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Las etapas del duelo

El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida, durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí, pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo, sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la rabia.

Las etapas se podrían clasificar de esta forma:

Impacto. Es la primera reacción: una sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias. Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o cansancio extremo. 



Negación. Este mecanismo, que conlleva la incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona que se fue. 

Pena y depresión. Esta emoción puede afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación, lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional. 

Culpa. Esta emoción es sentida por aquél que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos. Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo. 

Rabia. La presencia de la rabia es algo completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos, desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva. 

Resignación: el adiós. Esta es la transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin motivación para seguir adelante. 

Reconstrucción. En este punto hay más días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza desarrollando el amor propio y la seguridad en si misma. 


Obstáculos para superar la ruptura.

A lo largo del proceso de superación de la ruptura, es frecuente caer en conductas auto destructivas como reacción a la pérdida amorosa. Estas conductas pueden presentarse simultáneamente o sucesivamente durante las diversas etapas del duelo. El psicólogo Stephen Gullo, investigador del impacto emocional causado por la ruptura amorosa, distingue cinco errores que obstaculizan y retardan el proceso de recuperación:


La dependencia. La persona dependiente no desea terminar la relación ni mental, ni emocionalmente ni físicamente. Su reacción afectiva es lenta y se aferra a la idea de que aún queda algo vivo en la relación. Al negarse a darla por terminada, no puede afrontar la recuperación. La dependencia se concreta de tres maneras: 

Obsesionarse. Pasarse varias horas pensando en la ex pareja, con incapacidad de concentrarse en otros aspectos de la vida. Esta invade los sueños en forma de pesadillas. La conducta también puede verse afectada en la vida diaria: llamar continuamente por teléfono, mandar mensajes de texto, cartas, e-mails. Pensar continuamente en qué estará haciendo la otra persona siguiendo su día a día, imaginar con quién estará saliendo, fantasearla haciendo el amor con otro, oír repetidamente canciones que traen recuerdos y evocar lugares o restaurantes adónde se ha ido con ella. No habría que preocuparse excesivamente por la intensidad del pensamiento obsesivo porque con el tiempo este suele extinguirse. Es conveniente realizar actividades que capten la atención y evitar las situaciones y escenarios que indefectiblemente harán recordar a la persona añorada. 


La venganza. Si se ha sufrido rechazo, el ansia de venganza se puede articular de diversas formas: por ejemplo, iniciar una relación antes de estar preparado y exhibirse con ella con la intención de que la pareja anterior se sienta celosa. Es obvio que la nueva pareja es la que sale más perjudicada cuando se da cuenta de que ha sido utilizada después de haberse implicado. Otra forma sería reproducir con la nueva pareja el trato que se ha sufrido o también establecer una nueva relación donde se ejerza mayor control para no resultar dañado otra vez. Para superar la pauta de venganza por despecho, habría que reconocer que está causada por una reacción de ira que nace del dolor del rechazo. Es importante ser consciente de ella para poder superarla. 
Exageración. Con este proceso mental, el rechazado piensa de un modo exagerado que su ex pareja se lo está pasando fantásticamente bien, mientras él está destrozado. Cree que su mundo se ha empequeñecido, mientras que el de la pareja se ha hecho cada vez más grande y estimulante. Algunas personas muestran una tendencia a disfrutar del propio pesar y utilizan la exageración para torturarse. Otro aspecto de la exageración es la idealización, la cual consiste en focalizar primordialmente en las cualidades maravillosas de la persona que se ha ido. En este caso conviene escribir una lista exhaustiva de todos sus defectos para llegar a ser más objetivo y ser capaz de seguir adelante. 

Las nuevas ataduras. Como fenómeno opuesto al de la dependencia, las nuevas ataduras constituyen otro obstáculo para la curación: llenar la vida con numerosas actividades para suprimir el sufrimiento. Cuando se está tratando de establecer nuevas ataduras es difícil quedarse tranquilamente en casa, leer un libro o ver la televisión. Es como si se produjera una incapacidad de serenase y quedarse a solas. Se buscan relaciones efímeras que se consumen con rapidez, y añaden más inestabilidad emocional. Pasando de una relación a otra, el dolor y el miedo siguen en su sitio sin solución. Este es el escenario favorable para vivir engañosamente un enamoramiento que en realidad es una defensa para reducir el dolor. Este tipo de reacción es más frecuente en hombres que en mujeres, ya que estas últimas tienen más facilidad que los hombres para afrontar abiertamente sus sentimientos y el sufrimiento emocional. En el primer caso, mientras se pasa de una persona a otra, cada conquista puede reconstruir transitoriamente el ego dañado, pero con el tiempo la gratificación es cada vez menor y al final habrá que hacer frente al sufrimiento de una vez por todas. Mientras se desarrolla la capacidad para estar solo, es bueno asumir que se tendrá que vivir y procesar el dolor, pero este también se acabará debilitando y la persona podrá sentirse más fuerte, más segura y con mayor capacidad para entender las razones de la ruptura. Es importante recordar que el sufrimiento puede ser constructivo; el desafío consistiría en poder funcionar de la mejor manera posible mientras la tristeza sigue su curso hasta que termina. Lo más destructivo, en realidad, es huir del dolor. 

El fenómeno de la mariposa en la llama. Esta es una de las reacciones más dolorosas que se dan durante la recuperación. Consiste en una conducta zigzagueante que lleva a retroceder reiteradamente a la relación pasada produciendo un sufrimiento cada vez mayor a causa del reiterado rechazo. La situación evoca a una mariposa atraída por una llama. Cuánto más se acerca la mariposa a la llama, más aumentan las heridas pero nunca llega a modificar su conducta. Llamadas telefónicas constantes, envío de regalos, mensajes, notas, encuentros casuales y declaraciones de amor en múltiples procedimientos. Estas acciones en lugar de convencer a la ex pareja, le producen una molestia creciente hasta que responde ignorando y mostrándose indiferente u hostil. La consecuencia es la destrucción del amor propio del rechazado del mismo modo que la llama acaba destruyendo a la mariposa. Se pierde entonces el sentido de la realidad y el control emocional. En los casos graves de mariposa en la llama, la persona es incapaz de reconocer que es imposible lograr que alguien sienta lo que no siente hasta que alcanza el nivel emocional más bajo. Ni los regalos, ni las llamadas ni las súplicas harán que una persona sienta lo que no puede sentir.

Los excesos. Una de las respuestas más frecuentes ante la pérdida y el rechazo son las conductas compulsivas, o lo que Gullo denomina huida mediante el exceso.La forma más grave de exceso es el abuso de drogas y de alcohol para poder tolerar mejor el dolor de la pérdida amorosa. Estas sustancias proveen alivio temporal a corto plazo. Al recurrir a este recurso con frecuencia, se va perdiendo el control emocional. Es importante mantenerse alejado de sustancias que pueden producir adicción ya que estos son los momentos de más alto riesgo. Esta conducta autodestructiva demuestra que se está perdiendo el dominio de la propia vida. 
Elegir por comparación. Una vez la persona se siente en condiciones de volver a salir con alguien puede caer en la trampa de comparar los posibles candidatos con la pareja anterior. La búsqueda por comparación lleva a elegir a alguien muy parecido a la anterior pareja, o, por el contrario, a descartar a todo aquél que muestre algún parecido con ella. El hecho de buscar a un doble de la pareja perdida indica que aún no se ha aceptado completamente la pérdida amorosa y que aún se puede estar experimentando algún pensamiento obsesivo. Si, por el contrario se rechazan todos los que recuerden a la pareja anterior esto puede ser indicio del temor a volver a sufrir. Para evitar este problema, conviene mantener el contacto con las propias necesidades y a partir de ahí buscar a alguien que las pueda satisfacer. Por eso es bueno centrarse en uno mismo para saber lo que le hace falta para cubrirlas y no comparar a la nueva pareja con la anterior. 

La vida después de la ruptura

El final de una relación puede ser un nuevo comienzo. Sin la influencia de una pareja, la persona puede concentrarse en sus propias necesidades para construir un modo de vida más satisfactorio para sí misma que en el seno de una convivencia infeliz.

Se dice que detrás de un gran sufrimiento reside el mayor bien. Y si no lo vemos a simple vista, a lo mejor tendremos que esperar, pero depende de nosotros percibir lo bueno dentro de una crisis. La fuerza interior que nace del sufrimiento se transforma en confianza y seguridad para poder seguir arriesgándonos a vivir y a amar. Al poner el punto final a una relación íntima, el individuo suele tener necesidad de reconstruir su autoestima e independencia. A largo plazo, es preferible sustituir la ex pareja por uno mismo. La decisión de romper la relación con alguien y la de vincularse a otro deberían ser, idealmente, procesos independientes, tanto para quitar presión a la nueva relación como para asegurar que el hecho de haber terminado ha sido una decisión correcta. Una nueva relación solo será satisfactoria si se tiene una buena relación con uno mismo.


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