El enamoramiento activa las áreas cerebrales del sistema de recompensa, constata un estudio
Un equipo de investigadores de la Stanford University School of Medicine, de Estados Unidos, ha constatado que los sentimientos de amor apasionado pueden aliviar el dolor con la misma eficacia que los calmantes. Esto es posible porque el amor intenso activa las mismas áreas del cerebro que tratan los medicamentos: aquellas regiones relacionadas con el sistema de recompensa cerebral. El descubrimiento permitirá conocer mejor los circuitos neuronales vinculados al dolor, para desarrollar métodos de alivio más eficientes.
El alivio del dolor inducido por el amor ha sido asociado a la activación en estructuras cerebrales profundas, como el núcleo accumbens (en color en la imagen). Fuente: Universidad de Stanford.
Un equipo de investigadores de la Stanford University School of Medicine, de Estados Unidos, ha constatado que los sentimientos de amor apasionado pueden aliviar el dolor con la misma eficacia que los calmantes e incluso que algunas drogas ilegales, como la cocaína.
Según los científicos, este alivio es posible porque el amor intenso activa las mismas áreas del cerebro que tratan los medicamentos destinados a paliar el dolor, es decir, aquellas regiones en los que se encuentran los sistemas de recompensa del cerebro.
En estos sistemas es donde se genera la dopamina, que es una hormona y un neurotransmisor que influye en nuestro estado de ánimo, en nuestra gratificación y en nuestra motivación, explica el especialista Sean Mackey, director del estudio, en un comunicado de la Universidad de Stanford.
Aprender del amor
Mackey afirma que: “Cuando la gente se encuentra en la fase más apasionada del enamoramiento se producen alteraciones significativas en su estado de ánimo que impactan en su experiencia del dolor”.
Comprender de qué manera se produce este impacto o cómo se establecen las vías de recompensa neuronal que alivian el dolor físico gracias al amor podría servir para desarrollar nuevos métodos calmantes, afirman los investigadores.
Sean Mackey ha colaborado en esta investigación con el psicólogo de la Stony Brook University de Nueva York, Arthur Aron, un científico que se ha dedicado ha estudiar el fenómeno del amor durante los últimos 30 años.
El estudio se inició cuando ambos científicos se conocieron en una conferencia sobre neurociencia, en el que tuvieron ocasión de poner en común sus ideas. De esta forma, se dieron cuenta que los sistemas neuronales implicados en el amor estaban profundamente imbricados con los sistemas neuronales relacionados con el dolor.
Se preguntaron, entonces, si era posible que ambos sistemas se modularan recíprocamente, y se pusieron manos a la obra para descubrirlo.
Descripción del experimento
En los experimentos realizados participaron quince estudiantes universitarios perdidamente enamorados, y que se encontraban en las primeras fases de sus respectivas relaciones de pareja (momento en que las personas se sienten eufóricas, energéticas, piensan obsesivamente en la persona amada y están anhelando de manera permanente la presencia de ésta).
Esta forma de amor apasionado es muy similar a una adicción, afirman los científicos. Recientemente, especialistas de la Yeshiva University, de Estados Unidos, llegaron a una conclusión similar a raíz de otro estudio en el que se constató que, cuando una persona es abandonada por la pareja a la que ama, se ponen en marcha ciertas regiones cerebrales relacionadas con el anhelo y las adicciones. Los investigadores de la Universidad Yeshiva señalaron entonces que el romanticismo sería una “adicción natural”, tanto si nos hace felices como si nos hace infelices.
Según los científicos, este alivio es posible porque el amor intenso activa las mismas áreas del cerebro que tratan los medicamentos destinados a paliar el dolor, es decir, aquellas regiones en los que se encuentran los sistemas de recompensa del cerebro.
En estos sistemas es donde se genera la dopamina, que es una hormona y un neurotransmisor que influye en nuestro estado de ánimo, en nuestra gratificación y en nuestra motivación, explica el especialista Sean Mackey, director del estudio, en un comunicado de la Universidad de Stanford.
Aprender del amor
Mackey afirma que: “Cuando la gente se encuentra en la fase más apasionada del enamoramiento se producen alteraciones significativas en su estado de ánimo que impactan en su experiencia del dolor”.
Comprender de qué manera se produce este impacto o cómo se establecen las vías de recompensa neuronal que alivian el dolor físico gracias al amor podría servir para desarrollar nuevos métodos calmantes, afirman los investigadores.
Sean Mackey ha colaborado en esta investigación con el psicólogo de la Stony Brook University de Nueva York, Arthur Aron, un científico que se ha dedicado ha estudiar el fenómeno del amor durante los últimos 30 años.
El estudio se inició cuando ambos científicos se conocieron en una conferencia sobre neurociencia, en el que tuvieron ocasión de poner en común sus ideas. De esta forma, se dieron cuenta que los sistemas neuronales implicados en el amor estaban profundamente imbricados con los sistemas neuronales relacionados con el dolor.
Se preguntaron, entonces, si era posible que ambos sistemas se modularan recíprocamente, y se pusieron manos a la obra para descubrirlo.
Descripción del experimento
En los experimentos realizados participaron quince estudiantes universitarios perdidamente enamorados, y que se encontraban en las primeras fases de sus respectivas relaciones de pareja (momento en que las personas se sienten eufóricas, energéticas, piensan obsesivamente en la persona amada y están anhelando de manera permanente la presencia de ésta).
Esta forma de amor apasionado es muy similar a una adicción, afirman los científicos. Recientemente, especialistas de la Yeshiva University, de Estados Unidos, llegaron a una conclusión similar a raíz de otro estudio en el que se constató que, cuando una persona es abandonada por la pareja a la que ama, se ponen en marcha ciertas regiones cerebrales relacionadas con el anhelo y las adicciones. Los investigadores de la Universidad Yeshiva señalaron entonces que el romanticismo sería una “adicción natural”, tanto si nos hace felices como si nos hace infelices.
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