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No olvidar nunca nuestros origenes



El camino hacia el éxito está más cerca de la humildad que del orgullo excesivo. Cuando alcanzamos el éxito nos sentimos verdaderamente realizados, y con justificada razón. Pero en muchas ocasiones un éxito tras otro puede llegar a perjudicarnos si no somos capaces de asimilarlo con humildad.

Es más, a la soberbia que en ocasiones suele acompañar al éxito la llamamos el síndrome del éxito. ¿Por qué? Porque se supone que el éxito será eterno y sencillamente se duerme uno en sus laureles. Se piensa que como en el pasado ya se tuvo éxito, éste va a perdurar eternamente. Hay que tener cuidado...

Si esto ocurre hay que hacer un alto en el camino, detenerse a pensar y reflexionar sobre aquello que se está dejando de hacer y que se hacía en el pasado -en el origen-, cuando se iniciaba el camino del éxito.

Si reflexionaramos sobre esto:

¿Qué esfuerzo realicé para llegar a donde estoy hoy?
¿Qué es lo que hacía yo al principio de mi actividad laboral y/o carrera profesional?
¿Qué hábitos tenía?
¿Qué ideales perseguía?

Seguramente en un principio lo lógico era que arriesgábamos todo; éramos mucho más audaces y atendíamos muy de cerca a nuestros seres queridos, a nuestros amigos o a nuestros clientes o reportes.
Regresar a nuestros orígenes puede ser la clave para recuperar la ruta del éxito y esto se aplica en todos los campos de la vida. 

En este punto entramos a definir la importancia de cómo establecemos los vínculos con los otros (clientes, jefes, pares, proveedores). La manera de relacionarse en forma empática.

Empatía: ponerse en el lugar el otro, ni con simpatía, ni con antipatía: simplemente "en el otro".
Hablemos por ejemplo del matrimonio: recuerden ustedes cómo nos arreglábamos cuando íbamos a ver con nuestra pareja durante la época del noviazgo. Todo lo que no hacíamos para que nos vieran bien e impresionar al otro!
Ahora que han pasado los años de consumado el matrimonio, algunos han subido de peso. Otros ya no prodigan ni caricias. Los esposos han olvidado que ese matrimonio tuvo una etapa de conquista y que cuando se enamoraron fue debido a la atención y el servicio que se dieron uno al otro.

En el mundo empresarial llamamos entropía organizacional al acto de olvidar lo que se hizo en los orígenes. Se trata sencillamente del descuido, del olvidamos cuál fue nuestro origen y eso nos lleva al fracaso en la mayor parte de las ocasiones.
Intentemos recordar cómo atendíamos al primer cliente de nuestra empresa.
Nos daba gusto explicar hasta en el más mínimo detalle. Hacíamos un seguimiento. No lo descuidábamos.

Hoy el cliente -insisto: el cliente interno y el externo- ya se hizo algo usual, se convirtió en rutina y sencillamente se nos ha olvidado cómo lo tratábamos originalmente.
Reflexionemos un poco y veamos cómo esto sucede en muchos campos de nuestra vida.

Si cada uno de nosotros quiere recuperar su ruta hacia adelante, por favor, regresemos a nuestros orígenes. El trato que demos a los clientes, nuestra familia y nuestros amigos deberá ser como si fuera la primera ocasión que está llegando a nuestra casa o a nuestra empresa.
Intentemos conquistarlos.

Hagamos un seguimiento de nuestra gente, pues ellos son los que nos dieron el punta pié inicial para el éxito de hoy, o al menos para el que queremos lograr.

Recordémoslo siempre: es saludable echar una mirada a nuestros orígenes.

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