Sensaciones, personas,
afectos, armonía… Si tuviéramos que elegir, las emociones estarían antes que
los bienes materiales
Imagínese que le han ofrecido el proyecto de su vida… no importa si es personal, laboral o de cualquier otro tipo. Es un proyecto que ni puede ni desea rechazar. Se tiene que marchar muy lejos y le conceden diez deseos para convencerle. Usted puede llevarse diez cosas, lugares, experiencias… Diez hábitos, elementos u objetos a los que no querría renunciar bajo ningún concepto. ¿Preparado para viajar, preparado para hacer esta elección? Se trata de diez imprescindibles en su vida para ser feliz en su nuevo destino y con su nueva historia. ¿Qué se llevaría?
A pesar de que con esta pregunta todo el mundo empieza
a fantasear, al final la elección del decálogo es muy similar para todos. Lo
que la mayoría de las personas dicen necesitar para ser felices es más básico y
más fácil de obtener de lo que imaginamos. Nadie elige al final un coche de
superlujo ni a una mujer u hombre espectacularmente atractivos.
La familia. Sobre todo
la familia inmediata, esa que convive con usted: sus hijos, su pareja, su
compañero de piso, el padre o madre que admira o la abuela que tanto adora.
Personas con las que comparte miedos, alegrías, decisiones, que están para dar
apoyo y seguridad. Acompañantes con los que se puede estar en silencio sin que
el silencio parezca incómodo. Su núcleo.
Sus amigos. A quienes
confía sus secretos, sus inquietudes, y con quien abre su alma. Los que le dan
la mano para tirar de usted cuando está en lo más hondo y los que se alegran de
forma sincera de sus éxitos. Amigos que le quieren de verdad, sin envidia y sin
rencor.
“La felicidad humana
generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días”
(BENJAMÍN
FRANKLIN)
Su trabajo. El trabajo
es un lugar en el que uno se siente productivo, aporta ideas, participa,
resuelve problemas, se relaciona con gente. El trabajo, bien gestionado y bien
dirigido, es una fuente de placer. De hecho, uno de los principales motivos por
los que las personas deciden trasladarse de ciudad y distanciarse de su gente.
Si eligieron su dedicación por vocación, a pesar de las quejas, el esfuerzo,
los horarios o la rutina, si tuvieran que viajar lejos, querrían llevarse el
concepto “desempeñar una profesión”.
Sus libros, su música,
las fotos y todo lo que le identifica y con lo que se ha sentido en armonía
durante su vida. La cultura es ocio, es crecimiento personal, es disfrute, es
fluir. Es una seña de identidad. La literatura y la música provocan un potente
chorro de emociones, le hacen sentir vivo, le evocan recuerdos de la infancia,
del momento en el que se enamoró e incluso de cuando sufrió.
Hay libros de los que
no se desprendería jamás, cedés que volvería a comprar cada vez que los
perdiera, fotos que le provocan sonrisas… Ese material que de vez en cuando
desempolvamos para revivir, para sentir la nostalgia y el paso del tiempo y
recuperar esas sensaciones que nos dejaron huella en el alma.
El estilo de vida. Las
actividades que le hacen sentir de forma plena, como ir al cine, practicar
deporte, pasear, jugar al fútbol, quedar con amigos, su manera de cuidarse,
etcétera. El estilo de vida está relacionado con elecciones que ha ido haciendo
a lo largo de su existencia y que la experiencia le dice que le sientan bien,
tanto a nivel de salud como de ánimo.
El Baúl de los
recuerdos. Lugares especiales que fueron formando la memoria de la vida, la de
las experiencias tristes, románticas, apasionadas, salvajes, irascibles. En
este baúl no hay tangibles, hay momentos: una cena en la que tomó una decisión
importante, una mirada, el amigo que le traicionó, una pelea que no olvida, la cara
emocionada de su hijo, el agradecimiento hacia la gente que le ha hecho bien en
su vida… En el baúl también se lleva la experiencia, la formación y todo lo que
ha ido aprendiendo de la vida.
"Solo se ve bien con el corazón, lo
esencial es invisible a los ojos", en 'El principito', de Antoine de
Sant-Exupéry.
El baúl condiciona
mucho su carácter. Las personas que guardan más momentos felices que tristes
tienden a estar en paz y en equilibrio. Mientras que las personas que miran
atrás y se centran en los agravios, en las deslealtades o en sus errores se
sienten irascibles y con la idea de que la vida les debe una.
Los animales
domésticos. Para las personas que comparten su vida con uno, forma parte de su
familia. No los abandonarían ni los dejarían fuera del proyecto.
Las emociones, las
risas, el llanto, la pena, la frustración, la alegría. Ni el baúl de los
recuerdos ni la lectura ni las fotos ni la música tendrían sentido si no
generaran emociones. Las emociones nos hacen sentir vivos. Huimos de la rutina
aburrida, la que nos convierte en autómatas, la rutina que nos pinta el alma de
gris. Las personas buscan agitarse, enamorarse, sentir mariposas, ilusionarse,
porque las emociones son nuestro motor.
Tecnología. Hay
personas que, por trabajo o por diversión, le dedican muchas horas al día, que,
bien gestionadas, han colaborado para que tenga una vida más fácil. Es cierto
que le pueden esclavizar y provocar la sensación de tener que vivir deprisa,
dando respuestas inmediatas a todo, pero a pesar de sus inconvenientes, pocas
son las personas que hoy rechazarían los avances tecnológicos.
La ciencia, la
medicina, los descubrimientos, la ingeniería, la inteligencia… todo lo que al
ser humano le ha permitido avanzar, descubrir e investigar. Estas disciplinas
son una fuente de superación para la humanidad. Nadie quiere dejar atrás los
grandes avances que permiten vivir en un mundo más cómodo, confortable y
seguro.
¿Y a usted qué le
falta para ser feliz? ¿Coincide con el decálogo? Sea cual sea el déficit, tiene
arreglo. Porque este decálogo, excepto el tener trabajo, no depende de la
crisis. Depende de su valentía, de tomar decisiones, de orientarse hacia lo que
se disfruta en lugar de hacia lo que resta. Está al alcance de casi todos los
que disfrutamos del privilegio del primer mundo. Somos nosotros quienes tenemos
que plantarle cara a la vida y envalentonarnos.
Diversos estudios
científicos han demostrado que las personas son mucho más felices con las
experiencias que con los bienes materiales. Lo material pierde valor nada más
adquirirlo, pero la huella que dejan las emociones fruto de las experiencias
perdura en el tiempo, en la memoria. Y recordando una vivencia podemos volver a
experimentar lo que sentimos sin tener que repetirlo.
“La felicidad es
interior, no exterior; por tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que
somos”
(HENRY VAN
DYKE)
Empiece por decidir
qué punto del decálogo le gustaría potenciar o tener en el caso de que no lo
posea, y defina cómo quiere satisfacerlo. Tener experiencia con los puntos del
decálogo depende en gran parte de nosotros mismos. Elegimos a nuestras parejas,
decidimos tener hijos, escogemos a los amigos, formamos nuestro estilo de vida,
decidimos recordar un agravio u olvidarlo, disfrutamos con nuestros hobbies,
damos valor a los avances, nos fascinamos con una obra de arte o nos recreamos
en la lectura. A pesar de que el valor del dinero es importante, en el decálogo
no es determinante para ser feliz.
Lo de pedir un deseo y
que se elija "que me toque la primitiva” es más utópico que real. Cuando
nos vemos en la tesitura de tener que elegir con criterio y de verdad, su
atención está puesta en lo importante. Las personas felices lo son no porque
tengan más que otros, sino porque ponen su atención en lo que tiene sentido.
Entrenarse para ser
feliz es entrenarse para vivir, o viceversa. Lo uno lleva a lo otro. Pero
entendiendo este concepto en toda su envergadura, existir para soñar y para
recrearnos en lo que suma. Nadie firma un contrato ni promete pasar por un
calvario para ser dichoso. No hay mejor paraíso que el que generamos a nuestro
alrededor. La vida es un lugar para disfrutar, para rodearse de buena gente,
para sacar lo mejor que lleva dentro, para compartir, para ser bondadoso; en
definitiva, para ser persona. ¿A qué espera? Hoy es un buen día para ser feliz.
Fuente; El Pais
Autor: Patricia Ramierez
Fuente; El Pais
Autor: Patricia Ramierez
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