Cuenta Julen Iturbe en su post que “muchas organizaciones se deshumanizan porque no pueden aceptar ser vulnerables”, y tiene razón porque empeñarse en negar u ocultar como sea los errores y carencias las convierte en artefactos acartonados e incapaces de gestionar con naturalidad sus contradicciones.
Esa obsesión por mostrar solo lo bueno, y aparentar una seguridad exuberante, forma parte de la liturgia del liderazgo corporativo que ha impregnado los modelos de comportamiento que todavía hoy se consideran ideales por buena parte de políticos y empresarios. Y como era de esperar, esa trampa es perfectamente extrapolable a los perfiles personales, o sea, a la forma en que nos presentamos a los demás como individuos. Por ejemplo: qué contamos de nosotros, cómo asimilamos las críticas que nos hacen o qué actitud adoptamos ante nuestras propias debilidades.
Pero no todas son malas noticias. Empieza a emerger con fuerza una línea de pensamiento (y de gestión) que aboga por liberarnos de esos complejos arrogantes y que nos invita con buenos argumentos a ver las imperfecciones como algo natural que no hay que ocultar, porque son una oportunidad para crecer y ser más creíbles.
Julen puso un video de TED que se publicó en 2010 que habla sobre una investigación realizada por Brené Brown sobre qué tienen en común las “personas genuinas”. Según ese estudio, uno de los patrones más repetidos de esas personas es “el coraje” de explicar lo que son con el corazón, con sus imperfecciones y tratándose con amabilidad. La verdad es que en estos tiempos de fuegos artificiales y cultivo exacerbado de la apariencia, que la gente se atreva a presentarse tal como es, puede entenderse casi como un acto de coraje.
Otra característica de las personas genuinas, de acuerdo a Brown, es que aceptan por completo su vulnerabilidad, y “eso los hace hermosos”. He estado dándole muchas vueltas a algunas derivaciones de ese estudio, y me resultó sumamente relevador para reflexionar sobre qué tipo de persona soy yo, y cómo me trato.
Me queda claro que la vulnerabilidad no es algo necesariamente malo, sino que a menudo es un buen antídoto contra la insensatez. Además de contribuir a una sana combinación de humidad y honestidad (de esto ya hemos hablado en "Lo que Amanda Palmer aprendió en la calle"), pienso que ayuda a reconocer la vida tal como es, con toda su riqueza y complejidad. No quiero pasar por alto el impacto que suele tener en la humildad la comprensión de que somos vulnerables, porque la arrogancia (su postura contraria) es muchas veces el resultado de la falsa creencia de que controlamos todo.
Me ha parecido muy interesante lo que dice Brown de que no es posible “insensibilizarse selectivamente” porque si intentas huir o no reconocer lo que es incierto y que te hace vulnerable, estas también creando cortafuegos para disfrutar intensamente lo que te puede hacer bien de esa incertidumbre (por ejemplo, las sorpresas agradables). El desafío, por lo tanto, es reconocer las cosas como son, y que la vida tiene un espacio importante que no puedes controlar (¡¡menos mal que es así!!).
Lo que es incierto, lo es. Conviene reconocerlo, y jugar con eso. Y si lo incierto nos hace vulnerables a resultados que no nos favorecen, hay que saber que eso es parte de la vida, porque también habrán eventos dentro de esa incertidumbre que producirán el efecto contrario, el de ayudarnos.
Por eso Brown nos invita a dejar de controlar, y a contener esa fascinación que sentimos por la predicción. No digo que sea superfluo pensar sobre el futuro, e intentar comprender los posibles escenarios en los que podemos vernos insertos, pero todo eso hay que hacerlo con flexibilidad, tratándonos amablemente, y sólo en términos de probabilidades. Está claro que pretender “convertir todo lo incierto en cierto” por arte divino es una aspiración errónea, pero también sé que hay mucho negocio alrededor de esa “propuesta de valor”, y por lo tanto, una gran capacidad para hacernos creer que es posible.
Para terminar, quiero destacar que me ha encantado la conexión que establece Brown en su investigación, entre autenticidad y vulnerabilidad. Es muy inspiradora, y confirma algunas intuiciones. Su estudio sobre las “personas genuinas” me parece muy potente, y habrá que seguirle la pista porque tenemos mucho que aprender sobre eso. Con tanto marketing de alcantarilla, montajes y estrategias calculadas, admiro cada vez más a las personas auténticas. Eso incluye, por supuesto, sus defectos e imperfecciones, porque las hace más reales. Digo lo mismo de las empresas y organizaciones, siguiendo el hilo que nos trazó Julen en su post.
Nota: La imagen del post es del album de Jurvetson en Flickr
Fuente: Blog de Amalio Rey
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