El biólogo argentino
asegura que lo que pensamos transforma nuestro cerebro. El primer paso
para intentar cambiar lo que no nos gusta es el autoconocimiento.
Bachcrach, que es doctor en Biología Molecular y fue
investigador durante un lustro en la Universidad de Harvard, defiende la
neuroplasticidad cerebral a cualquier edad y señala que el primer paso para
intentar cambiar lo que no nos gusta es el autoconocimiento.
- ¿Podemos cambiar todo lo que nos propongamos de
nuestro cerebro?
- Todo
probablemente no, pero sí mucho más de lo que se creía. Desde una mirada
científica, durante muchos años se habló del cerebro como un órgano fijo pero
cada vez hay más experiencias que muestran que sigue siendo muy plástico
incluso a los 80 o 90 años.
- ¿Cómo funciona este proceso de aprender a cambiar?
- El
cerebro no reconoce realidad o fantasía, reconoce tus creencias, así que lo
primero es creer que lo puedes hacer. Y creer implica entender lo que va a
suceder luego: trabajo, disciplina, compromiso, tiempo… Para la neurociencia
cambiar es sinónimo de aprender, lo que pasa es que de adultos queremos
dominar, no aprender de nuevo. Y antes de ponerte a cambiar, tienes que
conocerte a ti mismo bastante para saber si quieres mover algo de tu vida.
- ¿Por qué cuesta tanto cambiar?
- Primero
porque uno cree que no puede. Y después cuesta porque tiene que ver con un
aprendizaje que comportará fracaso en el camino. Y fundamentalmente porque en
el proceso de cambio hay dolor y no nos gusta el dolor. La gente tiene que
entender que el cambio es un proceso, es un camino. Pero en el proceso, que
puede ser de un día, un año, diez años o toda tu vida, hay dolor.
-…
- Y a
mayor autocrítica, menos cambio en la vida. Eso no quiere decir que no seamos
críticos con nosotros, pero a menudo exageramos. En biología decimos que si vas
a cambiar, vas a equivocarte y si vas a aprender algo nuevo, vas a fallar.
- ¿Es el miedo uno de los aspectos que favorecen el
‘no-cambio’?
- Sí. No
querer fracasar, no querer pasarlo mal, no quedar en ridículo… el cambio es un
trabajo personal y si estás pendiente de la mirada del otro, no lo vas a hacer.
Lo que pasa es que la sociedad vende el cambio como algo fantástico y el
cerebro dice “¡No es fantástico! ¡Lo estoy pasando mal!”.
- ¿El cerebro está más preparado para el ‘no-cambio’?
- Está
programado para no cambiar, pero tiene una capacidad de cambio que nosotros no
usamos. Y eso es tremendamente importante para cualquier edad. El cerebro busca
la rutina y el automatismo para no correr riesgos porque hace 100.000 años un
cerebro así era eficiente. Pero hoy no. Hoy ya no hay tigres en la calle.
Tenemos un cerebro que es absolutamente cavernícola en una sociedad y con una
mente muy moderna. Y esto muchas veces no es compatible. Estamos manejados por
nuestro cerebro y la invitación del libro es que uses más tus pensamientos, tus
emociones. Que puedas dirigir un poco más tu vida en lugar de que el cerebro te
la dirija a vos.
- ¿Cómo empezamos?
- Leyendo
el libro (risas). El cerebro odia que pienses por si piensas algo diferente o
supone riesgos. Así que este proceso empieza con una palabra que no me gusta
mucho pero que es real: el autoconocimiento. Tienes que conocerte y saber qué
quieres cambiar.
- Y una vez que sabemos que queremos cambiar…
- Ahora
no hay dudas científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente
bajo el deseo y el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el
cerebro te presta las neuronas, pero si uno ‘debe’ el cerebro se asusta y te da
una o dos. Cuando el cambio es realmente querido por uno y no por tu jefe o por
tu marido, el cerebro funciona mucho mejor porque es muy egoísta. Trabaja mucho
mejor con todo lo que tenga que ver con él y su beneficio que si trabaja por
los demás.
- Habla de que tenemos 0,5 segundos para el cambio...
- Todas
las acciones involuntarias cotidianas las hace el cerebro. Lo que mide la
ciencia es: desde que parte la señal hasta que haces la acción pasan 0,5
segundos. Cuando uno hace un trabajo de introspección puede reconocer un montón
de señales que el cerebro le está dando 0,3 segundos antes de que suceda. Y los
0,2 segundos restantes son el momento que tenés para detener esa acción que
pensadamente no quieres hacer. Es el espacio que queda entre la conciencia de
que lo estás por hacer y la acción que se realizó. Y esto es entrenable.
- ¿Cómo reconocemos esas señales?
- Primero
tenés que decidir qué hábito que no te hace bien querés empezar a entrenar para
darte cuenta 0,3 segundos antes de que lo hagas y para tener 0,2 segundos para
detenerlo.
-…
- Es
imposible hacerlo con todas las cosas de tu vida. Hay que escoger uno. El más
clásico es fumar. Cuando reconocés lo que querés cambiar, después hay un
trabajo muy intenso por hacer. La gente fracasa porque lo quiere hacer sin
dedicarse un minuto a conocerse. A veces solo con cambiar una cosa es
suficiente. Eso va a generar mucho más bienestar y mucha más tranquilidad… y la
gente se siente más segura de sí misma y mejor.
- La sensación es que estamos en manos de nuestro
cerebro.
- Pero es
una sensación, no es real. No podemos controlar a nuestro cerebro, pero sí
gobernarlo un poco mejor: podés tomar alguna decisión, darte cuenta de qué es
lo que querés cambiar a nivel de emociones, pensamientos y comportamientos. Se
puede.
- Dice que el cerebro es el órgano más tóxico.
- Es pura
química. Las arterias transportan el oxígeno y el alimento y las venas eliminan
la toxicidad. Cuando uno está dos minutos sin oxígeno en el cerebro, la muerte
cerebral es por acumulación de toxinas. Así que es un órgano muy tóxico que
debe estar bien oxigenado. Y la gente no sabe que el oxígeno además de
alimentar a las células promueve la fabricación instantánea de venas y
arterias. Cuando uno respira profundo, la red capilar (venas y arterias) crece
y hay más neuronas limpias. Y neuronas limpias es igual a claridad mental,
pensar mejor y más tranquilo. Respirar
profundo
tiene beneficios inmediatos en ocho o nueve segundos. Y si está más limpio,
pensás mejor.
- ¿Qué diferencia hay entre el cerebro y la mente?
- El
cerebro es el órgano, con sus neuronas y sus cables, y la mente son tus
pensamientos y tus emociones. La mente depende del cerebro, pensás y sentís
porque tenés neuronas. Pero el cerebro también es impactado por la mente. La
calidad y el contenido de lo que pensás modifican geográfica y físicamente tu
cerebro. Si pensás todo el tiempo en negativo, en 10 años tu cerebro va a tener
avenidas y autopistas cada vez más negativas. Y se van retroalimentando. Y no
hay que quitarle importancia: si seguís siendo pesimista, en 10 años va a ser
mucho peor. Lo que pensás transforma tu cerebro.
- ¿Estoy a tiempo de cambiar esto?
- ¡Esa es
una frase autolimitante! Es reversible. Desde luego no es magia y este cambio
no va a suceder de golpe y un día te vas a despertar y se terminó el pesimismo.
Hay que dedicar tiempo, compromiso y disciplina a cambiar eso. Se llaman
pensamientos negativos. En algún momento se hizo un hábito en tu vida y ahora
lo tenés incorporado y es automático.
-…
- Estamos
a tiempo de dar marcha atrás por la plasticidad del cerebro. Pero cuantos más
años de pesimismo, más trabajo tenemos.
- Dice
que debemos hablar más con nuestro cerebro. ¿Qué le tenemos que explicar?
-El
cerebro trata de que no pensés, que no hagás nada nuevo y de que no cambies
porque si así estás bien no le importa si sos feliz. Al cerebro no le importa
si te peleás con tu marido, si tenés un sueldo bajo o si sos bajita. A él lo
único que le importa es que sobrevivas. Y si hasta hoy estás viva el cerebro
dice “Repitamos todo, que todo el día de hoy sea idéntico al de ayer”. Hablarle
a tu cerebro sería pensar “esto me funcionó ayer, hoy quiero hacerlo
diferente”: quiero estudiar otra cosa, quiero tener otra relación… Si no te
detenés a hablarle, a hacer la pausa, a ver dónde estás hoy y qué querés para
mañana el cerebro no lo va a hacer nunca.
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