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Los animales también se suicidan, pero no como creíamos

Hablamos con Orlando Eijo, psicólogo canino, sobre una realidad infestada de leyendas.
Perros que se lanzan al vacío desde balcones urbanos, elefantes que saltan al foso de su jaula, delfines que chocan voluntariamente contra las paredes de la piscina hasta matarse.
¿Se suicidan los animales? ¿Terminan con sus vidas de forma consciente o planificada?
Me lo pregunto mientras marco el número de teléfono de la escuela deOrlando Eijo, un psicólogo canino que trabaja en Argentina y lleva casi 40 años dedicándose a los animales.
Publican la foto inédita de Hachiko, el perro que esperó 10 años a su dueño muertoReal foto de Hachiko, el perro fiel de Japon. Esperó durante casi diez años a su dueño muerto que un día no pudo ir a su encuentro tras fallecer repentinamente. Su lealtad no le permitió moverse desde aquella jornada de la estación de Shibuya en Tokio (Japón) donde su amo, el profesor Eisaburo Ueno, lo recogía diariamente. Fotografía fue tomada en el año 1934 por Isamu Yamamoto
Cuando un perro se instala junto a la tumba de su amo, o le espera hasta morir de viejo, no está mostrando amor. Está enfermo.
Cuando descuelga, oigo aullidos: "Son lobos americanos", me dice, "estarán un rato así".
Eijo no quiere empezar aclarando si el suicidio animal es un mito o una realidad. Decide preguntarme él a mí.
–Si te digo Hachiko, ¿qué piensas?
–¿Es una película de Richard Gere y un perro naranja?
–Muy bien. Está basada en hechos reales. Hachiko, de raza akita, esperó a su amo en una estación de tren hasta que murió de viejo. Su amo había fallecido años atrás. ¿Qué te transmite eso?
–Ternura, amor.
–Supongo que te transmitirán lo mismo los perros que se instalan en los cementerios, junto a las tumbas de sus amos.
–Da lástima, pero supongo que sigue siendo una expresión de amor.
–Ahora sustituye al perro del cementerio por una madre que ha perdido a su hijo y decide irse a vivir al lado de su lápida.
–Diría que la mujer tiene depresión.
–Exacto. Cuando un perro hace eso, no está mostrando lealtad, ni devoción, amor o altruismo. No es bonito, está enfermo, sufre una depresión patológica.
Para Orlando Eijo, el duelo de un perro es muy similar al de los humanos. Y ambos se parecen a las cinco fases de una herida.
"Primero la negación, te cortas y ni siquiera te duele, no de tas cuenta. No es cierto que tu perro haya muerto".
"Después la herida empieza a sangrar, te das cuenta, es cierto que murió, se fue. Entras en la exteriorización, el llanto, la ira".
El perro está tan triste que se cae del balcón, no piensa en irse al otro mundo
"Hasta que el sangrado se detiene. Es entonces cuando el tejido empieza a cerrarse por dentro: la coagulación. El dolor de la pérdida se vuelve hacia adentro y eso te lleva a la culpa, a preguntarte: ¿por qué lo dejé salir? ¿por qué no lo llevé al veterinario?".
"Llega la cicatriz, la tristeza. Así como las demás fases son momentos dinámicos y fuertes, esta etapa te aletarga, te deja quieto, es cuando el tejido se forma de nuevo. A nivel mental, se está reconstruyendo el objeto perdido".
Uno de los estados que puede llevar al suicidio es cuando la tristeza se extiende en el tiempo, cuando no hay reemplazo: "Los perros siempre tienen el recuerdo, pero necesitan un nuevo amigo, u otro dueño, para seguir viviendo. Cuando no lo consigue, la depresión se vuelve patológica, los desequilibra hasta tal punto de llevarlos a la muerte".
–Entonces, ¿pueden suicidarse?– pregunto.
–Se dice mucho eso de que los perros se tiran por el balcón. En realidad está desequilibrado, no mide las distancias, pierde coordinación. Está tan triste que se cae, no piensa en irse al otro mundo.
–Digamos que si el perro está triste, o estresado, dejará de comer, pero no pensará que va a morir por ello.
–Exacto.
Un adolescente deprimido conduce contradirección. No tiene planeado matarse, tampoco seguir viviendo. ¿Es un suicidio?
–Pero, ¿eso no sería una reacción instintiva de autodestrucción? ¿Una especie de suicidio natural?
–Sin planificación no hay suicidio. Los perros tienen metacognición, conciencia de sí mismos. Cuando estamos sometidos a mucho estrés, fatiga, al desastre, en general todos los seres vivos tendemos a hacer cosas totalmente desconectadas de la razón.
–¿Por ejemplo?
–Los lemmings. Estos roedores se reproducen hasta que son tantos que su estrés aumenta y de pronto se produce una estampida. Todos se lanzan a correr y se tiran al mar. No saben por qué corren, se ahogan. Eso reduce la población de forma drástica, baja el estrés y vuelven a reproducirse.
–Qué vida más trágica.
Los lemmings se lanzan a correr y se tiran al mar. No saben por qué corren, se ahogan en masa.
–No es un suicidio colectivo como muchos dicen, es algo que no pueden medir. En realidad, no es muy distinto a lo que hacemos los humanos.
–¿Cómo?
–Un adolescente deprimido, estresado y bajo presión, le da por hacer carreras con el coche y conducir en contradirección. No tiene planeado matarse, tampoco seguir viviendo. Simplemente lo hace. Por una cuestión matemática, puede morir. ¿Es un suicidio?
–Una actitud autodestructiva sí que es.
–El estrés nos conduce al desprecio hacia nuestra propia vida, hacia actividades peligrosas que a veces terminan mal. Mi pregunta es: ¿entendemos bien el suicidio?
–Puede que mucha gente se suicide despacio, de forma inconsciente.
Las situaciones más habituales por las que un perro puede terminar mentalmente enfermo son el hacinamiento, la soledad y la falta de actividad física.
El primero es simple estrés social: "Si tienes muchos perros en un espacio pequeño ocurre como en la prisión, hay miedo de que venga el grandote y te pegue. Es habitual que los perros empiecen a hacer lamida acral, se lastiman las patas o la cola, pueden llegar hasta el hueso".
Una herida que pica, que hay que lamer, es un gran alivio. Es una forma de autolesionarse y entretenerse.
Casi todas las enfermedades psicosomáticas de los perros ocurren porque viven en pisos pequeños: "Están mucho tiempo solos. Eso, la espera, les genera estrés. Tú te vas, pero tu perro se queda y no puedes esperar que esté apagado y encenderlo cuando vuelvas. Por eso una herida que pica, que hay que lamer, es una gran ocupación, un alivio. Es una forma de autolesionarse y entretenerse".
Cuando las perras no hacen suficiente actividad física, su cuerpo se piensa que acaban de parir y se prepara para amamantar.
Las consecuencias más sorprendentes de la falta de actividad física se dan en las hembras: "Ellas siempre están activas, cazando. Solo cuando las crías son muy pequeñas están quietas. Es muy habitual que a una mascota le suba la leche y empiece a actuar como si acabara de parir. Esto ocurre porque estan tan paradas que el cerebro piensa que están en su guarida, y prepara el cuerpo para amamantar".
En la escuela de psicología canina que Orlando Eijo tiene cerca de la ciudad de La Plata se trabaja con lobos americanos y uno ártico. Ellos, que han crecido salvajes, son la fuente de salud mental para los perros que no viven en situación natural, "que hoy en día son casi todos, son mascotas".
Lo más curioso de todo es la terapia, la "terapia musical para perros": son los aullidos de los lobos lo que cura a los perros.
Son los aullidos de los lobos, recordar su propio aullido olvidado, lo que cura a los perros.
"A lo largo de los años hemos ido desarrollando características en los perros que nos fueran útiles, como el ladrido. Pero el ladrido no es bueno para los perros, les estresa y les mantiene constantemente en alerta. El ladrido sale del pecho, es una exalación que se produce por contracción, un ¡BUF!".
Eijo pone como ejemplo de ladrido humano la haka del equipo de rugby All Blacks: "HU, HU, es un grito de guerra". En cambio, el aullido es una exalación larga que proviene del diafragma, como el OOOHHMMMM del yogui.
El aullido produce una vibración que los lobos usan para reequilibrar sus emociones.
"El aullido produce una vibración que los lobos usan para reequilibrar sus emociones. Los perros también lo hacían, pero lo han olvidado por culpa del hombre, porque no nos resultaba útil y nos molestaban mucho". Nuestras mascotas han perdido una de sus principales herramientas para gestionar sus emociones. Ahora, en la escuela de aullidos de Orlando Eijo, 20 perros están recordándolo, afinando su grito profundo, tan necesario para vivir en las selvas de asfalto: "Conocer nuestros recursos y frenar la impulsividad es importante. Tanto los perros y como los humanos enfermamos en las ciudades".
Saber cómo no morir despacio es saber vivir. ¿Cuál sería el aullido humano?
Por: Alba Muñoz, martes 17 de noviembre de 2015
Fuente Playgroundmat.com

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