Es una pregunta eterna: ¿puede el dinero comprar la felicidad?
En los últimos
años, nuevos estudios nos han dado una mayor comprensión de la relación entre
lo que ganamos y cómo nos sentimos. Los economistas han estudiado el vínculo
entre los ingresos y la felicidad en los países, mientras los psicólogos han
indagado por qué el dinero nos mueve de cierta forma.
Los resultados
tal vez parezcan obvios a primera vista: sí, las personas con ingresos más
altos son, en general, más felices que los que luchan para sobrevivir.
No obstante,
al analizar los hallazgos detenidamente, resultan más sorprendentes y mucho más
útiles.
En pocas
palabras, las últimas investigaciones indican que la riqueza por sí sola no
ofrece ninguna garantía de una buena vida. Mucho más importante que un ingreso
alto es cómo se gasta. Por ejemplo, regalar dinero genera mucha más felicidad
en las personas que derrocharlo en sí mismos. Y cuando lo gastan, las personas
son mucho más felices cuando lo usan para experiencias como viajes que para
adquirir bienes materiales.
A
continuación, lo que dicen las últimas investigaciones sobre cómo la gente
puede emplear su dinero de forma más inteligente y maximizar su felicidad.
Las
experiencias valen más de lo que uno piensa
Numerosos
estudios en los últimos 10 años han demostrado que las experiencias de la vida
nos dan un placer más duradero que las cosas materiales y, sin embargo la gente
prioriza los bienes tangibles.
Ryan Howell,
profesor adjunto de psicología en la Universidad Estatal de San Francisco, se
dispuso a resolver este enigma. En un estudio publicado este año, halló que la
gente piensa que las compras materiales ofrecen un mejor valor porque las
experiencias son efímeras y los bienes duran más. Por lo tanto, si bien de vez
en cuando gastan en grandes vacaciones o entradas para conciertos, cuando son más
cuidadosos con el dinero se quedan con los bienes materiales. Sin embargo,
Howell halló que cuando la gente recordaba las compras que había hecho, se daba
cuenta de que las experiencias proporcionaban más felicidad y un valor más
duradero.
Thomas
Gilovich, profesor de psicología de la Universidad de Cornell, ha llegado a
conclusiones similares. “Las personas a menudo hacen un cálculo racional: tengo
una cantidad limitada de dinero y puedo ir allí o puedo tener esto”, explica.
“Si voy allí, será genial, pero acabará enseguida. Si compro esta cosa, al
menos siempre la tendré. Objetivamente eso es verdad, pero no psicológicamente.
Nosotros nos adaptamos a nuestros bienes materiales”.
Este proceso
de “adaptación hedónica” es lo que dificulta tanto la compra de felicidad
mediante cosas materiales. Las experiencias, en cambio, suelen satisfacer
nuestras necesidades subyacentes, señala Gilovich.
Muchas veces,
las experiencias se comparten con otras personas, lo que nos da un mayor
sentido de conexión, y forman una parte más amplia de nuestro sentido de
identidad. Algo crucial es que no solemos comparar nuestras experiencias con
las de otras persoSnas, como sí lo hacemos con las cosas materiales, agrega.
Además, la gente obtiene más placer a la espera de experiencias que de compras
materiales, que parecen causar impaciencia.
No se
adapte a lo que compra
Una de las
principales razones por la que tener más cosas no siempre nos vuelve más
felices es que nos adaptamos a ellas.
“Los seres
humanos son excepcionalmente buenos al acostumbrarse a cambios en sus vidas,
especialmente a cambios positivos”, dice Sonja Lyubomirsky, profesora de
psicología de la Universidad de California en Riverside. “Si sus ingresos
aumentan, les da un estímulo, pero luego sus aspiraciones también aumentan
(...) Tratar de prevenir eso o frenarlo es un gran desafío”.
Un método que
puede funcionar, afirma, es mantener un sentido de apreciación y gratitud por
lo que uno tiene, ya que el proceso de adaptación proviene de dar por sentado
lo que uno posee. La variedad, la novedad o la sorpresa también pueden ayudar a
disfrutar más las posesiones. “Cuando las cosas no cambian, ahí es cuando uno
se adapta a ellas”, asevera. Intente compartir sus objetos con otras personas y
abra sus puertas a nuevas experiencias, recomienda.
Trate
de regalarlo
La paradoja
del dinero es que, si bien ganar más tiende a mejorar su bienestar, nos hace
más felices regalarlo que gastarlo nosotros mismos.
Ese fue el
hallazgo de una serie de estudios realizados por Elizabeth Dunn, profesora
adjunta de psicología de la Universidad de Columbia Británica y autora del
libro Happy Money (algo así como Dinero feliz).
Empezó dando
dinero a estudiantes en el campus, diciéndoles a unos que lo gastaran ellos
mismos y a otros que compraran cosas para otra persona. Estos últimos fueron
mucho más felices.
Dunn ha repetido
el experimento en otros países y también amplió el estudio para evaluar si la
gente seguía siendo más feliz regalando su propio dinero. Descubrió que en
países tan diversos como Canadá, Sudáfrica y Uganda, obsequiar dinero
consistentemente producía más felicidad, incluso cuando las personas eran
relativamente pobres.
Lo que afecta
la felicidad no es tanto la cantidad de dinero que se da, sino el impacto que
uno percibe de la donación, agrega Dunn. Si ve que su dinero marca la
diferencia en la vida de alguien más, lo hará feliz incluso si la cantidad que
dio es baja.
Asegúrese
de comprar tiempo
También es
importante considerar la forma en que sus compras afectarán cómo pasa su
tiempo. “Use el dinero para comprar un mejor tiempo”, dice Dunn. “No compre un
auto ligeramente más elegante para tener asientos con calefacción durante un
viaje de dos horas al trabajo. Compre un lugar cerca del trabajo, así puede
usar la última hora de sol para patear un balón en el parque con sus hijos”.
Otra forma de comprar tiempo es tercerizar tareas que no le gustan, agrega.
El
dinero trae felicidad sólo hasta cierto punto
Los
investigadores dividen la felicidad en dos componentes. El primero es
“evaluativo” y Lyubomirsky lo define como el “sentimiento de que su vida es
buena, está satisfecho con su vida, está progresando hacia sus metas” El otro
es “afectivo”, que mide con qué la frecuencia uno siente emociones positivas
como la alegría, el cariño y la tranquilidad, comparado con emociones
negativas, dice la especialista.
Daniel
Kahneman y Angus Deaton de la Universidad de Princeton descubrieron que cuando
analizaron mediciones afectivas, la felicidad no aumentaba después de que una
familia alcanzaba un ingreso anual de aproximadamente US$75.000. No obstante,
notaron un consistente aumento de satisfacción general con su vida.
La conclusión
es que cuando uno no tiene mucho dinero, una pequeña suma adicional puede hacer
una gran diferencia, debido a que hay más necesidades esenciales que cubrir.
Pero a medida que uno acumula riqueza, se vuelve más difícil seguir “comprando”
más felicidad.
No se
descontrole
Finalmente,
los investigadores concuerdan en que gastar más de lo que uno puede pagar
conduce a la miseria. Ocuparse de sus necesidades básicas y alcanzar un nivel
de seguridad financiera es importante.
Gilovich dice
que, si bien sus investigaciones muestran que las experiencias de vida generan
más felicidad que los bienes materiales, la gente debería, obviamente, comprar
primero las cosas esenciales.
En tanto,
algunos estudios han demostrado que la deuda tiene un efecto perjudicial sobre
la felicidad, mientras que los ahorros y la seguridad financiera suelen
aumentarla. “Desde el punto de vista de la felicidad, es más importante reducir
la deuda que acumular ahorros”, afirma Dunn.
Así que antes
de gastar todo su dinero en unas vacaciones soñadas, asegúrese de cubrir sus necesidades
básicas, pagar sus deudas y tener suficiente para protegerse de los problemas
de la vida.
Fuente: The Wall Streeet Journal
Autor: Andrew Blackman
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