el curso de su vida y que no tiene ningún control, como
resultado se encierra en sí misma y sufre pasivamente las
circunstancias.
De hecho, la indefensión aprendida se ha asociado con diferentes trastornos psicológicos, como la depresión, la ansiedad y
las fobias. Por ejemplo, una persona tímida en situaciones sociales
puede empezar a sentir que no puede hacer nada para mejorar sus
síntomas. Esa sensación de falta de control puede conducirla a evitar
las situaciones sociales, lo cual puede empeorar su timidez y
desencadenar una fobia social.
¿En qué contextos se manifiesta la indefensión aprendida?
La desesperanza aprendida se puede apreciar prácticamente en todos los
ámbitos de nuestra vida, desde el profesional hasta el social y el
personal. En el terreno profesional es muy común ya que en muchos
contextos de trabajo se ponen muchas trabas al cambio. Cuando una
persona ha propuesto nuevas ideas y todas han sido rechazadas, termina
adaptándose a su papel y se convierte en un empleado pasivo y
desmotivado.
También se aprecia en el plano personal, sobre todo en aquellas personas
a las que les pusieron muchas limitaciones o etiquetas cuando eran
niños y no les enseñaron a lidiar con los fracasos. Si una persona crece
con la idea de que es incapaz, arrastrará esa idea durante gran parte
de su vida y se convertirá en un lastre para su desarrollo. Por eso,
frases como “ni siquiera lo intentes porque no lo vas a conseguir” o “no eres capaz de nada”
se convierten en una lápida que daña la autoestima y la dignidad. Quien
las ha escuchado durante toda su infancia, no solo le tendrá pavor a
los retos sino que tampoco será capaz de detectar las buenas
oportunidades.
Por supuesto, también ocurre a nivel social, cuando se instaura la
creencia de que hagamos lo que hagamos, nada va a cambiar, de manera que
nos resignamos al sistema político, económico y social. De hecho, el
refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer” refleja a la perfección el concepto de indefensión aprendida.
El multigalardonado vídeo "Wind", del director Robert Lobel, es perfecto
para comprender la indefensión aprendida a nivel social con un toque de
humor. Es importante estar atentos a este tipo de indefensión aprendida
ya que cuando ese sentimiento es compartido por muchas personas,
termina convirtiéndose en un destino nefasto que nadie se cuestiona.
La tolerancia al fracaso nos protege de los sentimientos de desesperanza
Todas las personas no reaccionan de la misma manera ante la adversidad,
hay quienes desarrollan una indefensión aprendida y otras se hacen más
resilientes. La clave radica en los recursos de afrontamiento que seamos
capaces de activar en esos momentos.
Por eso, el propio Seligman defiende la necesidad de fracasar.
Necesitamos sentirnos tristes, enfadados y frustrados. Protegernos de
esas emociones nos vuelve más vulnerables a ellas porque no aprendemos a
perseverar.
La capacidad para ser resilientes se basa, fundamentalmente, en la
confianza en nuestra capacidad para salir airosos de la adversidad, y
solo se desarrolla cuando tenemos la posibilidad de luchar y
convertirnos en los artífices de nuestra vida. Desarrollar un locus de
control interno es fundamental para resistir los peores embates ya que
nos permite ser conscientes de que, aunque las circunstancias influyen,
en última instancia no determinan el rumbo.
Aprender a intervenir en el medio en el que nos desenvolvemos y obtener
resultados, ya sean positivos o no, nos permite comprender que tenemos
cierto grado de control y que las variables externas no siempre son las
máximas responsables de lo que nos ocurre. Después de todo, siempre
podemos elegir la manera en la que reaccionamos ante las situaciones.
La indefensión aprendida no es una sentencia de por vida. Debemos
recordar que nada es eterno, aunque cuando estemos pasando por una mala
racha todo nos resulte gris. El cambio se produce cuando comenzamos a
tomar conciencia, reconstruir la autoestima y encontrar un nuevo sentido
a la vida, de manera que podamos ir recuperando el poder poco a poco.
Fuentes:
Chang, E. C. & Sanna, L. J. (2007)
Affectivity and psychological adjustment across tow adult generations:
Does pessimistic explanatory style still matter? Personality and Individual Differences; 43: 1149–1159.
Garber, J. & Seligman, M.E. (1980) Human Helplessness: Theory and Applications. Nueva York: Academic Press.
Seligman, M.E.; Maier, S.F. & Geer, J. (1968) The alleviation of learned helplessness in dogs. Journal of Abnormal Psychology; 73: 256-262.
Seligman, M. E. & Maier, S. F. (1967) Failure to escape traumatic shock. J Exp Psychol; 74(1): 1-9.
Rincon de Psicologia ¿Se puede pensar la moral desde la ciencia?
Las neurociencias se han interesado por aspectos de
la vida humana que ciertas tradiciones consideraban ajenas y distantes
de la ciencia. Una de estas es la moral. Los llamados “valores” se
traducen en hechos concretos que pueden ser abordados y comprendidos
científicamente.
El libro The moral landscape (El paisaje
moral), del neurocientífico estadounidense Sam Harris, plantea una
hipótesis que sintetiza esta cuestión. Allí parte de la simple premisa
de que el bienestar depende sustancialmente de los acontecimientos en el
mundo y de los estados del cerebro humano. Consecuentemente, deben
existir verdades científicas ligadas a esto que son posibles conocer y, a
través de ellas, hacer distinciones entre las diferentes maneras de
vivir en sociedad. El “paisaje moral” es un espacio de resultados reales
y potenciales cuyos picos corresponden al máximo de bienestar y cuyos
valles representan el sufrimiento profundo. Distintos modos de pensar y
comportarse se traducen en movimientos y recorridos a través de este
paisaje hipotético. La idea de paisaje permite pensar también que no
existe una sola opción o un único camino para la superación de cada
dilema moral.
Más allá de esta u otras investigaciones, una comprensión más
detallada de las cuestiones morales nos permite distinguir entre
diferentes maneras de vivir en sociedad, y nos da la posibilidad de
juzgar las acciones como mejores o peores, como más o menos éticas.
Nuestras emociones, interacciones sociales e intuiciones morales
están influenciadas unas por otras. Crecemos en sintonía con los demás
seres humanos a través de estos sistemas, y en ese proceso creamos
cultura. La cultura se convierte así en un mecanismo para promover el
desarrollo social, emocional y moral. Y no hay duda de que el cerebro
humano es el nexo entre estas influencias. Las normas culturales modulan
nuestro pensamiento y conducta al alterar la estructura y función de
nuestro cerebro. Es por eso que el conocimiento y los valores humanos no
pueden estar separados.
Es importante dar cuenta de que estos abordajes hacen hincapié en
aspectos descriptivos y no en preceptivos, de cómo nos comportamos los
seres humanos más que en cómo debemos comportarnos. Pero sabemos que
conocer nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos y también unos
a otros. Y actuar en consecuencia.
Autor: Facundo Manes
Fuente: La Nacion
Las experiencias en la niñez alteran el ADN para toda la vida
Enfermedades de la edad adulta podrían ser el resultado de acontecimientos que nos dejaron huella en los primeros años.
La infancia es
un período crucial en la vida de cualquier persona, pero para muchos
parece que esas experiencias tempranas podrían cambiar nuestro organismo
incluso hasta a nivel genético. Un equipo de científicos de la
Universidad Northwestern (EE. UU.) ha analizado más de un centenar de
genes asociados a la inflamación, buscando indicios de cambios
epigenéticos. Descubrieron que un
puñado de genes responsables de la regulación de la inflamación se ven
alterados a causa de acontecimientos clave de la infancia,
lo que sugiere que las enfermedades que sufrimos en etapas posteriores
de la vida podrían ser el resultado de los eventos padecidos en nuestros
años formativos.
Los expertos partieron de la hipótesis de que el vínculo entre el entorno infantil y las diferencias en los procesos de inflamación del cuerpo podrían alcanzar también a los propios genes.
Aunque la secuencia de ADN de nuestro genoma está más o menos centrada en la concepción, hemos aprendido con el tiempo que los genes individuales pueden seguir modificándose a través de procesos a los que nos referimos como epigenéticos.
Los expertos partieron de la hipótesis de que el vínculo entre el entorno infantil y las diferencias en los procesos de inflamación del cuerpo podrían alcanzar también a los propios genes.
Aunque la secuencia de ADN de nuestro genoma está más o menos centrada en la concepción, hemos aprendido con el tiempo que los genes individuales pueden seguir modificándose a través de procesos a los que nos referimos como epigenéticos.
Una de las formas más
prominentes de estos procesos epigenéticos es la metilación, que implica
que un grupo metilo (-CH3) se añade a la estructura del ADN de tal
manera que interfiere con su función.
Gracias a la metilación y a otros cambios epigenéticos, hemos llegado a entender que incluso los sutiles fenómenos ambientales pueden tener un impacto en nuestro plan genético.
"Podríamos tener genes en nuestro cuerpo que podrían conducir a algunos resultados adversos de salud, pero si esos genes están silenciados, si están apagados debido a procesos epigenéticos, es algo interesante", comenta Thom McDade, líder del trabajo.
Aunque es relativamente pronto para entender la gama completa de cambios epigenéticos que podemos experimentar, la infancia es claramente una parte importante de la vida que puede establecer procesos biológicos que pueden afectar nuestra salud y bienestar en los siguientes años.
Gracias a la metilación y a otros cambios epigenéticos, hemos llegado a entender que incluso los sutiles fenómenos ambientales pueden tener un impacto en nuestro plan genético.
"Podríamos tener genes en nuestro cuerpo que podrían conducir a algunos resultados adversos de salud, pero si esos genes están silenciados, si están apagados debido a procesos epigenéticos, es algo interesante", comenta Thom McDade, líder del trabajo.
Aunque es relativamente pronto para entender la gama completa de cambios epigenéticos que podemos experimentar, la infancia es claramente una parte importante de la vida que puede establecer procesos biológicos que pueden afectar nuestra salud y bienestar en los siguientes años.
Este
último estudio incluyó una muestra de unos 500 participantes de
Filipinas, e incluyó una serie de datos de principios de los años 80.
Los análisis de sangre revelaron que la
metilación de 9 de los 114 genes asociados a procesos inmunes que
regulan la inflamación, tenían una estrecha relación con varias
variables de la niñez, incluyendo el nivel socioeconómico, la ausencia prolongada de un padre en la infancia e incluso si la persona nació en meses calurosos.
En otras palabras, al identificar ciertas experiencias infantiles, los investigadores podían predecir si uno o más de esos 9 genes de inflamación estarían 'encendidos' o 'apagados'.
Este estudio podría ayudar a explicar la prevalencia de enfermedades cardiovasculares y ciertas enfermedades inflamatorias en comunidades específicas. También se suma al creciente cuerpo de pruebas que ponen de relieve las diversas formas en que los cambios en nuestro sistema inmunológico pueden afectar a la forma en que nuestros cuerpos adultos hacen frente a las enfermedades.
Mientras esperamos nuevos resultados sobre este campo, ahora poseemos más evidencias que refuerzan que lo que nos sucede al principio de nuestra vida puede afectarnos durante el resto de ella.
En otras palabras, al identificar ciertas experiencias infantiles, los investigadores podían predecir si uno o más de esos 9 genes de inflamación estarían 'encendidos' o 'apagados'.
Este estudio podría ayudar a explicar la prevalencia de enfermedades cardiovasculares y ciertas enfermedades inflamatorias en comunidades específicas. También se suma al creciente cuerpo de pruebas que ponen de relieve las diversas formas en que los cambios en nuestro sistema inmunológico pueden afectar a la forma en que nuestros cuerpos adultos hacen frente a las enfermedades.
Mientras esperamos nuevos resultados sobre este campo, ahora poseemos más evidencias que refuerzan que lo que nos sucede al principio de nuestra vida puede afectarnos durante el resto de ella.
Referencia: Social and physical
environments early in development predict DNA methylation of
inflammatory genes in young adulthood. Thomas W. McDade, 7611–7616, 2017
Proceedings of the National Academy of Sciences doi:
10.1073/pnas.1620661114
Por:
Sarah Romero
Fuente: Muy Interesante
Palabras que duelen
"No te van a querer ni los perros", era la frase que ella siempre usaba
para retar a sus hijos cuando se portaban mal. Primero, venía el
pellizcón, y después, como de remate, esta frase punzante, aguda.
Seguramente, si le preguntan, ella los educó con amor. Y en nombre del
amor, dijo frases como estas...
"¿Quién quiere otro choripán?",
preguntó Carlos en el cumple de su hija. Ella estaba festejando sus 19 y
él se había ofrecido de asador. "¿Quién quiere otro choripán?",
insistió. "Vos no, mi amor, que estás muy gorda", fue la frase que
disparó delante de todos sus amigos. Ella se puso roja de vergüenza, un
nudo enorme le cerró la garganta y no comió más. Se levantó despacio y
la soledad de su cuarto adolescente fue el mejor refugio hasta la
madrugada del día siguiente. El padre murió preguntándose qué hizo mal
esa noche.
"Vamos, no seas mariquita", le dijo su profesor de
natación cuando él –que en ese momento tenía 6 años– pidió una toalla al
salir de la pileta porque tenía frío. Y todos sus amigos empezaron a
reírse. "Mariquita, mariquita", le gritaron. Y el profesor, lejos de
hacerlos callar, los alentó. Nunca más volvió a nadar.
"Sos un
elefante dentro de la clase", le dijo su profesora de Dibujo el primer
día del primer año del secundario. Ella venía de un primario impecable,
donde Dibujo era su materia preferida. Y era, para hacer honor a la
verdad, una joven promesa. Ese año, se llevó Dibujo a diciembre. Volvió a
dibujar 28 años después, cuando –terapia mediante– descubrió cuánto la
había inmovilizado esa frase.
El Perito Moreno fue el lugar
elegido para festejar sus 10 años de casados. Caminata por el glaciar,
todos los turistas en hilera para no resbalarse. Ella iba delante; él,
detrás. "Tu culo me tapa todo el sol", fue la frase que eligió él para
hacer un chiste. Y no entendió por qué esa noche ella se encerró en el
baño a llorar.
Son frases que no te matan, pero te marcan para
toda la vida. Frases de mierda. No importa cuántas horas de terapia le
dediques a deshacerlas, ellas están ahí... rondando, para reaparecer sin
previo aviso. Son frases que, cuando las contás, te parece que estás
exagerando, que no pudieron ser así, que quizá las recordás mal...
Entonces descubrís la crudeza de esas palabras.
Lo bueno es que
un día, porque ese día –créanme– finalmente llega, te sacas uno por uno
todos los puñales que te clavaron en el cuerpo y en el alma, te haces un
sana, sana, colita de rana y descubrís que no fueron dichas con odio,
que los responsables de escupirnos tamañas frases son seres que cargan, a
su vez, con otras frases. Y entonces llega el perdón. Y perdonamos. Más
adelante –bastante más adelante– viene la compasión. Es ahí cuando
volvemos a sentirnos felices, con ganas de caminar sobre el Perito
Moreno más allá del tamaño de nuestro culo, de nadar y gritar: "Tengo
frío, tráeme una toalla", de hacer una lista con toda la gente que te
quiere. Porque no solamente te quieren los perros...
Tratemos de
pensar antes de hablar... ya que las PALABRAS QUE DUELEN tardan muchos
años en salir del corazón del otro, y hasta a veces no salen... No
perdamos tiempo con los que queremos, porque perdonar lleva mucho
tiempo...
PENSEMOS ANTES DE HABLAR... TRATEMOS DE NO HERIR EL CORAZÓN DE LOS QUE MAS AMAMOS...
PALABRAS DE AMOR, ALEGRAN EL CORAZÓN.
¿Por qué se produce la ansiedad?
La ansiedad es un estado de malestar y preocupación, implica estar a la
expectativa de que algo malo está a punto de ocurrir. Sin duda, no es un
estado agradable, pero es importante comprender por qué se produce la
ansiedad. De hecho, se trata de un mecanismo defensivo, al igual que el
miedo.
La ansiedad es una sensación que funciona como un mecanismo de alerta
ante aquellas situaciones que consideramos peligrosas o amenazantes. Es
una reacción normal que sufren todas las personas y lo preocupante sería
que no se activara en ciertas situaciones. Por eso, es importante
comprender que la ansiedad en sí misma, no es negativa.
Las funciones de la ansiedad
- Protección. Una de las funciones de la ansiedad es
protegernos de los posibles peligros que nos acechan. Si algo nos
preocupa, inmediatamente aumenta nuestro nivel de alerta, nuestros
sentidos se aguzan para permitirnos vigilar mejor el medio. El problema
ocurre cuando nos volvemos hipervigilantes y temerosos, aislándonos del
mundo para evitar el peligro. En esos casos la función protectora de la
ansiedad ha ido demasiado lejos.
- Motivación. La ansiedad es un potente motor impulsor
del comportamiento. Cuando deseamos hacer algo bien y queremos dar el
máximo de nosotros, se activa la ansiedad, que nos brinda una dosis
extra de energía para seguir adelante con nuestros proyectos y obtener
el máximo rendimiento. Una vez más, el problema comienza cuando el nivel
de ansiedad es demasiado alto y nos hace dudar de nuestras capacidades o
nos aboca al perfeccionismo.
- Crecimiento y Desarrollo. Cierto grado de ansiedad
puede estimular el desarrollo personal. De hecho, sentir un poco de
ansiedad por lo que está pasando en nuestra vida y preocuparnos un poco
por el futuro puede animarnos a salir de nuestra zona de confort. La
ansiedad nos impulsa a descubrir lo que queremos cambiar, y luego nos da
el empuje que necesitamos para hacerlo. Sin embargo, a veces esa
ansiedad se arraiga y nos vemos atrapados en un mecanismo de rumiación
que, en vez de empujarnos al crecimiento, nos bloquea.
¿Qué provoca la ansiedad?
La ansiedad, como mecanismo adaptativo, es positiva y funcional, y no
representa un problema. Sin embargo, en algunos casos no funciona de la
manera adecuada y se instaura un trastorno de ansiedad, que puede llegar a ser muy discapacitante y provocar un gran malestar, tanto a nivel psicológico como físico.
Factores predisponentes
- Factores biológicos. Se ha apreciado que tener parientes
directos que sufran algún trastorno de ansiedad aumenta el riesgo de
padecer este problema. En la ansiedad generalizada, por ejemplo, se estima que un tercio del riesgo de sufrir este trastorno tiene un componente genético.
- Factores temperamentales y de personalidad. Las personas que
suelen inhibir sus conductas constantemente y aquellas que tienen una
tendencia al neuroticismo manteniendo una afectividad negativa tienen un
mayor riesgo de sufrir un trastorno de ansiedad.
- Factores ambientales. La ansiedad también puede instaurarse
como un patrón de afrontamiento aprendido en la infancia. Determinados
estilos de vida marcados por el estrés también propician la aparición de
la ansiedad.
Factores desencadenantes
- Situaciones que sobrepasan nuestros recursos de afrontamiento
psicológico, como puede ser la pérdida del trabajo o de una persona
querida.
- Acontecimientos vitales que exigen un esfuerzo adaptativo
considerable, como puede ser un divorcio o el diagnóstico de una
enfermedad.
- Obstáculos que limitan nuestra capacidad para alcanzar nuestras metas o para mantener lo que ya hemos logrado.
Factores de mantenimiento
- Miedo a la ansiedad. Cuando se sufre ansiedad, sobre todo cuando se padecen crisis de ansiedad
o ataques de pánico, es usual que la persona luego desarrolle un miedo a
volver a sufrir esos ataques. Ese miedo a la ansiedad no hace sino
agravarla.
- Pérdida de facultades debido a la propia ansiedad, lo cual
hace que contemos aún con menos recursos para hacerle frente a los
problemas o que incluso aparezcan nuevas dificultades en áreas que antes
no eran confictivas.
- Estrategias de afrontamiento inadecuadas que acentúan el
problema y la sensación de incapacidad para solucionarlo, lo cual es
altamente desesperanzador.
Normalmente no existe un solo factor que pueda explicar por qué se
produce la ansiedad y se mantiene a lo largo del tiempo, lo usual es que
se deba a una confluencia de situaciones y formas de afrontamiento.
El mecanismo a través del cual se produce la ansiedad
En nuestro día a día, nuestro cerebro evalúa constantemente todos los
estímulos que llegan del medio, para analizar si algunos pueden ser
peligrosos. En ese mecanismo están involucradas tanto las zonas
relacionadas con las emociones básicas, como la amígdala y el tálamo,
así como la corteza cerebral, que es la encargada de encontrarle un
sentido lógico a lo que estamos viviendo.
Básicamente, esto es lo que sucede a nivel cerebral:
1era etapa - Evaluación inicial de la amenaza. Se produce un
reconocimiento automático, muy rápido, de los estímulos. De esta forma
podemos clasificarlos como amenazantes o no.
2da etapa - Activación primitiva frente a la amenaza. Se ponen en
marcha las respuestas cognitivas, emocionales, fisiológicas y
conductuales típicas de la ansiedad. En esta fase actuamos básicamente
por instinto, por lo que podemos experimentar la necesidad de escapar
del lugar o escondernos. También aparecen pensamientos automáticos sobre
la situación que nos llevan a sobrevalorar el daño y la probabilidad de
que se produzca, además de experimentar una gran intolerancia a la
incertidumbre.
3era etapa - Pensamiento reflexivo. En esta fase ya somos capaces
de pensar con más o menos claridad sobre esas ideas automáticas y sobre
lo que estamos sintiendo. La corteza prefrontal entra en acción y
evalúa la verdadera magnitud de la amenaza, así como los recursos de los
que disponemos para enfrentarla. Obviamente, se trata de un
procesamiento de la información más complejo que requiere más tiempo.
Un “fallo” en alguna de estas etapas puede explicar por qué se produce
la ansiedad. Por ejemplo, nuestro sistema de reconocimiento de los
peligros puede ser hiperreactivo, lo cual significa que reaccionará
incluso ante las situaciones que no representan un gran riesgo. De
hecho, es un problema común en nuestra sociedad, donde evaluamos como
peligros muchas situaciones sociales que en realidad son completamente
inocuas.
También puede ocurrir que nos quedemos atrapados en la segunda etapa, en
cuyo caso los pensamientos rumiativos se apropian de nuestra mente y
solo somos capaces de pensar en las peores consecuencias, lo cual nos
mantiene bloqueados en la ansiedad.
Por último, puede ocurrir que no tengamos las habilidades cognitivas
necesarias para lidiar con la situación de manera asertiva y combatir la ansiedad, en cuyo caso se mantienen esas preocupaciones que generan el estado ansioso.
Fuentes:
APA (2014) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Mathews, A. (1990) Why worry? The cognitive function of anxiety. Behav Res Ther; 28(6): 455-468.
10 Datos sobre el cerebro que demuestran que somos capaces de hacer lo que sea
Nuestra mente es maravillosa. Puede ayudarte a alcanzar cualquier
cima, conseguir tus sueños deseados y lograr una meta realmente difícil.
Pero, para esto, hay que entender los principios de su funcionamiento.
Genial.guru te propone estudiar estos hechos sobre el funcionamiento del cerebro y empezar a utilizarlos hoy mismo.
La mente reacciona a cada pensamiento y no distingue dónde hay
un hecho real y dónde está la fantasía. Justo por eso, la gente que
se pone "lentes rosa" se siente más feliz, igual que el cuerpo percibe
el placebo como si fuera una verdadera fórmula medicinal.
La sensación de cansancio del cerebro aparece debido a la vivencia
de las emociones. La composición de la sangre que pasa por la mente
durante una actividad intensa es constante, no cambia. Aunque, por
ejemplo, la sangre en las venas de una persona que trabajó duro todo
el día sí que cambia notablemente.
Más de la mitad de nuestros pensamientos de hoy, son aquellos que
fueron ayer. Justo por eso, a los pesimistas les es tan difícil cambiar
su percepción del mundo. Hay que, literalmente, limpiar la mente
y hacerla reaccionar más a menudo con estímulos positivos.
Cualquier pensamiento se convierte en una experiencia vivida. Si, por
ejemplo, sueñas con ir a París, por todas partes vas a ver señales que
te recordarán esta ciudad. Si quieres cambiar el mundo a tu alrededor,
cambia tus pensamientos.
El cerebro no es muy distinto a los músculos, también necesita sus
entrenamientos. Para el cerebro es bueno el aprendizaje, el deporte
al aire libre, una dieta equilibrada, un sueño profundo, viajes
a lugares nuevos, actividades desconocidas en nuestro día a día, tomar
apuntes diarios, bailes y hasta jugar Tetris.
Hasta cuando dormimos, el cerebro sigue funcionando. Además, durante el sueño, su actividad es aún mayor que de día.
Descubren un área del cerebro que no madura hasta los 36 años
El córtex visual primario, que procesa e interpreta la información de la retina, continúa evolucionando durante la vida adulta.
El cerebro es el órgano más complejo del organismo, y cada día se descubren más detalles sobre su funcionamiento y plasticidad. Si bien la comunidad científica tenía por supuesto que determinadas áreas del cerebro se
forman en los primeros años de vida, y se mantienen estáticas en la
vida adulta, un estudio ha desterrado esta afirmación con respecto a un
área del cerebro: el córtex visual primario (VI). Según la investigación, publicada en la revista Journal of Neuroscience, el área cerebral que procesa e interpreta la información visual continúa desarrollándose hasta los 36 años.
"Nuestra idea de que las áreas sensoriales del cerebro terminan de evolucionar en la infancia es completamente equivocada", expresa la autora del estudio, Kathryn Murphy, que esperaba encontrar evidencias de que el córtex alcanzaba su madurez a la edad de 5 ó 6 años, tal como habían predicho anteriores estudios en animales. La idea ha tenido que ser rechazada tras
analizar los datos de 30 personas de edades comprendidas entre los 20 y
los 80 años. Una sorpresa para Murphy y su equipo, de la Universidad de
McMaster, en Canadá.
El córtex visual primario se encarga de procesar la información que llega de las retinas, para después mandarla a otras 20 zonas especializadas, un trabajo de unas 280 millones de neuronas. A su vez, existen determinadas proteínas que
impulsan las acciones de las neuronas en la corteza visual en la parte
posterior del cerebro. Según el estudio, estas proteínas moldean la acción de estas neuronas durante años,
aproximadamente, hasta la edad de 36. "Aún existen grandes lagunas en
la manera que tenemos de entender el cerebro", reconoce la
investigadora.
El descubrimiento de la plasticidad del córtex visual primario puede abrir vías terapéuticas en algunas patologías de la visión;
por ejemplo, el ojo vago, desterrando la idea de que solo los niños
pueden responder a las terapias correctivas. Además, es posible que este
hallazgo dé paso al descubrimiento de otras áreas cerebrales que, como
el córtex visual, sean más plásticas de lo que se pensaba.
Referencias:
Kathryn M. Murphy. Development of glutamatergic proteins in human
visual cortex across the lifespan. Journal of Neuroscience. (2017)
2304-16; DOI: https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.2304-16.2017
Por:
Laura Marcos
Fuente: MuyIneresante
Suscribirse a:
Entradas (Atom)