En una nueva entrega de las autoras de Deseoconsumido.com, hacen un recuento minucioso de la cantidad de objetos que reciben y acumulan los niños de la casa; la abundancia de regalos que no reporta ningún beneficio
La consola de videojuegos en su última versión. Eso
pide mi hijo, de forma sistemática, desde hace dos años. Faltan aún casi diez
meses para que cumpla siete, pero cada vez que encuentra la ocasión saca el
tema y pregunta: "¿Cuándo me la van a regalar, para el Día del Niño, para
Navidad, para mi próximo cumpleaños"? Algunos de sus compañeritos de clase
-me jura- ya la tienen. Y en esa odiosa comparación (como todas) él reconoce
una deuda.
Un poco por convicción y otro por cuestiones
económicas, la consola de videojuegos seguirá pendiente en su lista de deseos.
Pero en su lugar, tal vez como una forma de compensar las horas en que los
padres estamos fuera de casa trabajando, por provocarle una sonrisa en medio de
un berrinche o porque, sencillamente, creemos que una de las maneras de
gratificar a los seres queridos es a través de un obsequio, mi hijo -como una
buena porción de sus pares que viven en centros urbanos y de familias de clase
media- recibe en promedio casi un centenar de nuevos objetos por año, lo que
podríamos denominar como la teoría del niño sobreregalado.
Cumpleaños, Navidad, Día del Niño, Reyes Magos. En
esas cuatro fechas, podríamos suponer, cada padre le regala un objeto, cada par
de abuelos, otro, dos tíos promedio y dos invitados más, que pueden ser esos
amigos que viven de cerca la crianza de nuestros hijos, da una cuenta sencilla:
7 x 4= 28 regalos. Hasta acá, lo básico. Ahora se agregan los regalos de sus
amiguitos por el cumpleaños, 15 más. Sumamos 28 + 15= 43. Padres estándar y
culposos por no compartir el tiempo suficiente con sus retoños, o porque
queremos que jueguen a otra cosa que no sea la tablet o la computadora,
entonces les compramos un regalito por mes, y así la cuenta será de 43 + 12=
55.
Los abuelos son otro capítulo. En la medida en que
pueden hacerlo también son una fuente de regalos. Llegan a casa con una
"pavadita", una vez al mes, por ejemplo, es decir 55 + 12= 67. Pero
los abuelos, generalmente, vienen de a pares, por lo que le sumamos un regalito
más del otro par de abuelos: 67 + 12= 79.
Todo esto, claro, sin sumar los regalos extra que
puede recibir un niño con padres y/o abuelos separados, lo cual duplica no sólo
la cantidad de familiares sino también la culpa, en muchos casos. Podríamos
adicionar a la teoría los muñequitos de la repetida Cajita Feliz o afines, que
pueden sumar unos 15 juguetes más por año, de suponer que somos padres
responsables con la alimentación saludable de los chicos.
Una pareja tipo tiene, en promedio, dos hijos. Por lo
que en las casas de una familia porteña tipo entran 160 regalos anuales. Pero
la acumulación de cosas comienza, casi de rigor, antes del nacimiento del
primer hijo. De suponer que hasta los 5 años de la criatura no hicimos una
"limpieza" de todos sus juguetes, los niños habrán sumado (la cuenta
sería 160 x 5) unos 800 objetos a la casa.
Muchos y
devaluados
Los expertos coinciden en que recibir muchos regalos
al mismo tiempo tiende a devaluarlos. Que la fascinación por la novedad dura
poco. Que la multiplicidad de juguetes nuevos disminuye notablemente la
atención que le puede dar a cada uno. Además, el proceso que conduce al
aburrimiento en función de esa pérdida de novedad opera en todos ellos en forma
casi simultánea. Según la doctora Mercedes Bellomo, del servicio de Pediatría
del Hospital Italiano y una de las coordinadoras de los talleres de crianza
para padres del hospital, la sociedad moderna ha dejado al consumo instalarse
cada vez más como un valor.
"Los chicos se encuentran bombardeados por
ofertas publicitarias en todas partes, con imágenes coloridas y situaciones
ideales donde los niños parecen felices. Y sería mucho pedir que eso no los
encandile, que deseen todo y lo quieran ya. Pero como adultos, somos los
encargados de poner límites a nuestros hijos que los sostengan en su
crecimiento, que los fortalezcan y les den seguridad. El hecho de poder desear
un juguete y que su pedido no se dé con inmediatez los ayudará en su
desarrollo".
Hace un tiempo, con Evangelina Himitian
reflexionábamos sobre el comentario de una mamá que se negaba frente a una
vidriera a comprarle un juguete más a su hijo. El argumento, antes de analizar
la teoría del niño sobreregalado, podría haber sonado exagerado: "Si compramos
un juguete más vamos a tener que mudarnos. Basta".
Pienso, entonces, que la consola de videojuegos puede
seguir esperando.
Los consejos de los especialistas
Regalar un juguete por vez reporta más beneficios. El
chico concentra su interés y atención en ese único objeto, lo que lo hace
especial y genera mayor impacto. Además, propicia que explore sus diversos usos
y nuevas formas de juego
Cuanto menos específico el juguete, mejor.
"Quiero la muñeca de Elsa patinadora". Error. Mejor regalar una
muñeca, a secas. Que sea complejo o con el último accesorio de moda hace que
los chicos tengan menos posibilidades de poner en práctica la imaginación
Recuperar el hábito de guardado. Si los chicos
recibieron muchos regalos, revalorizar la práctica de guardado permite que
redescubran esos juguetes en otro momento.
* La autora es periodista de LA NACION y
escribe sus experiencias junto a Evangelina Himitian en el blog Deseo
Consumido, en Twitter, Facebooke Instagram. Fotos: Soledad Aznarez, en Instagram.
Fuente: La Nacion
Autora: Soledad Vallejos
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