El ganador del premio Nobel de literatura lo dijo
“Personas inteligentes, y a la vez felices, es la cosa más rara que he visto.”
Ernest Hemingway
A
pesar de las ventajas que tiene ser más listo que los demás, la realidad es que
poseer un coeficiente intelectual alto no está relacionado directamente con
tomar mejores decisiones, de hecho, muchas veces puede implicar exactamente lo
contrario.
La
búsqueda de la inteligencia ha sido una constante a lo largo de la historia,
pero, ¿qué pasaría si esa búsqueda ha sido en vano?
Los
primeros pasos por identificar a los más inteligentes de entre nosotros se
dieron hace casi un siglo, cuando una prueba del coeficiente intelectual (CI)
empezó a ganar popularidad.
En 1926 el psicólogo Lewis Termin
decidió usar esta prueba para estudiar a un grupo de niños superdotados, muchos
con más de 170 de CI, que fueron conocidos como los Termitas.
Como
era de esperar, muchos de los niños que participaron en el experimento
alcanzaron fama y fortuna a lo largo de sus vidas, pero otros eligieron
profesiones mucho más humildes, como policía, marinero o mecanógrafa.
Además,
la felicidad tampoco estaba asegurada para los más inteligentes.
Los
niveles de divorcio, alcoholismo o suicidio eran igual que los de las personas
normales.
La
conclusión que se pudo sacar de los Termitas es que, mirando el lado positivo,
un gran intelecto no implica ninguna diferencia a la hora de medir la
felicidad, y mirando el lado negativo, puede significar una menor satisfacción
con la vida.
¿Por
qué entonces los beneficios de un coeficiente superior no se amortizan a largo
plazo?
Una
carga pesada
Una de las posibles
respuestas es que el mismo conocimiento de tu propio talento se puede convertir
en una carga a la que estar atado.
En los años 90 del
siglo pasado se les preguntó a los Termitas que sacasen conclusiones sobre su
vida, y en vez de reconocer sus éxitos muchos parecían tener la sensación de no
haber cumplido con las expectativas que tuvieron de jóvenes.
Otra queja recurrente es que los niños
superdotados parecen ser más conscientes de los problemas del mundo.
Mientras
que la mayor parte de nosotros no sufrimos demasiado de angustia existencial,
la gente más inteligente se preocupa más por la condición humana o se angustia con
la estupidez de los demás.
La
preocupación constante puede ser, además, signo de inteligencia.
Estudios
demostraron que aquellos con un alto coeficiente intelectual se preocupan más y
sufren mayores niveles de ansiedad a lo largo del día.
Pero
la ansiedad no proviene de plantearse las grandes preguntas existenciales, sino
de preocupaciones mundanas que los más inteligentes tienden a replantearse una
y otra vez.
Puntos ciegos mentales
La
realidad es que una mayor inteligencia no se equipara con una mayor capacidad
para tomar decisiones adecuadas; de hecho en algunos casos puede provocar que
las decisiones sean incluso peores.
Keith
Stanovich, de la Universidad de Toronto, se ha pasado la última década haciendo
pruebas de racionalidad, y ha descubierto que la capacidad de tomar decisiones
de forma correcta no está relacionada con la capacidad intelectual.
La
gente con un alto coeficiente intelectual tiende de hecho a tener un
"punto ciego de la parcialidad", lo que provoca que sean incapaces de
ver sus propios defectos y de que se guíen mucho por sus instintos.
Aunque
Stanovich cree que esta parcialidad se puede observar en todos los estratos
sociales.
"En
la sociedad hay mucha gente haciendo cosas irracionales a pesar de poseer un
nivel de inteligencia más que adecuado", afirma.
Entonces,
si la inteligencia no lleva a tomar mejores decisiones, ¿qué lo hace?
Igor
Grossman, de la Universidad de Waterloo en Canadá, afirma que tenemos que
recuperar un viejo concepto: el de sabiduría.
Sabiduría frente a inteligencia
La
idea de Grossman tiene una mayor base científica de lo que pueda parecer en un
primer momento.
"Si
uno se fija en la definición de sabiduría, mucha gente coincide en que es la
capacidad para tomar decisiones de una forma imparcial", afirma el científico.
En
uno de sus estudios Grossman comprobó que aquellos con mejores resultados en
pruebas de sabiduría también tenían una mayor satisfacción con la vida, mejor
calidad en sus relaciones y menores niveles de ansiedad.
Una
mayor capacidad de razonamiento incluso parece llevar a vivir más.
Pero
Grossman descubrió que todas estas cualidades no tenían relación alguna con el
CI.
"La
gente muy inteligente suele generar, muy rápidamente, argumentos apoyando sus
razonamientos, pero suelen hacerlo de una forma muy parcial", asegura.
De
todas formas parece ser que la sabiduría no está tan determinada,
independientemente por nuestro coeficiente intelectual.
Segun un estudio, una mayor capacidad de razonamiento puede llevar a vivir mas.
Segun un estudio, una mayor capacidad de razonamiento puede llevar a vivir mas.
"Soy
un firme creyente en que la sabiduría puede entrenarse", dice Grossman.
Con
un poco de suerte la inteligencia no se interpondrá en el camino.
Fuente:
BBC Future.
Autor: David Robson
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