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El amor, clave del desarrollo cerebral de los niños

Investigadores analizaron cómo una generación llena de padres cariñosos podría cambiar el cerebro de la siguiente generación


El amor materno en la niñez puede estimular el crecimiento del hipocampo, que ayuda a manejar el estrés en los adultos (Getty Images).
El amor materno en la niñez puede estimular el crecimiento del hipocampo, que ayuda a manejar el estrés en los adultos (Getty Images).
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Nota del editor: El médico Charles Raison es profesor asociado de Psiquiatría en la Universidad de Arizona en Tucson.
(CNN) — En los primeros días de la psiquiatría casi toda enfermedad mental, desde la depresión, pasando por la esquizofrenia hasta el autismo, era ocasionada por una mala madre.
En las décadas de los 60 y 70, el descubrimiento de medicamentos para estas enfermedades permitió a los psiquiatras replantearlas como condiciones biológicas, nada distintas del cáncer o de las enfermedades del corazón. Los padres fueron absueltos totalmente de las enfermedades mentales de sus hijos, salvo en la medida en que les transmitieron genes malos que causaron el desequilibrio químico en el cerebro.
Los mitos inevitablemente sobreviven, a pesar de que han sido refutados científicamente. Tal es el caso de la fantasía de que las enfermedades mentales se deben únicamente a los genes y a los químicos. A lo largo de la última década, una cadena de descubrimientos científicos ha demostrado que la biología que lleva a una enfermedad mental tiene tanto que ver con el ambiente como con los químicos y la herencia genética. Y cada vez más, parece que el factor ambiental más poderoso es el amor —o la falta de éste— que los niños reciben de sus padres. Así que de una manera muy real, los padres de nuevo somos responsables del bienestar emocional de los hijos.
Un estudio reciente en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos muestra cómo el cuidado de los padres puede literalmente cambiar el cerebro de los niños.
Investigadores de la Universidad de Washington reclutaron a 92 niños de 6 meses a 6 años de edad. Llevaron a los niños y a sus padres a un laboratorio y los grabaron en video mientras los padres, en su mayoría madres, trataban de ayudar a los niños a lidiar con una tarea medianamente estresante que fue diseñada para aproximarse al estrés de criar a los hijos todos los días.
Clasificaron la habilidad de los padres para criar a sus hijos. Algunos años después, con una resonancia magnética (MRI), midieron a los niños el tamaño de un área del cerebro llamada hipocampo. Los investigadores encontraron que los niños con madres cariñosas y mejores en términos de crianza (calculado con base en su comportamiento durante el estrés del laboratorio) tenían hipocampos más grandes (es plural porque tenemos uno en cada lado del cerebro) que los niños con madres que eran promedio o malas en términos de crianza.
¿Por qué es importante este descubrimiento? Porque más que en cualquier otro lugar del cerebro, cuando se trata del hipocampo, el tamaño importa. Tener hipocampos pequeños incrementa el riesgo de todo tipo de problemas, desde la depresión y el estrés postraumático hasta la enfermedad de Alzheimer. Si tienes depresión, el tener hipocampos pequeños predice que no responderás tan bien a los antidepresivos como las personas que tienen hipocampos grandes.
Tener hipocampos pequeños aumenta el riesgo de todo tipo de enfermedades mentales. A su vez, todas las cosas de nuestra vida que nos ponen en estrés y tensión también reducen el tamaño del hipocampo. Esto es tan cierto para el consumo del tabaco como para la exposición al abuso o a la negligencia paterna durante la niñez.
Además de protegernos de las enfermedades del cerebro, necesitamos hipocampos grandes porque esta área del cerebro, aunque no es más grande que tu dedo meñique, juega un rol desproporcionadamente grande en cómo serás capaz de manejar el estrés y la tensión en tu vida, y cómo recordarás tu vida cuando todo esté dicho y hecho. Esto, debido a que el hipocampo es crucial para nuestra habilidad de formar yalmacenar memorias personales. También es de vital importancia para limitar el estrés y las respuestas inflamatorias en el cuerpo, las cuales pueden provocar un daño significativo en los órganos, incluyendo al cerebro, si no se controlan.
El hallazgo de que las madres especialmente buenas en términos de crianza pueden literalmente hacer crecer los hipocampos de sus hijos no es aislado. Es consistente con cientos de estudios en animales que muestran que la crianza materna tiene efectos biológicos relevantes en la salud física y emocional.
Un estudio realizado hace algunos años en roedores muestra que la crianza materna (medida como la cantidad de lamidas que las crías recibían de sus madres) cambiaba literalmente la forma en que el ADN de las crías se expresaba en el hipocampo. Como resultado de estos cambios, las crías que recibían lamidas extra presentaban cambios en sus sistemas de estrés que habían sido asociados repetidamente con el bienestar en los humanos.
Pero el amor maternal no es todopoderoso, ni inhibe el efecto de los genes y los químicos.
La asociación de la crianza con el subsecuente tamaño del hipocampo fue observada sólo en niños sin depresión. En niños con signos de una depresión temprana significativa, la crianza maternal no tuvo asociación con el volumen subsecuente del hipocampo en el laboratorio. ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero puede sugerir que al menos algunos casos de depresión mayor son en su mayoría genéticos o 'conectados" desde una edad temprana, y por lo tanto son bastante resistentes a los factores positivos del ambiente.
Mientras tanto, una generación llena de padres cariñosos podría cambiar el cerebro de la siguiente generación, y con eso, al mundo.

La afectividad materna hacia los bebés puede prevenir ansiedad en adultos

Es posible que buenos vínculos padre-hijo ayuden al desarrollo neuronal (…) preparando al niño para interacciones sociales más efectivas y salud mental en el futuro
Joanna Maselko, autora principal del estudio y profesora de psiquiatría en la Universidad de Duke
Los adultos que recibieron buenos niveles de afecto cuando eran bebés son menos propensos a la ansiedad y angustia
Los bebés cuyas madres son atentas y amorosas tienden a ser niños felices y bien adaptados. Pero los beneficios psicológicos de tener una madre cariñosa pueden extenderse más allá de la niñez, publicó la revista Health.
Los resultados de un estudio en el que se observó a casi 500 personas desde que eran bebés hasta que tenían 30 años, demuestran que los bebés que recibieron niveles de atención y afecto por encima del promedio, por parte de sus madres, fueron menos propensos que otros bebés a ser adultos ansiosos, hostiles y con problemas emocionales.
“Con una simple evaluación de la calidad de la interacción madre-bebé a tan temprana edad (los 8 meses) se captura algo muy importante en términos del futuro de la salud psicológica de ese bebé”, dijo a HealthJoanna Maselko, autora principal del estudio y profesora adjunta de psiquiatría en ciencia de comportamiento en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, Estados Unidos.
Los hallazgos, que aparecen en la revista Journal of Epidemiology and Community Health, muestran evidencia sólida para políticas que ayudan a fomentar interacciones positivas entre bebés y padres, dice Maselko.
El estudio también sugiere que los seguros de salud deberían cubrir los servicios (como clases de masajes para bebés) que han mostrado fortalecer la relación del niño con sus padres, dice Robin Gurwitch, profesor de pediatría del Cincinnati Children's Hospital.
“Las experiencias tempranas pueden ser un factor crucial en lo que nos pasa como adultos, y necesitamos estudiar las cosas que podemos hacer para mejorar el vínculo padre-hijo, que tal vez puede servir como un factor de protección más adelante”, dijo Gurwitch, citado porHealth.
El estudio incluyó a 482 bebés nacidos en Estados Unidos a principio de la década de los sesenta. Junto con sus madres, los bebés eran parte de un estudio nacional más general sobre embarazo e infancia.
Cuando los bebés tenían 8 meses de nacidos, psicólogos observaron las interacciones de las madres con ellos, mientras que los bebés realizaban una serie de pruebas de desarrollo.
Los psicólogos calificaron el afecto y la atención de la madre en una escala de 5 puntos que iba desde “negativo” hasta “extravagante”. La gran mayoría de las interacciones (85%) fueron consideradas “cálidas”, o normales, reseña Health.
Alrededor de 30 años después, los ahora adultos fueron entrevistados y se les preguntó por su nivel de angustia emocional. Los adultos cuyas madres habían mostrado afecto “extravagante” o “cariñoso” (los dos niveles más altos) eran mucho menos propensos que los demás a laansiedad. También era menos probable que reportaran hostilidad, interacciones sociales angustiantes y síntomas psicosomáticos.
Los hallazgos se sumaron a un gran cuerpo de investigación psicológica sobre apego madre-hijo, que sugiere que los vínculos saludables entre niños y sus padres son cruciales para el desarrollo emocional del niño.
Maselko y sus colegas sospecharon que sus hallazgos podían ser explicados, en parte, por la hormona oxitocina, que actúa como un químico cerebral. También conocida como la 'hormona del afecto' o la 'hormona de la ternura', la oxitocina es liberada durante la lactancia y otros momentos de cercanía con los padres.
“La oxitocina contribuye a la percepción de apoyo y confianza, y por ende es muy útil para construir vínculos sociales”, explica Maselko. “Es plausible que buenos vínculos padre-hijo ayuden al desarrollo neuronal en las áreas del cerebro que producen y utilizan la oxitocina, preparando al niño para interacciones sociales más efectivas y salud mental en el futuro”.
Por ahora, no obstante, es sólo una teoría. Como señalan los autores, otros factores -incluyendo la genética, los niveles de estrés de la madre, o incluso factores que no tienen nada que ver con ella- pueden explicar los hallazgos.
Las madres con bajo estatus socioeconómico mostraron menos afecto “extravagante” o “cariñoso” que las madres en mejor posición socioeconómica.
Aunque los investigadores controlaron el estatus socioeconómico y otras características, es posible que las dificultades sociales y financieras durante la niñez jueguen un papel en la angustia emocional adulta.
Charles Bauer, profesor de pediatríaobstetricia y psicología de la Escuela de Miller de Medicina de la Universidad de Miami, dice que las conclusiones sobre el papel del afecto material en el futuro mental de una persona, basado en la observación de un solo día a los ocho meses, puede ser inexacto.
“Hay muchas variables que intervienen entre los ocho meses y los 34 años”, dice Bauer. “Muchos factores pudieron haber llevado a un ambiente más estable, a una salud mental más estable, a un individuo más estable”.
Autor: Charles Raison - CNN Mexico

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