Nací en Nueva York y vivo en Madison (Wisconsin), donde soy profesor de
Psicología y Psiquiatría en la universidad. La política debe basarse en
lo que nos une, sólo así podremos reducir el sufrimiento en el mundo.
Creo en la amabilidad, en la ternura y en la bondad, pero debemos
entrenarnos en ello.
Ciencia y amabilidad
Su investigación se centra en las bases
neuronales de la emoción y los métodos para promover desde la ciencia el
florecimiento humano, incluyendo la meditación y las prácticas
contemplativas. Fundó y preside el Centro de Investigación de Mentes
Saludables en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde se llevan a
cabo investigaciones interdisciplinarias con rigurosidad científica
sobre las cualidades positivas de la mente, como la amabilidad y la
compasión. Ha cosechado importantes premios y está considerado una de
las cien personas más influyentes del mundo según la revista Time.
Tiene multitud de investigaciones y varios libros publicados. Ha
ofrecido un seminario para Estudios Contemplativos en Barcelona.
Yo investigaba los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y en la ansiedad.
...Y acabó fundando el Centro de Investigación de Mentes Saludables.
Cuando
estaba en mi segundo año en Harvard se cruzó en mi camino la meditación
y me fui a la India a investigar cómo entrenar mi mente. Obviamente mis
profesores me dijeron que estaba loco, pero aquel viaje marcó mi
futuro.
...Así empiezan las grandes historias.
Descubrí que una
mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Y
cuando desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las
emociones, me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden
cambiar en tan sólo dos horas.
¡En dos horas!
Hoy
podemos medirlo con precisión. Llevamos a meditadores al laboratorio; y
antes y después de meditar les tomamos una muestra de sangre para
analizar la expresión de los genes.
¿Y la expresión de los genes cambia?
Sí,
y vemos como en las zonas en las que ha-bía inflamación o tendencia a
ella, esta desciende abruptamente. Fueron descubrimientos muy útiles
para tratar la depresión. Peroen 1992 conocí al Dalái Lama y mi vida
cambió.
Un hombre muy nutridor.
“Admiro vuestro trabajo, me
dijo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y
la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios
neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?”.
Un enfoque sutil y radicalmente distinto.
Le
hice la promesa al Dalái Lama de que haría todo lo posible para que la
amabilidad, la ternura y la compasión estuvieran en el centro de la
investigación. Palabras jamás nombradas en ningún estudio científico.
¿Qué ha descubierto?
Que
hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es
la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un
estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar
el sufrimiento.
¿Y qué tiene que ver eso con el cerebro?
Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes.
¿Y la ternura?
Forma
parte del circuito de la compasión. Una de las cosas más importantes
que he descubierto sobre la amabilidad y la ternura es que se pueden
entrenar a cualquier edad. Los estudios nos dicen que estimulando la
ternura en niños y adolescentes mejoran sus resultados académicos, su
bienestar emocional y su salud.
¿Y cómo se entrena?
Les
hacemos llevar a su mente a una persona próxima a la que aman, revivir
una época en la que esta sufrió y cultivar la aspiración de librarla de
ese sufrimiento. Luego ampliamos el foco a personas que no les importan y
finalmente a aquellas que les irritan. Estos ejercicios reducen
sustancialmente el bullying en las escuelas.
De meditar a actuar hay un trecho.
Una
de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales
de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la
compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento.
Ahora quiere implementar en el mundo el programa Healthy minds (mentes sanas).
Fue
otro de los retos que me lanzó el Dalái Lama, y hemos diseñado una
plataforma mundial para diseminarlo. El programa tiene cuatro pilares:
la atención; el cuidado y la conexión con los otros; la apreciación de
ser una persona saludable (encerrarse en los propios sentimientos y
pensamientos es causa de depresión)...
...Hay que estar abierto y expuesto.
Sí.
Y por último tener un propósito en la vida, algo que está
intrínsecamente relacionado con el bienestar. He visto que la base de un
cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico,
algo que no se había hecho nunca.
¿Cómo se puede aplicar a nivel global?
A través de distintos sectores: educación, sanidad, gobiernos, empresas internacionales...
¿A través de los que han potenciado este mundo oprimido en el que vivimos?
Tiene
razón, por eso soy miembro del consejo del Foro Económico Mundial de
Davos, para convencer a los líderes de que hay que hacer accesible lo
que sabe la ciencia sobre el bienestar.
¿Y cómo les convence?
Mediante
pruebas científicas. Les expongo, por ejemplo, una investigación que
hemos realizado en distintas culturas: si interactúas con un bebé de
seis meses a través de dos marionetas, una que se comporta de forma
egoísta y otra amable y generosa, el 99% de los niños prefieren el
muñeco cooperativo.
Cooperación y amabilidad son innatas.
Sí,
pero frágiles, si no se cultivan se pierden, por eso yo, que viajo
muchísimo (una fuente de estrés), aprovecho los aeropuertos para enviar
mentalmente a la gente con la que me cruzo buenos deseos, y eso cambia
la calidad de la experiencia. El cerebro del otro lo percibe.
Apenas un segundo para seguir en lo suyo.
La vida son sólo secuencias de momentos. Si encadenas esas secuencias, la vida cambia.
El mindfulness es hoy un negocio.
Cultivar
la amabilidad es mucho más efectivo que centrarse en uno mismo. Son
circuitos cerebrales distintos. A mí no me interesa la meditación en sí
misma sino cómo acceder a los circuitos neuronales para cambiar tu día a
día, y sabemos cómo hacerlo.
Richard Davidson,
doctor en Neuropsicología, investigador en neurociencia afectiva
Fuente: La Vanguardia
Fuente: La Vanguardia
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