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Acompañame soledad


El 26% de los alemanes se califica de solitarios crónicos, el 64% de los franceses afirma haber sufrido de soledad alguna vez y el 35% de los españoles dice sentirse solo con frecuencia. Nunca antes tanta gente había vivido sola en los Estados Unidos donde las cifras apuntan a casi un cuarto de la población. El número de divorcios y separaciones alrededor del mundo ha aumentado un 60% en la última década, y las estadísticas indican que hay tanta soledad entre los solteros como en los casados, y los adolescentes, más que ningún otro grupo, se lamentan de que nadie les muestra interés y de no tener a nadie con quien hablar.

¿Qué nos está sucediendo como género humano? Pareciera ser que los adelantos tecnológicos van en dirección opuesta a la retracción emocional que estamos experimentando como civilización. Es así, como hoy en día existe en nuestra sociedad un caldo de cultivo con los ingredientes necesarios para que los vínculos personales sean débiles, y se puede evidenciar cuando la cultura de consumo imperante concede tanta importancia a la adquisición de bienes y a la posición social haciendo que la mayoría de las personas  dedique muy poco tiempo y  esfuerzos a la formación y conservación de las relaciones, lo que desemboca en un sentimiento de soledad sutil pero constante para algunas personas, que aunque compartan tiempo con los demás, pueden sentirse solas por no tener suficiente profundidad en sus relaciones.

De esta forma la sociedad global se está deshumanizando progresivamente, cuando la rapidez vertiginosa de las grandes ciudades imponen aislamiento y las personas deben reprimir su sensibilidad y esforzarse en ser eficaces si no quieren ser excluidas por un ambiente ultra-competitivo en la que ya no existe la protección sentimental que ofrecen el parentesco o la proximidad. Hoy en día, las familias son cada vez menos numerosas, existe una mayor movilidad laboral y las poblaciones son cada vez más grandes. Con este contexto es fácil que las personas se sientan anónimas y les resulte más difícil sentirse parte de un grupo cohesionado que sirva de soporte para afianzar una salud emocional satisfactoria.

Casi nadie se da cuenta del amplio alcance que tiene la soledad, al tomarlo como algo natural y porque vivimos inmersos en ella, ya que sólo convivimos por momentos con familiares, compañeros de trabajo y amigos, y aunque siempre estamos rodeados de gente, muchas veces en el día a día experimentamos la "solitariedad", y a la cual nos enfrentamos buscando evadirla con remedios paliativos como tomar tranquilizantes, encender la radio y que su sonido nos haga sentir menos solos, ver  la televisión por horas, leer o ir al cine, enrolarse en movimientos religiosos o políticos, comprar cosas que realmente no se necesitan, quedarse conectado al internet, etc. Muchas personas creen que la soledad es algo que hay que aceptar al igual que el mal tiempo y ni por asomo se han dado cuenta que están en peligro latente.

Debido a una alta incidencia en la salud física y emocional de la población en general, el tema de la soledad ha cobrado una enorme importancia pues ha sido relacionada con desórdenes tan importantes como la depresión, la ansiedad, el alcoholismo y diversas adicciones, el suicidio e innumerables problemas médicos como la hipertensión, dolores de cabeza, alteración de los niveles de azúcar y  enfermedades cardiovasculares que "coincidentemente" se le llaman males del corazón. Prueba de ello, en recientes investigaciones se verificó que la soledad negativa puede afectarnos fisiológicamente al punto que las personas solitarias tienen niveles más altos de una sustancia denominada iterleukina-6 relacionada con enfermedades cardiovasculares que podrían provocar ataques del corazón o el cerebro.

Confirmando esta tésis, el doctor James Lynch, especialista en enfermedades psicosomáticas de la universidad de Maryland, afirma en su libro "El corazón roto, consecuencias médicas de la soledad", que el aumento de la soledad humana será una de las fuentes más importantes de enfermedades del siglo XXI, y estableció una relación escalofriante entre la falta de compañía humana y las enfermedades del corazón. Comprobó como la mano de una enfermera puede aminorar el pulso acelerado de un paciente, la simple rutina de tomar el pulso tiene los efectos de calmar un corazón arrítmico, y que muchas personas generan dolencias cardiacas ante el aislamiento afectivo, una ruptura sentimental o la pérdida de un ser querido.

Pero a pesar de las evidencias, la soledad había sido sistemáticamente negada como un trastorno que requiere de una atención seria, tal vez porque quienes lo sufren no siempre admiten que puede ser la raíz de otros males, o no quieren reconocerse como "solos" debido a que experimentan vergüenza de sus sentimientos o de su inadecuación para superar el aislamiento. Sólo en lo últimos años la soledad ha sido considerada como un problema clínico que requiere de una terapia y tratamiento específico.

El sentimiento de soledad es uno de los más difíciles de sobrellevar, ya que el ser humano es por naturaleza social y depende en gran medida de la calidad de vínculos con los demás para vivir de forma satisfactoria.

Pero ¿Será negativa por naturaleza la soledad para el ser humano?
En sí, la soledad simplemente es un estado que nuestra mente juzga a través de las creencias que dan forma a nuestra percepción subjetiva individual. Ya en su tiempo, Carl Jung definió a la soledad como la "percepción" de ausencia de relaciones sociales satisfactorias. Pero si estamos atentos, esta definición enfatiza la importancia de "lo que entiendo de la soledad",  considerando que la emoción y conducta de los solitarios son en función de la subjetividad de sus pensamientos y no necesariamente de la situación. Es así, como  uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se haya entre mucha gente.

Ante la dualidad de "Cómo percibo a la Soledad", ésta puede ser  una moneda de dos caras. Por una parte, podemos optar por ver en ella un rostro negativo que nos desestabiliza, producto de la sensación de un vacío profundo debido a la "percepción" de falta de amor o afecto. Este tipo de aislamiento interpretado y asumido, nos paraliza emocionalmente a través del  miedo a quedarnos solos, surge la desesperanza, se borran las ilusiones, se añoran los seres queridos que ya no están e irrumpe la incertidumbre.

Pero por otro lado, podemos voltear la moneda y optar que la soledad pueda convertirse en productiva  si la significo como la posibilidad de un estado de plenitud espiritual,  producto de una intensa conexión e intimidad con nosotros mismos y verla como el espacio para  pensar, crear y  meditar. Una soledad a la que la mayoría de las personas no ha descubierto y que permite abrirnos a momentos de reflexión, a encontrar nuestro ser interior, fortalecer nuestra espiritualidad y desarrollar todas nuestras potencialidades como seres humanos.

Un  importante conjunto de prejuicios de origen social y cultural sobre la soledad hace que no la sepamos aprovechar y nos resistamos a ella. Además, no podemos negar que a lo largo de la historia y la literatura, se le ha vinculado con estados de carencia de compañía, desamparo, tristeza, aislamiento, separación, melancolía, pesar, separación, desamor, aflicción, negatividad, miedo, desasosiego y abandono; reforzando cada vez más el concepto negativo generalizado que se tiene de ella.

Influenciados por el bombardeo mediático que idealiza el estar en una relación amorosa, con demasiada frecuencia anhelamos o tenemos una pareja con el simple propósito de ser felices. Pero ¿Es acaso estar en pareja sinónimo de felicidad? ¿Es verdaderamente necesario estar junto a nuestra "alma gemela" para alcanzar la plenitud y no sentirnos solos? Las estadísticas nos indican que hay tanta soledad entre los solteros como en los casados, y con respecto a la pareja como causa de  la felicidad y la plenitud, tanto los tribunales como los consultorios matrimoniales justamente no dan prueba de ello.

Según la antropóloga Julia Sequi Navarro, la sensación de estar o sentirse solo es completamente subjetiva, y no sólo depende de si es una situación elegida o impuesta, sino también de la imagen que tenga cada persona de la propia soledad.

Si bien, en el vínculo amoroso puede existir un componente biológico que influye en el mundo sexual y afectivo, los condicionamientos culturales tienen un enorme peso en la idea generalizada de que el estar en pareja es la única forma de ser aceptado en la sociedad. Pero, contrariamente a esta creencia, diversos estudios coinciden en que el estar en pareja es el mejor estado relacional de una persona, pero  "siempre y cuando" esta favorezca el crecimiento y enriquecimiento personal de ambos integrantes, en un marco de respeto, comunicación y cuidado mutuo, características que lastimosamente no se dan en la mayoría de los casos.

Por mucho que las cifras estadísticas conviertan a la soledad en un fenómeno social, ésta no deja de ser un problema íntimo y personal para el que no caben soluciones generalizadas. Tal vez haya que aceptar que la soledad no va a abandonarnos nunca del todo, pero es bueno entender que podemos aceptarla, aprender a convivir con ella y sacarle provecho.

LA SOLEDAD COMO OPORTUNIDAD
La soledad no es necesariamente mala ni significa forzosamente tristeza o aislamiento. Sean cuales sean nuestras circunstancias, la vida nos reta a apreciarla en todos sus matices y está en nosotros victimizarnos o afrontar la soledad como la oportunidad de romper la ilusión de nuestra mente que aparentemente las personas sólo somos mitades, cuando en realidad somos seres completos.

La soledad es simplemente una situación más de la vida, con sus ventajas e inconvenientes como todas las demás, pero vale la pena resaltar la forma en que la percibimos y cómo reaccionamos ante ella para descubrir cuáles son las creencias que tenemos al respecto.

En el mundo actual, donde es difícil encontrar momentos en las que podamos disfrutar de un momento libre de obligaciones, existe la opción de una  "soledad deseada" que resulta algo casi terapéutico, recomendable  y necesario para sobrellevar el estrés de la vida diaria. Este tipo de soledad es cuando una persona decide disponer de tiempo para la  intimidad personal y donde  se experimenta una sensación de libertad en la que se puede elegir qué es lo que más se desea hacer sin necesidad de dar explicaciones a nadie. Esto indica que puede disfrutar de sí misma y la capacidad de estar sin otras personas como evidencia de autonomía y sano amor propio. Si nos atrevemos a ver la soledad desde este punto de vista y  descubrimos su lado luminoso puede ofrecernos muchas ventajas e innumerables dones como: Intimidad, espacio vital, acercamiento, reflexión, serenidad, paz interior, desarrollo personal, profundidad, crecimiento, libertad, presencia, independencia y espiritualidad.

Podemos valorar a la soledad desde la perspectiva de:
  •  La soledad como el tiempo y espacio para cuidar de nosotros mismos y consentir  nuestro cuerpo.
  • La soledad como espacio de reflexión que nos permite madurar y definir a fondo nuestra propia identidad.
  • La soledad como oportunidad de transformar los momentos aburridos y poder ser más creativos.
  • La soledad para aprender a estar con uno mismo y a disfrutar de nuestra propia compañía.
  • La soledad para escribir poesía, ver un atardecer o simplemente tomarse una siesta.
  • La soledad para mirarnos al espejo y descubrir que somos únicos e increíbles.
  • La soledad que nos da el espacio para ejercitarnos y cuidar de nuestro cuerpo.
  • La soledad como indispensable para establecer contacto con lo más profundo de nuestro ser.
  • La soledad para orar, meditar y profundizar mi comunicación con Dios.
  • La soledad para expresarnos artísticamente en la manera que más disfrutemos.
  • La soledad como oportunidad de conocernos y meditar sobre nuestra vida para sanar las heridas que llevamos dentro.
  • La soledad como la compañera esencial en los momentos de crecimiento y reflexión.
  • La soledad como gratificación de disfrutar la desbordante presencia de uno mismo, donde no hay necesidad de nadie más.
  • La soledad para descubrir y desarrollar nuestras habilidades personales.
  • La soledad para aprender a disfrutar del silencio y valorar los pequeños detalles de la vida.
  • La soledad como un momento de libertad personal y ser totalmente auténticos.
 Texto: Lic. Fernando Yon 

Lafacetahumana.com

 La Soledad en compania

Hablamos de la soledad-desconexión, esta soledad producto del alejamiento de nosotros mismos y, como consecuencia, del distanciamiento de las personas que nos rodean.

La conciencia de su vulnerabilidad les hace sentir miedo a mostrar sus debilidades y les mueve a colocarse una máscara de fortaleza o de distancia para protegerse. Quizá por este motivo, expresan a su pareja tan sólo una parte de lo que sienten y le esconden su realidad más profunda. Tal vez se muestran seguros o fuertes –como no son- en su intento de ser más amados. Pero el otro actúa en consecuencia: es fuerte, no me necesita. Es autosuficiente. No puede dar, aunque quisiera, lo que no le ha sido pedido o no ha sabido captar.

La soledad puede ser también el precio de elegir una pareja egoísta o narcisista que sólo vive para sí misma y no es sensible a los demás. Su falta de empatía le incapacitará para dar una respuesta adecuada a las demandas que se le hacen.

En ocasiones podemos sentirnos solos porque el nivel de calidad de la comunicación que se ha establecido es bajo. Debido a la incompetencia emocional y comunicativa, hay personas que evitan compartir sentimientos, no tanto porque no quieran, sino porque no han aprendido a expresarlos y se sienten incómodos haciéndolo.

El precio de todas estas situaciones suele ser la soledad en compañía. El sentido de la pareja no es salvarnos sino encontrarnos, pero el encuentro no es fácil y el alejamiento y la desconexión emocional nos hace sufrir. Nada hay peor que el vacío de la soledad cuando estamos con alguien que hemos elegido amar, que tenemos físicamente cerca y tan lejano emocionalmente.

¿Por qué nos exponemos libremente a esta tortura? ¿Qué extraño mecanismo nos mantiene atados a un entorno relacional frío e insensible?

Las personas suelen querer cambiar de dependencia pero, raramente, desean independizarse porque el precio de la independencia es lidiar con la propia soledad, con la compañía de uno mismo y el encuentro con ese ser interior, a veces tan olvidado. Y esta posibilidad nos da tanto miedo que frenamos nuestro impulso a buscar relaciones de mayor calidad prefiriendo quedarnos con “la compañía” y nada más. Pero no hay peor soledad que ésta. La sabiduría popular tiene un buen refrán que hacemos nuestro: mejor solos que mala acompañados. La compañía no debe ser el único motivo para formar pareja. Una mascota también nos puede acompañar.
Soler y Conangla. Juntos pero no atados
Fuente: Web Psicoencuentro

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