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Respeto, educación, agradecimiento, cortesia y amabilidad en sociedad

Las normas de cortesía y de convivencia hacen que la vida sea más agradable. No son aspectos anticuados, sino totalmente vigentes que conviene practicar.  


VIVIR EN SOCIEDAD
Todos tenemos en la mente conceptos como urbanidad, cortesía, protocolo, etiqueta y buena educación. Estos conceptos se refieren a la necesidad de usos sociales, de pautas de comportamiento asumidas por la mayoría que facilitan y hacen mucho más cómoda la relación con nuestros semejantes.

A mí, personalmente, me satisface más la expresión "buena educación" o simplemente "educación", que es una expresión más amplia y al mismo tiempo de límites más subjetivos que las mencionadas como urbanidad, cortesía, protocolo o etiqueta, que considero demasiado complicados y hasta afectados.

Para vivir en sociedad es necesario, a mi juicio, tener la mayor reserva posible de esas virtudes humanas a que acabamos de referirnos en semanas anteriores y que hacen posible que la educación sea, primordialmente, una verdadera transformación interna. La "buena educación" será, entonces, educación moral, educación en valores humanos. A la "buena educación" es conveniente añadir los que suele llamarse "ética de las formas", o más coloquialmente, "buenos modales".

El sociólogo Amando de Miguel, en su último libro sobre urbanidad defiende con gran acierto que "la base de la urbanidad es moral: no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti."
A continuación ofrezco una síntesis de formas educadas de comportamiento básicas:

  • Dar comprensión y apoyo y tender siempre la mano al enfermo, al anciano y, en general, al más débil y necesitado.  
  • Esto incluye detalles como dejar el asiento o el lugar más cómodo a una mujer embarazada o que va cargada con un niño en los brazos, a un disminuido físico, etcétera.
  • Comer con educación, sin afectación, y evitar las consabidas costumbres de mal gusto, como sorber la sopa, usar palillo de dientes, masticar enseñando la comida con la boca abierta....
  • Pedir las cosas "por favor", dar las gracias y pedir perdón si de alguna forma hemos molestado a alguien.
  • Dejar salir antes de entrar y no pretender colarse haciéndose el listo cuando los demás esperan pacientemente su turno.
  • Mirar a las personas mientras nos hablan y les hablamos y no dar la espalda cuando se está en grupo.
  • Escuchar a quien nos habla y no interrumpir su discurso de forma brusca con nuestras opiniones, dándole a entender que nos importa poco cuanto dice.
  • No quedarse mirando a minusválidos ni a personas que por cualquier rareza en su indumentaria, expresiones o estado físico o psíquico nos sintamos por curiosidad impulsados a mirar con más insistencia.
  • Evitar en lo posible muletillas, palabras y expresiones de mal gusto, soeces y ofensivas a Dios o a personas con creencias religiosas.
  • No tratar de escuchar conversaciones ajenas ("poner la antena") y estar de forma descarada escuchando algo que no va con nosotros ni nos importa.
  • Procurar llamar a cada persona por su nombre y evitar recurrir constantemente a los pronombres: tú, ése, aquél).
  • No señalar a nadie con el dedo ni en público ni en privado.
  • Gritar mientras se habla, gesticular demasiado y hablar tan alto que todo el mundo se entera de lo que decimos a nuestro interlocutor, es una de las más frecuentes muestras de poca educación.
  • Hablar en secreto, como en un aparte a alguien cuando se está en un grupo con otros amigos, es grave falta de educación siempre.
  • Pocas cosas dejan bien patente la mala educación como las bromas pesadas, las gansadas de mal gusto y hacer pagar novatadas y otras acciones semejantes.
  • Higiene básica, elemental para la convivencia, como es no escupir en la calle, permitir al perro defecar en las aceras y arrojar cigarrillos, papeles o cualquier tipo de desperdicio y basura en la vía pública.
En definitiva, la interrelación existente entre "dar y recibir" es básica en la vida de las buenas relaciones entre los hombres como lo es para las plantas absorber anhídrido carbónico y dejar libre el oxígeno como aspectos imprescindibles de un mismo ciclo.
 
Bernabé Tierno

El respeto comienza en la propia persona. Quien se respeta a sí mismo es capaz de respetar a los demás. Y quien no se respeta, es probable que no considere a los demás con la dignidad que se merecen. Tratar a los otros como te gusta que te traten a ti, es una frase que puesta en práctica sin duda permite hacer un mundo mejor.
El ser humano es por naturaleza social; para perfeccionarse tiende y necesita relacionarse con los demás. La vida en sociedad, es pues, necesaria para el hombre, no sólo porque le puede proporcionar bienes materiales y afectivos que por sí solo el hombre no podría obtener, sino como elemento necesario para la mejora personal y medio de entrega a los demás. Como opuesto a la sociabilidad, se encuentra el egoísmo, que limita y bloquea a la persona, aislando al hombre de los demás.
 
Esa dimensión social del hombre le lleva por tanto a entablar relaciones con los demás hombres, relaciones en las que debe hacer un reconocimiento de la dignidad de la persona: ese reconocimiento lleva consigo el respeto a los demás y justifica la existencia de unas normas de comportamiento que regulen y eleven esas relaciones entre las personas. Esas normas de urbanidad no son un fin en sí mismas sino un medio para establecer unas buenas relaciones entre los hombres y elevarlas a la altura de la condición humana que es muy alta.
Ser capaces de agradecer es una de las expresiones concretas del reconocimiento de la existencia del bien y de lo bueno, lo que a su vez inspira una mirada positiva sobre lo que sucede alrededor nuestro en la cotidianeidad del día a día. 
En el proceso de agradecer hay tres pasos:

- Pensar
acerca del agradecimiento,
- Sentir agradecimiento.
- Expresar agradecimiento.
Hay quien piensa que la "autenticidad" en el comportamiento es lo que debe primar en nuestra vida de relación: siendo "auténticos" -actuando con informalidad, con mera espontaneidad, "lo que me brote", dicen-... todo vale. Lo contrario a eso se considera encasillamiento, manía, falta de naturalidad y de libertad, puro "rollo"... cosas de otros tiempos. Dejarse influir por normas de comportamiento, según este tipo de gente, es no tener personalidad propia, no es algo totalmente "mío".
 
Lo cierto es que cada uno ha de luchar por ser mejor, por rechazar la vulgaridad y por ser un auténtico señor. Y eso también se tiene que manifestar en el trato con los demás.
 
Las normas de educación tienen su sentido y su valor, y eso porque nos forjan como personas y nos hacen respetar a los demás por lo que son. El que cuente vivirlas no es excusa para dejar de vivirlas, como todo lo importante exigen esfuerzo y lucha personal.

AMABILIDAD, CORTESÍA Y DELICADEZA EN EL TRATO 

Valores relacionados con la justicia y la generosidad
Por ser los últimos valores no significa que sean menos importantes. La amabilidad, la cortesía y la delicadeza en el trato parece que han de ir unidas siempre a cualquier relación entre personas, porque ¿quién se imagina a alguien muy generoso y justo, pero desabrido y maleducado?
La amabilidad es una derivación de la amistad, que significa sintonía con la situación y sentimientos de otro. Para ser verdaderamente amable hay que intentar sentirse amigo de aquél a quien nos dirigimos.
La amabilidad tiene su expresión en las buenas maneras, en la cortesía, es decir, en palabras y actitudes que hacen agradable a los demás las relaciones que con ellos establecemos.
La delicadeza en el trato se manifiesta en pequeños detalles que tienen como finalidad el hacer la vida más agradable a los demás. Cada uno de estos pequeños actos puede convertirse en un hábito y la edad más eficaz para lograrlo entre los seis y los once años, antes de la llegada de la pubertad.


Colegio Irabia
Jose Antonio Alcazar

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