Si digo Yin y Yang, todos sabemos de qué estoy hablando. Y, estamos haciendo referencia a las polaridades: suave-fuerte; blanco-negro; día-noche; sol-luna; etc.
Ahora si yo les pregunto ¿Cuál es "el contrario" al amor?. Todos indicamos el odio. Pero en sí mismos ambos son polaridades, ambos están en los extremos de la misma línea. Lo opuesto al amor es la indiferencia. Y ¿por qué?. Porque el odio y el amor son emociones. En la indiferencia no encontramos sentimientos... No hay nada.
Viajamos entre dos extremos. Del amor al odio podemos pasar en segundos... ¿Qué le dice un hijo al padre que no satisfizo su deseo...?. ¡Te odio!, ¡no te quiero más...!. ¿Es eso verdad?. En la mayoría de los casos no. Sólo que se siente con la misma intensidad que el amor esa rabia, ese resentimiento por no obtener lo que queremos... Y tal vez al rato ambos, padre e hijo, aflojen la tensión.
Ahora el niño y ciertos adultos, los inmaduros, tienen algo en común: la baja tolerancia a la frustración.
Recuerdo el caso de una niña llamada Julieta. Esta pequeña de 4 años se despertó a las 3 de la madrugada diciendo a su madre que quería comer medialunas. La mamá trató, al principio pacientemente, de explicarle que a esa hora todas las panaderías estaban cerradas, que por la mañana a primera hora se las compraría. Ella encaprichada, insistía e insistía y terminó con un: "¡Yo quiero medialunas: AHORA MISMO!".
Muchos de nosotros, adultos, actuamos con el mismo principio que Julieta. Por eso tantas veces nos ubicamos en una de las polaridades: "el egocentrismo". Y nos olvidamos de la otra cara de la moneda: "la autoafirmación".
En nuestras relaciones con los demás seres humanos, muchas veces no nos apartamos del egocentrismo, porque creemos que el mundo tiene la obligación de satisfacer "todas" nuestras necesidades y deseos.
Hablo de autoafirmación, pero, ¿sabemos cuál es realmente su significado?. Es afirmarse a sí mismo. Es cuando tenemos la posibilidad de expresar claramente nuestras necesidades, deseos, puntos de vista, sentimientos, sensaciones, etc., de una manera madura. Porque la autoafirmación inmadura pasaría al extremo del egocentrismo, que significa que no me importe absolutamente nada de los deseos, intereses, pareceres del otro.
El ejemplo común de dificultad en la autoafirmación es el siguiente caso:
Un matrimonio, uno de los cónyuges decide hacer ciertas reparaciones en la casa sin consultar al otro. El que no fue consultado, en vez de expresar su enojo, de decir que la casa es de ambos y es importante compartir ese tipo de decisiones, se dedica a boicotear el trabajo del otro. Así todos salen perjudicados, nadie favorecido.
La autoafirmación está más allá del enojo. Y nosotros le tememos muchísimo al enojo, porque no sabemos pedir bien, sino que sólo sabemos exigir. Nos cuesta aceptar las diferencias, nos cuesta comprender que el otro no sea lo que nosotros queremos, que no diga lo que esperamos escuchar. Y en lugar de comenzar a acortar las diferencias ponemos abismos entre ambos. Ese abismo está lleno de cosas no dichas, de sentimientos acumulados, de molestias anquilosadas. Pero debemos recordar lo que dijo Nietzsche: "Cuando uno mira dentro del abismo, debe saber que el abismo está mirando adentro nuestro".
Y muchas veces eso hacemos con nuestros reproches, rencores, estamos mirando en nuestros propios abismos. Sólo mirando hacia la luz, hacia el amor, buscando la comprensión. Sin olvidar lo que nos hace daño. Enunciar con madurez lo que nos molesta, lo que no nos gusta, lo que nos daña. Poder expresar el malestar, no es malo, no es negativo, no somos "malas personas". Lo que hace la diferencia es la forma en cómo lo expresamos. Parece que no sabemos expresar un desacuerdo sin agravios. Sin generar en el otro un resentimiento aún mayor que el nuestro, ello provoca que el abismo sea más grande cada día. Muchas personas cometen el error de creer que deben ser estoicas y bancarse todo. Esto es una falacia, es un error, una creencia equivocada. Así como el amor se muestra con caricias positivas, también existen las caricias negativas auténticas: poner límites, lo cual a ayuda a crecer a uno mismo y a los otros.
Por ello, debemos aprender a presentar nuestra necesidad con claridad, sin ambigüedades, no dando por sentado que el otro como nos conoce adivina lo que puede hacernos sentir mal. Si somos claros y precisos vamos a contemplar la posibilidad que el otro tiene de recepcionar nuestra petición. De escucharnos: que implica oír con compromiso, comprensión, respeto. Esto debe ser mutuo. ¡Cuánto más sencillas serían las cosas si nos permitimos actuar "autoafirmadamente"!.
Autora: Lic. Monica Agras
Revista Crecimiento Interior N°71
Abril 2001
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