La depresión es la verdadera pandemia de nuestro siglo. Es un trastorno común que segun la
Organización Mundial de la Salud, actualmente safecta a más de 350 millones de
personas en el mundo, que cada año se
cobra la vida de aproximadamente 1 millón de personas y cuyas consecuencias pueden llegar a ser muy
discapacitantes. Aproximadamente un 71% de quienes padecen depresión intenta ocultarlo.
Aunque se trata de un trastorno psicológico, en su base
se suelen encontrar factores genéticos y provoca cambios profundos en
el cerebro.
Aunque los psicólogos y neurólogos a menudo hablan de la depresión
como una entidad o un mero concepto, a veces es necesario escudriñar
más allá. La depresión no es algo ajeno. De hecho, es probable que
alguna de las personas que conoces y ves todos los días, la padezca. Por
eso, es importante romper muchos de los mitos que se han generado sobre
este trastorno y que no sirven más que para empeorar un estado de ánimo
abatido de por sí.
Un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry
analizó el cerebro de 8.927 personas, entre ellas 1.728 que padecían
depresión mayor. Los neurocientíficos descubrieron que mientras más episodios depresivos habían sufrido, más pequeño era su hipocampo, un área del cerebro vinculada con la memoria a largo plazo, la formación de recuerdos y la conexión de estos con las emociones.
Estos resultados están en sintonía con una investigación anterior publicada en la revista JAMA Psychiatry
en la que se les dio seguimiento durante tres años a personas que
padecían depresión. Los investigadores comprobaron que este trastorno
estaba vinculado con una reducción considerable de la densidad de materia gris en tres zonas del cerebro: el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
Todo parece indicar que en la persona deprimida la amígdala, una zona relacionada con el procesamiento de las emociones,
se desacopla de la red emocional. Esto haría que procesen con menos
precisión las situaciones que tienen un impacto emocional y, por ende,
que perciban los hechos neutros como negativos. En práctica, sería el
mecanismo que les hace ver el mundo de color gris.
De hecho, estos cambios a nivel cerebral agudizan los síntomas de la depresión.
No solo afectan la capacidad para regular las reacciones emocionales y
concentrarse, sino que además se encuentran en la base de la pérdida de
la memoria y la aparición de pensamientos negativos recurrentes.
La culpa podría ser de la inflamación
Una teoría para explicar la reducción de volumen que experimenta el cerebro como resultado de la depresión apunta
al aumento de cortisol, que desencadena una respuesta inflamatoria en
el organismo y provoca daños a nivel molecular. De hecho, el cerebro de las personas que padecen depresión mayor muestra un 30% más de inflamación que un cerebro sano.
El proceso inflamatorio está vinculado a las citoquinas, unas
moléculas que son capaces de traspasar la barrera sangre-cerebro y
afectar las funciones cerebrales. Las citoquinas pueden llegar a dañar las sinapsis
reduciendo la disponibilidad de monoaminas, cuya disfunción se
encuentra en la base del mecanismo patofisiológico de la depresión.
Además, expone las células nerviosas al estrés oxidativo, causando su
muerte.
¿Estos daños se pueden revertir?
La depresión tiene consecuencias graves, pero la plasticidad cerebral
juega a favor de las personas que sufren este trastorno. En 1996 se
descubrió la neurogénesis, el crecimiento de nuevas células nerviosas,
que comienza precisamente en el hipocampo, donde se desarrollan las
células madre que más tarde se dividen y forman nuevas células nerviosas
especializadas en distintas funciones.
En un cerebro sano los procesos de degeneración y regeneración están
equilibrados, pero en las personas que sufren demencia y depresión
prevalece la degradación. Sin embargo, combatir la depresión,
ya sea a través de la psicoterapia, los antidepresivos o incluso el
ejercicio físico, puede revertir algunos de los daños a nivel cerebral
que provoca este trastorno, estimulando el nacimiento de nuevas células
nerviosas.
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Las personas deprimidas a menudo se sienten indefensas, sin esperanza,
sin valor y creen que sus vidas están fuera de control. Sin duda, se
trata de una condición compleja, que significa mucho más que simplemente
“estar tristes” o sentir que la vida no tiene sentido. De hecho, se ha
demostrado que algunas zonas del cerebro de estas personas están
profundamente afectadas por la depresión y funcionan de manera
diferente. Por eso, para ayudar a una persona deprimida, el primer paso
es comprender realmente qué le sucede, entender cómo funciona su mente.
Lo que me gustaría que las personas supieran sobre la depresión
Me gustaría que las personas supieran que la depresión es un problema
complejo, que es una condición tanto fisiológica como psicológica, que
no se puede simplificar para intentar encajarla dentro de esa pequeña
caja donde metemos nuestros estereotipos y creencias.
El proceso de recuperación puede
ser largo y no existe un único camino, porque la sanación se
alimenta de diferentes fuentes. Cada quien debe seguir su propio camino.
La depresión no ocurre en
un vacío sino que es parte de una intrincada red de sistemas biológicos
(nervioso, digestivo, endocrino, respiratorio) y que suele atacar tanto
al cerebro como a la tiroides y, por supuesto, al corazón. Que si
queremos ayudar realmente a esas personas, no basta con recetar antidepresivos, debemos adoptar una perspectiva holística.
Un cuadro depresivo sin
tratamiento incrementa el riesgo de sufrir otras enfermedades, desde
trastornos neurodegenerativos como el Parkinson y la esclerosis múltiple
hasta la gripe, un ictus o una enfermedad respiratoria. Y que las
personas deprimidas tienen un riesgo mayor de morir a causa de estas
patologías.
Me gustaría que las personas les ofrecieran a quienes luchan contra la
depresión, la misma compasión y comprensión que suelen darle a quienes
tienen cáncer, artritis, lupus o cualquier otra enfermedad aceptada
socialmente. Que no las discriminaran ni juzgaran y, sobre todo, que no
les colocarán la etiqueta de “enfermos mentales”.
La depresión severa no es algo
que se pueda curar participando en un seminario ofrecido por el gurú de
turno y que a pesar de la increíble neuroplasticidad de nuestro
cerebro, es imposible que una persona deprimida supere su problema
recurriendo solo a los pensamientos positivos. Aunque estas personas
creen nuevas conexiones e intenten cambiar su actitud, no pueden
convertir una bombilla en un elefante de la noche a la mañana, de la
misma forma en que dejar de pensar en un tumor no hará que este
desaparezca.
Quienes sufren depresión también son capaces de fingir una sonrisa
durante las dos horas que dura la cena, para después llegar a casa y
teclear en Google “la forma más fácil de enfermar de cáncer”. Me
gustaría que supieran que las personas más deprimidas merecerían un
Premio Óscar por sus actuaciones, porque se esfuerzan por llevar una
vida normal, solo para no entristecer o preocupar a quienes están a su
alrededor, o porque les asusta mostrarse vulnerables.
Los medicamentos no
ofrecen todas las respuestas y que las endorfinas que se liberan durante
el ejercicio físico no son más que pequeños parches para una herida que
necesita puntos de sutura. Que los complementos alimenticios ayudan
pero no son mágicos y que el yoga puede ser eficaz en algunos casos pero
completamente inútil en otros.
La peor parte de la depresión
es la soledad, la incapacidad para expresar la angustia que se lleva
dentro. Y que una sociedad que demanda siempre caras felices y
sonrientes, solo hace que estas personas se sientan aún más solas e
incomprendidas, además de impedirles contar la verdad sobre su estado.
Quienes luchan contra la depresión no son perezosos o débiles y no les
falta fuerza de voluntad ni compromiso. De hecho, el cerebro de las
personas deprimidas, visto en un escáner, luce diferente y funciona de
manera diferente, porque hay pérdida de densidad neuronal en algunas
zonas. No es su culpa.
Para quien sufre depresión, lo más difícil del mundo es mantenerse vivo día tras día, porque cada mañana llega cargada de una dosis descomunal de desesperanza. Que lo que para nosotros es normal y damos por descontado, para la persona deprimida es un reto tan grande como subir el Everest.
Para quien sufre depresión, lo más difícil del mundo es mantenerse vivo día tras día, porque cada mañana llega cargada de una dosis descomunal de desesperanza. Que lo que para nosotros es normal y damos por descontado, para la persona deprimida es un reto tan grande como subir el Everest.
La depresión no excluye
la gratitud, que alguien puede sentirse deprimido y agradecido al mismo
tiempo y, por eso, lo mejor que podemos hacer por esa persona es creer
en ella y sostenerla a lo largo de ese viaje.
En la mente de la persona deprimida: 5 insights:
1. Incapacidad para establecer objetivos específicos
Las personas deprimidas tienen una tendencia a la sobregeneralización y a
pensar de forma abstracta. Ejemplo de ellos son frases como "todo es lo mismo” o “ya nada me importa".
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Liverpool ha puesto
de manifiesto que las personas deprimidas suelen plantearse objetivos
de carácter más general y abstractos. Esto también significa que les
resulta más difícil llevarlos a la práctica ya que sus metas no son muy
precisas ni fácilmente cuantificables. De esta forma, es más probable
que se vean atrapados en un círculo de ilusiones rotas y expectativas
irreales.
2. Problemas de memoria
Uno de los síntomas menos conocidos de la depresión,
pero también uno de los más negativos, son los problemas de memoria. Se
ha podido apreciar que las personas que padecen depresión durante años,
terminan desarrollando dificultades en la memoria declarativa, que es
la que se encarga de recordar hechos específicos, como los nombres o los
lugares. De hecho, un estudio particularmente interesante realizado en
la Brigham Young University descubrió que las personas deprimidas
pierden la capacidad para diferenciar las experiencias similares. Y es
que la depresión desdibuja la memoria.
3. Dificultad para recordar los buenos tiempos
La mayoría de las personas no tienen dificultades para rememorar los
buenos tiempos. De hecho, se trata de un recurso que podemos utilizar
cuando estamos desmotivados, tristes o melancólicos. Sin embargo, esta
tarea puede ser complicada para las personas deprimidas ya que suelen
centrarse en las dificultades y hechos negativos, más que en los buenos
momentos. Esto se debe al hecho de que los pensamientos depresivos,
cuando se dejan libres, simplemente atraen otras ideas depresivas,
formando un círculo vicioso de negatividad del cual es difícil salir.
4. Realismo depresivo
Un estudio particularmente interesante realizado en la Kent State University
desveló un hecho sorprendente: las personas deprimidas tienen una
visión más realista del mundo. De hecho, el resto de las personas sufren
una especie de “optimismo adaptativo”, el cual les permite ver la vida
desde un prisma más positivo. Sin embargo, las personas deprimidas no
tienen ese prisma por lo que pueden evaluar su propio desempeño con
mayor precisión e incluso son capaces de prever con mayor fiabilidad
algunas situaciones del futuro. Sin embargo, lo que a primera vista
puede parecer un don, en realidad les sume aún más en la depresión.
5. Más dolor físico
Para colmo de males, cuando una persona está deprimida, experimenta un
nivel mayor de dolor físico. Así lo comprobó un experimento realizado
por investigadores de la Universidad de Oxford. En el estudio se pudo
apreciar que cuando se provocaba un estado de ánimo negativo, marcado
por la tristeza, el cerebro de las personas reaccionaban con mayor
intensidad ante el dolor y ellos mismos reconocían que encontraban estos
estímulos más desagradables y más difíciles de soportar.
Fuentes:
Dickson, J. M. & Moberly, N. J.
(2013) Reduced Specificity of Personal Goals and Explanations for Goal
Attainment in Major Depression. PlosOne; 8(5).
Shelton, D. J. & Brock, C. (2013) A
possible negative influence of depression on the ability to overcome
memory interference. Behavioural Brain Research; 256(1): 20–26.
Moore, M. T. & Fresco, D. M. (2012) Depressive realism: A meta-analytic review. Clinical Psychology Review; 32(6): 496–509.
Berna, C. et. Al. (2010) Induction of
Depressed Mood Disrupts Emotion Regulation Neurocircuitry and Enhances
Pain Unpleasantness. Biol Psychiatry; 67(11):1083-1090.
Borchard, T. (2014) What I Wish People Knew About Depression. Everyday Health. Ronconpsicologia.com
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