¿No tienes fuerzas?, ¿no puedes sentir nada ni alegrarte
en la vida? Lastimosamente, es un problema común
de nuestros tiempos. Sin embargo, por fortuna, se puede combatir.
El sitio Тезис.Гуманитарные дискуссии publicó
la conferencia de un reconocido psicoterapeuta austriaco,
Alfried Langle, en donde explican de qué se trata
el síndrome, de quién es la culpa y cómo lidiar
con él. Con autorización de la fuente, Genial.gurute la ofrece
a ti.
El síndrome del trabajador quemado, también
llamado síndrome del desgaste laboral, es un síntoma de nuestros
tiempos. Es una condición de agotamiento que nos conduce a una
parálisis de nuestras fuerzas y sentimientos, y la cual
va de la mano con la pérdida de la alegría por
vivir. Actualmente los casos de este síndrome son cada vez más frecuentes.
No simplemente es típico para las profesiones relacionadas
al trabajo social, a las cuales se les atribuía este síndrome
antes, sino también para otras carreras e inclusive la vida personal.
A la propagación del síndrome de agotamiento contribuye nuestra
era: los tiempos de avances tecnológicos, de consumo excesivo,
de nuevo materialismo, de entretenimiento y de disfrutar
de la vida. Son los tiempos en los que nos explotamos
a nosotros mismos y dejamos que nos exploten.
El agotamiento
leve
Creo
que todos han sentido alguna vez los síntomas del agotamiento. Descubrimos las
señales de agotamiento después de haber pasado por una tensión fuerte
o al haber finalizado alguna tarea en general. Por ejemplo,
te estabas preparando para tus exámenes, trabajando en algún proyecto
difícil, escribiendo tu tesis o cuidando a tus dos hijos
pequeños. A veces tienes que emplear más fuerzas para solucionar algún
asunto crítico.
Otro
ejemplo de esto son los doctores que durante una epidemia
de influenza tienen mucho más trabajo. Y es entonces cuando
surgen tales síntomas como irritabilidad, falta de deseo, trastornos del
sueño (cuando no puedes conciliar el sueño o pasa todo
lo contrario, duermes mucho tiempo), disminución
de la motivación, incomodidad, síntomas depresivos. Es una
variación bastante sencilla del agotamiento, te quemas a nivel
de reacciones, se manifiestan las reacciones fisiológicas
y psicológicas como respuesta a un estrés fuerte.
Cuando
la situación que te generó agotamiento termina, los síntomas
desaparecen por su cuenta. En este caso te pueden ayudar los
días de descanso, los fines de semana, vacaciones, dormir, hacer
ejercicio. Si no compensas la energía mediante el descanso,
el organismo entra a un modo de ahorro de batería, tal
como si fuera una computadora personal.
En realidad
tanto el cuerpo como la psique están constituidos para aguantar mucho
estrés y tensión, porque a veces tenemos que trabajar muy duro para
alcanzar algunos objetivos grandes. Por ejemplo, si tienes que rescatar
a tu familia de algún apuro.
El problema
es otro: si el reto no se acaba, es decir,
si la gente realmente no puede descansar, si constantemente
las personas sienten que están obligadas a cumplir con algunas
expectativas elevadas, si están preocupadas por algo, tienen miedo
o están esperando que pase algo... todo esto lleva a una sobrecarga
del sistema nervioso, tal persona se pone tensa a nivel muscular
también y empieza a sentir dolores físicos. Algunas personas mientras
están dormidas comienzan a crujir los dientes. Este podría ser
un síntoma de agotamiento excesivo.
El agotamiento
crónico
Si la tensión
se vuelve crónica, el síndrome se manifiesta a nivel
de desorden.
En 1974 el
psiquiatra Freudenberger de Nueva York publicó por primera vez
un artículo sobre los voluntarios que trabajaron en actividades
sociales por parte de su iglesia local. En ese texto describió
su situación. Esas personas tenían síntomas parecidos
a la depresión. En su perfil se detectaba siempre
lo mismo. Al principio esas personas estaban completamente fascinadas
por sus actividades. Después esa fascinación empezó a disminuir.
Y al final se desvaneció por completo convirtiéndose
en un puñado de cenizas.
Todos
ellos manifestaron los mismos síntomas: el agotamiento emocional
y la fatiga constante. Solo con pensar que al día siguiente
tenían que ir a trabajar, aparecía una sensación de fatiga.
Tenían varias dolencias a nivel físico, se enfermaban muy seguido.
Este fue uno de los conjuntos de síntomas.
Al respecto
de sus sentimientos, ya no eran fuertes. Sucedió algo que
el psiquiatra llamó "deshumanización". Cambió su actitud
hacia las personas a quienes ellos estaban ayudando: primero fue
un trato amoroso y atento, y luego se convirtió
en un trato cínico, de repudio y negativo. También
empeoraron las relaciones con sus compañeros, de repente
se manifestaba un fuerte sentimiento de culpa y el deseo
de alejarse de todo. Ellos trabajaban menos y lo hacían
todo mecánicamente como si fueran robots. Es decir, esas personas,
a diferencia de cómo eran antes, ya no se sentían
capaces de entablar una relación y ni siquiera trataban
de hacerlo.
Este comportamiento tiene cierta lógica.
Si ya no tengo fuerza en mis sentimientos,
ya no tengo fuerzas para amar y escuchar, y los demás
se convierten en una carga para mí. Siento que ya no puedo
corresponderles o estar al mismo nivel, y que sus expectativas
son exageradas para mí. Entonces entran en vigor las reacciones
defensivas automáticas. Desde el punto de vista
de la psique, es muy sensato.
Como tercer grupo de síntomas, el autor
denomina la reducción de la productividad. Las personas
no estaban satisfechas con su trabajo y sus logros. Ellos
se creían impotentes, no sentían que consiguieran algún éxito. Todo
para ellos era demasiado. Y sentían que no estaban recibiendo
el reconocimiento que merecían.
Al haber realizado esta investigación,
Freudenberger descubrió que los síntomas del síndrome del trabajador quemado
no se correlacionan con la cantidad de horas laborales. Sí,
entre más horas trabaja alguien, más se afecta su estado emocional.
El agotamiento emocional crece proporcionalmente de acuerdo a las
horas laborales, pero los otros dos grupos de síntomas,
la productividad y deshumanización, casi no afectan.
La persona sigue siendo productiva por algún tiempo. Esto indica que
el agotamiento tiene su propia dinámica. Es más que
un simple agotamiento. Lo veremos con más detalle más adelante.
Las
etapas del agotamiento
Freudenberger creó una escala de 12 niveles
que a primera vista se ve muy inofensiva:
1. Al principio las
personas con agotamiento tienen un deseo obsesivo de afirmación (“soy
capaz de hacer algo“), probablemente hasta en forma
de competencia con otras personas.
2. Después comienza
la actitud negligente con sus propias necesidades. La persona
se ve menos involucrada y motivada para hacer ejercicio
o cualquier otra actividad que le guste, tiene menos tiempo para
otras personas, para sí misma, habla con menos frecuencia con otras
personas.
3. En el siguiente
nivel el individuo no tiene tiempo para resolver conflictos, por
lo tanto los ignora, y más adelante inclusive no los percibe.
No se da cuenta en el trabajo, en su casa
o con sus amigos que hay algunos problemas. Simplemente se retira.
Vemos algo parecido en una flor que se marchita más y más cada
día.
4.
Más adelante pierde los sentimientos con
respecto a sí misma. Las personas ya no sienten. Se vuelven máquinas
y ya no pueden parar.
5. Después
de un tiempo empiezan a sentir un vacío interior,
y si esto dura un tiempo prolongado, se vuelven depresivas.
En la última (duodécima etapa),
la persona está completamente rota. Se enferma -tanto físicamente
como mentalmente-, pasa por una frustración y a veces tiene
pensamientos suicidas.
En una
ocasión vino a mí un paciente con agotamiento emocional. Llegó,
se sentó en una silla, suspiró y me dijo: ”Me alegro
de estar aquí“. Lucía muy agotado. Resultó que ni siquiera pudo
llamarme por su cuenta para hacer la cita, su esposa fue
la que marcó mi número telefónico. Le pregunté entonces qué tan
urgente era su asunto. Me dijo que muy urgente. Y entonces
le di la fecha más cercana que era para la primera hora del
lunes. El día de la cita me confesó: “Todo el fin
de semana no me podía garantizar que no saltaría por
la ventana. Así de insoportable era mi condición”.
Era
un hombre de negocios muy exitoso. Sus empleados no sospechaban
nada de su condición, pudo disimular su frustración. Durante
mucho tiempo se lo ocultó a su esposa también.
En la etapa 11 ella se dio cuenta. Él siguió negando
el problema un tiempo, y cuando ya no pudo seguir
viviendo así, bajó la presión desde el exterior, se sintió listo
para hacer algo. Esto es lo que puede provocar el agotamiento.
Claro, es un ejemplo algo extremo.
Del entusiasmo al asco
Para designar con las palabras más sencillas cómo
se manifiesta el desgaste emocional, se puede recurrir
a la descripción del psicólogo alemán Matthias Burisch. Él describió cuatro etapas:
1. Primera etapa es completamente
inofensiva: de hecho todavía no es un desgaste emocional.
Debes estar muy atento. Es la persona que se siente invadida por
un idealismo y entusiasmo exagerado por realizar algunas ideas, pero
empieza a exigir demasiado de sí mismo. Las demandas son muy
altas durante algunas semanas o meses.
2. Segunda etapa es agotamiento
físico, emocional y debilidad física.
3. Tercera etapa, por
lo general, se manifiestan las primeras reacciones defensivas. Y ¿qué
es lo que hace una persona si las exigencias son exageradas?
Se retira de las relaciones, se presenta
la deshumanización. Esta reacción es un mecanismo defensivo para
que el agotamiento no se agrave. Intuitivamente, la persona
siente que necesita un descanso, y mantiene las relaciones sociales
en menor medida. Las relaciones, que uno debe mantener a fuerza,
se ven agobiadas por rechazo y repulsión. Básicamente es una
reacción correcta. Sin embargo, el área en la que esta reacción
comienza a actuar, no es adecuada para esto. Más bien,
la persona debe estar más relajada con respecto a las demandas que
le hacen. Pero esto exactamente es lo que no puede lograr,
aislarse de las demandas y reclamaciones.
4.
La cuarta etapa refuerza
lo que pasa en la etapa anterior, es la fase final del
agotamiento. Burisch le llama "el síndrome
de la repulsión". Este término significa que la persona
no siente ninguna alegría por nada. Todo le provoca repudio
y rechazo. Por ejemplo, me comí un pescado en mal estado,
esto me hizo trasbocar y al día siguiente, al percibir
el aroma de cualquier pescado, me dio asco. Es una reacción defensiva después
de una intoxicación.
Las causas del
agotamiento
Hablando de las causas, se destacan tres
campos. El primero es el campo individual psicológico, cuando
alguien desea entregarse al estrés. El segundo campo es social
psicológico o simplemente social: es la presión desde
el exterior, diferentes tendencias de moda y normas sociales,
las exigencias en el trabajo, el espíritu del tiempo. Por
ejemplo, se cree que cada año debes hacer un viaje
y si no lo puedes hacer, estás fuera de tiempo,
te diferencias demasiado de las personas que lo hacen y de su estilo
de vida. Esta presión puede ocurrir en forma disimulada pero puede
causar desgaste emocional.
Las exigencias más
dramáticas son, por ejemplo, la prolongación del tiempo laboral. Hoy
en día la gente trabaja horas extra en ocasiones
y no recibe el pago por estas horas, pero si se niega
a hacerlo lo despiden. El exceso del trabajo es una
condición que caracteriza la época capitalista en la que
vivimos.
Por
lo tanto, hemos identificado dos grupos de causas. Con el primer
tipo podemos trabajar en el aspecto psicológico, recurriendo
a consultas y terapias. Si se trata del segundo tipo, hay
que cambiar algo a nivel ideológico y laboral.
Pero
también existe una tercera causa relacionada con la organización del
sistema. Si el sistema le da poca libertad
a un individuo, poca responsabilidad, si en el ámbito
laboral se da el mobbing (bullying), las personas se ven
expuestas a un estrés enorme. Y entonces es cuando
se necesita una reestructuración del medio. Es necesario desarrollar
y reorganizar de otra manera.
No se puede comprar
el sentido común
Nos limitamos con estudiar el grupo de las
causas psicológicas. Mediante un análisis existencial hemos determinado
que la causa del desgaste emocional es el vacío existencial.
El agotamiento emocional se puede entender como una forma
de vacío existencial. Viktor Frankl describe el vacío existencial
como el sufrimiento por sentir el vacío y no encontrar
el sentido.
La investigación
llevada a cabo en Austria, durante la cual fueron examinados
271 doctores, mostró los siguientes resultados. Se descubrió que
aquellos médicos que llevaban la vida llena de sentido
y no padecían del vacío emocional, casi nunca sufrían
de desgaste emocional, inclusive a pesar de trabajar muchas
horas al día. Aquellos doctores que mostraban el nivel del vacío
emocional alto en su trabajo, demostraban los niveles altos del
agotamiento emocional, inclusive si trabajaban menos horas al día.
De aquí
podemos sacar la conclusión: no se puede comprar el sentido
común.No me aporta nada el dinero que gano,
si en el trabajo sufro un gran vacío
y no le encuentro algún sentido. No hay recompensa
en ello.
El síndrome
del desgaste laboral siempre nos confronta con las siguientes preguntas: ¿en
realidad le encuentro sentido a lo que estoy haciendo? ¿Sentimos
algún valor personal en nuestro quehacer? De esto depende
el sentido de lo que estamos hablando. Si perseguimos
lo que pensamos que tiene sentido: una carrera, reconocimiento social
o el amor de los que te rodean, entonces estamos
equivocados porque tales sentidos son falsos, nos cuestan muchas fuerzas
y causan estrés. Y como resultado tenemos un déficit de sentirnos
realizados, de hecho experimentamos la devastación, incluso cuando
nos relajamos.
En otro
extremo, al contrario, nos sentimos realizados inclusive cuando nos
cansamos. Pues el deber cumplido, a pesar del cansancio,
no provoca el desgaste emocional.
En resumidas
cuentas podemos decir lo siguiente: el desgaste emocional
es un estado final que llega como consecuencia de una reacción
en cadena que no te permite sentir pleno y satisfecho con
lo que estás haciendo. En otras palabras, si le encuentro
el sentido a lo que estoy haciendo, si siento que
lo que estoy haciendo es interesante e importante,
me alegro y quiero hacerlo, no hay lugar para
el agotamiento emocional. Pero esos sentimientos no hay que
confundirlos con el entusiasmo. El entusiasmo no siempre está
conectado con la plenitud, es una faceta más humilde y oculta.
A qué me entrego
Otro
aspecto del tema del agotamiento emocional es la motivación. ¿Por qué
estoy haciendo algo? y ¿qué tanto me llama la atención lo que
estoy haciendo? Si no le puedo entregar mi corazón
a mi quehacer, si no me interesa y lo hago
por otros motivos, significa que de alguna manera miento.
Es como
si estuviera escuchando hablar a alguien, pero pensando en otras
cosas. O sea que no estoy presente en esto. Pero
si no estoy presente en mi trabajo, en mi vida,
no puedo obtener recompensas por eso. No se trata del dinero.
Sí, por supuesto, puedo ganar dinero con mis acciones, pero a nivel
personal no recibo ningún premio. Si no le pongo
mi alma a una tarea y utilizo mi trabajo como un medio
para alcanzar mis objetivos, quiere decir que abuso de la situación.
Por
ejemplo, puedo empezar un proyecto porque me promete mucho dinero.
Y casi no puedo resistirlo u oponerme a esto. De esa
manera puedo caer en la tentación que luego me llevará
al agotamiento emocional. Si esto sucede solo una vez, posiblemente
no esté tan mal. Pero si esto ocurre a lo largo
de muchos años, entonces simplemente estoy de paso
en mi propia vida. ¿A qué me entrego?
Por
cierto, aquí es cuando voy a condicionar el síndrome del
agotamiento laboral. Porque lo más probable es que no voy
a poder detenerme, y necesitaré un muro para chocar y parar
algún impulso desde adentro para que ya no pueda moverme
en la misma dirección y así reconsiderar mis acciones.
El ejemplo con el dinero, probablemente,
es el más superficial. La motivación podría ser más profunda.
Por ejemplo, puedo querer obtener reconocimientos. Necesito que me alaben.
Y sin satisfacer estas necesidades narcisistas me vuelvo ansioso. Por
afuera no es notable, solo las personas que están cerca
de mí lo pueden percibir. Pero lo más seguro es que
no voy a comentar eso con ellos. Ni yo mismo me doy
cuenta de que tengo estas necesidades.
O, por ejemplo, necesito la seguridad. Sufrí
la pobreza cuando era niño, tuve que ponerme la ropa hasta que
se desgastaba por completo. Por eso se burlaban
de mí y me daba vergüenza. Probablemente mi familia
pasó por hambre. Y no me hubiera gustado volver a vivirlo
nunca más. Conocí a unas personas que se hicieron ricas, muchas
de las cuales terminaron con el síndrome del agotamiento emocional.
Porque el motivo primario que tenían era prevenir a toda costa
el estado de la miseria, para nunca más volver a ser
pobres.
En términos humanos es comprensible. Pero
puede llevar a exigencias excesivas que no terminarán nunca. Para que
la gente esté dispuesta a seguir esta aparentemente falsa motivación
durante un tiempo prolongado, detrás de su comportamiento debe
haber una falta de algo, una escasez percibida a nivel mental
o alguna desgracia. Tal deficiencia lleva al individuo
a la autoexplotación.
El valor
de la vida
Esta
deficiencia puede no sólo ser una necesidad subjetivamente percibida, sino
también un objetivo que quieres lograr, lo cual al final
de cuentas te llevará al agotamiento emocional.
¿Cómo
percibo mi vida? De acuerdo a esto puedo diseñar mis objetivos.
Los objetivos pueden ser inculcados por parte de tus padres, o igual,
puedes descubrirlos por tu cuenta. Por ejemplo: quiero lograr algo
material. O quiero tener tres hijos. Quiero ser psicólogo, médico
o político. De esta manera la persona se propone metas que
quiere lograr.
Es completamente
normal. ¿Quién de nosotros no tendrá algún objetivo
en la vida? Pero si los objetivos llenan toda tu vida,
si empiezan a representar demasiado valor para ti,
te llevan a tener una conducta rígida. Entonces aplicas todas tus
fuerzas en lograr estos objetivos. Y todo lo que haces
se convierte en medios para lograr lo propuesto. Y eso
en sí, no tiene un valor propio sino que representa
un valor útil.
"¡Qué
bueno que voy a aprender a tocar el violín!", esto
es un ejemplo del valor propio. Pero si quiero ser solista,
entonces tocando alguna obra voy a estarme comparando con los demás todo
el tiempo. Sé que necesito practicar más, tocar más y más para
lograr el objetivo. De tal manera empieza a prevalecer
la orientación al objetivo sobre la orientación al valor.
De esta manera aparece la insuficiencia de actitud interior.
Estoy haciendo algo pero en lo que hago no hay
un sentimiento interior. Entonces es cuando mi vida pierde
valor. Yo mismo destruyo el contenido interno para alcanzar
objetivos.
Cuando
la persona desprecia de esta manera el valor interno de las
cosas prestándoles poca atención, surge la subestimación del valor
de su propia vida. Es decir, resulta que yo uso
mi tiempo en la meta que me he propuesto. Esto conduce
a la pérdida de relaciones y disconformidad propia.
El desatender los valores internos y el valor de tu propia
vida te provoca estrés.
Todo
lo que hemos hablado hasta ahora se puede resumir
de la siguiente manera. El estrés que te lleva
al agotamiento se relaciona con hacer algo sin tu consentimiento
interior, sin sentir el verdadero valor de lo que estás haciendo
y sin valorarte a ti mismo. De esta manera llegamos
a un estado previo a la depresión.
Esto
sucede aun cuando hacemos demasiadas cosas o simplemente lo hacemos
por hacer algo. Por ejemplo, estoy preparando la comida con tal
de que esté lista pronto. Y entonces me alegro cuando
ya puedo servir. Pero si me alegro por algo que
se ha terminado, esto me indica que en ningún momento
vi el valor en lo que acabo de hacer.
Y si no tiene valor, no puedo decir que me gusta
hacerlo, lo que es importante para mí.
Si esto sucede con frecuencia, entonces
en realidad nos alegramos porque la vida
se va y no estamos participando. Por lo tanto nos
gusta la muerte, la destrucción. Si simplemente realizo
acciones, eso no es vida, tenemos que sentir la vida
en todo lo que hacemos. Para no dejarla ir sin formar parte
de ella.
El agotamiento
es un recibo psicológico que nos entregan por estar alejados
de la vida. Es una vida que realmente no es propia.
Aquella persona que la mayor parte del tiempo
hace algo de mala gana, no le regala nada a su alma,
no siente alegría, tarde o temprano se va a topar con
el síndrome del agotamiento. Entonces estará en peligro. Pues
solamente estará protegido del agotamiento si se siente internamente
de acuerdo con lo que está haciendo.
La prevención del agotamiento
¿Qué
hacer con el síndrome de agotamiento y cómo prevenirlo? Muchos
aspectos se solucionan solos si el individuo entiende qué fue
lo que le provocó tal condición. Si lo entiende puede
empezar a solucionar el problema hablando consigo mismo o con
sus amigos sobre esto. ¿Debería seguir viviendo de tal manera?
Yo mismo
me sentía igual hace unos dos años. Iba a escribir un libro
en verano. Con todos mis papeles fui a mi casa de campo.
Vine, me establecí, fui a dar una vuelta, hablé con mis vecinos.
Al día siguiente hice lo mismo: llamé a mis amigos y nos
encontramos. Al tercer día igual. La verdad se me cruzó por
la mente que ya debería de empezar a escribir, pero
no sentía muchas ganas de hacerlo. Intenté recordarme que era
mi deber, que la editorial estaba esperando. Y eso,
a su vez, ya era una presión.
Entonces
me acordé del síndrome de agotamiento. Y me dije:
probablemente necesito más tiempo, seguramente el deseo regresará.
Y me permití observar. Porque cada año sentía ganas. Pero aquel año
nunca llegó la inspiración, y para finales del verano ni siquiera
había abierto la carpeta con mis apuntes. No escribí ni una
frase. En lugar de eso descansé e hice cosas maravillosas.
Después
empecé a dudar cómo debería tomarlo, ¿algo bueno o algo malo? Llegué
a la conclusión de que no cumplí con mi deber
y fue un fracaso. Entonces me dije que estuvo mejor haber hecho
lo que hice. Porque estaba un poco agotado, pues antes de que
empezara aquel verano había hecho muchas cosas y todo el año
académico estuvo muy saturado.
Ahora
bien, por supuesto, tuve una batalla interior. Pensaba, contemplaba
y reflexionaba qué era lo que más me importaba
en la vida. Y como resultado, dudé de que el libro
fuera tan importante en mi vida. Es más importante vivir, estar
aquí, tener relaciones que valgan la pena, sentir alegría
y no estar aplazándolo todo. Pues
no sabemos cuánto tiempo tenemos en realidad.
Por lo general,
el tratamiento del síndrome de agotamiento empieza con una descarga
emocional. Date más tiempo para cumplir con tus tareas, empieza a delegar
las responsabilidades, a compartirlas, proponte metas realistas. Hay
muchas cosas para discutir en este punto. Aquí realmente nos encontramos
con las estructuras muy profundas de la existencia. Se trata
de nuestra actitud hacia la vida, necesitamos que nuestros objetivos
sean auténticos y acordes con nosotros mismos.
Si el síndrome del agotamiento tiene una
forma más marcada en ti, puedes ir con un doctor, incapacitarte
por un rato, descansar físicamente. O simplemente date un tiempo
e intenta no presionarte con tus obligaciones.
Sin embargo, el problema es que las personas
que padecen del síndrome del agotamiento no se lo pueden
permitir. Si la persona se incapacita, sigue exigiéndose
demasiado de sí mismo, y de tal manera no puede
alejarse de la presión. Las personas sufren de remordimientos
de consciencia habitualmente. Además adicionando cualquier enfermedad,
siempre se empeorará el estado de agotamiento.
Por
un corto plazo podrían ayudar los medicamentos, sin embargo no son
la solución del problema. La salud física es la base. Pero
también debes trabajar en tus necesidades, deficiencias internas,
objetivos y expectativas de vida. Debes pensar de qué manera
puedes reducir la presión por parte de la sociedad, cómo puedes
protegerte. En algunas ocasiones es saludable y hay que pensar
en cambiar de trabajo.
En el caso
más grave que he visto en mi práctica, la persona necesitó
de 4 a 5 meses sin trabajar del todo. Y después de regresar
al trabajo, encontró un estilo nuevo de realizar sus tareas,
de otra manera dentro de unos meses la persona se habría
agotado nuevamente. Por supuesto, si trabaja duro a lo largo
de 30 años, es muy complicado para ella reajustarse, sin embargo
siempre es necesario.
Se puede prevenir el síndrome
del agotamiento haciéndote estas simples preguntas:
1.
¿Para qué lo estoy haciendo? ¿Para
qué estudio en la universidad? ¿Para qué escribo el libro? ¿Cuál
es el sentido de eso? ¿Me representa un valor?
2. ¿Me gusta lo que
estoy haciendo? ¿Amo hacerlo? ¿Siento que es bueno? ¿Tan bueno que
lo hago con ganas? ¿Me alegra lo que estoy haciendo? Probablemente
no siempre va a ser así, sin embargo la alegría
y la satisfacción tienen que prevalecer.
Al final de cuentas te puedes hacer
otra pregunta, más personal: ¿Quiero vivir para eso? ¿Si estoy muriendo
y miro hacia atrás, pensaré que por eso valió la pena vivir?