El corazón late un poco más rápido, las glándulas se abren a pequeños hilos secretos de sudor y tu cuerpo empieza a producir hormonas, que te hacen sentir un poco mareado y calentito por dentro. Estos son algunos de los procesos biológicos que ocurren cuando entramos en las primeras etapas del amor, o del enamoramiento, es difícil decir de qué se trata.
Si se examina la
evolución del amor en el reino animal, queda claro que el amor se originó mucho
antes que la humanidad. Es más, es incluso posible que naciera de algo bastante
siniestro.
El viaje hacia el
amor, tal y como lo conocemos hoy en día, empezó con el sexo, una de las
primeras cosas que los seres vivos aprendieron a hacer. El sexo empezó como una
manera de pasar los genes de un organismo a la siguiente generación. Para amar,
los organismos vivos necesitaban primero un cerebro que pudiera lidiar con las
emociones.
Cerebros más grandes
No fue hasta varios
billones de años después del nacimiento de la vida, cuando el cerebro empezó su
viaje hacia la existencia. Al principio, fue solo un pequeño puñado de células.
Adelantemos el reloj
hasta hace 60 millones de años, cuando aparecieron los primeros miembros de
nuestra familia, los primates.
Tras millones de años
más, algunos evolucionaron para tener cerebros más grandes, de lo que surgieron
finalmente los humanos modernos. Pero había un problema. A medida que nuestros
cerebros crecían, nuestros bebés tenían que nacer en una etapa anterior de su
proceso de desarrollo. Si no, sus cabezas serían demasiado grandes para pasar
por el canal de nacimiento. Como resultado, las crías de gorila, los chimpancés
y los humanos son casi completamente inútiles cuando nacen. Sus padres tenían
que pasar más tiempo cuidándolos.
Esta infancia
prolongada creó un nuevo riesgo. En el caso de muchos primates en la
actualidad, una madre con una cría dependiente no está disponible para
aparearse hasta que la cría es destetada. Para tener acceso a la hembra, un
macho tendría primero que matar a la cría. Este tipo de infanticidio se da en
muchas especies, como los gorilas, los monos y los delfines.
Esto llevó a Kit Ople,
del University College de Londres, y a sus colegas, a proponer una idea
asombrosa. Casi un tercio de los primates forman relaciones monógamas entre
macho y hembra. En 2013, Opie sugirió que este comportamiento había
evolucionado para evitar el infanticidio.
Monogamia: ¿favorecida por la evolución?
Su equipo observó el
árbol familiar de los primates y reconstruyó cómo comportamientos como el
apareamiento y la crianza cambiaron a lo largo de la evolución.
Sus análisis
sugirieron que el infanticidio fue el motor de la monogamia durante 20 millones
de años, porque consistentemente precedió a la monogamia en la evolución.
Otras especies
encontraron soluciones diferentes, razón por la que no todos los primates son
monógamos.
Por ejemplo, los
chimpancés y los bonobos minimizan el riesgo de infanticidio siendo muy
promiscuos. Los machos no matan a las crías porque no saben cuáles son las
suyas. Pero en esas especies en las que los machos y las hembras empezaron a
establecer fuertes vínculos, las posibilidades de sobrevivencia de sus crías
mejoraron porque los machos podían ayudar con la crianza. Como resultado, la
monogamia fue favorecida por la evolución, dice Opie.
El "golpe" que cambió la historia
Puede ser que el
proceso fuera de un solo sentido, dice Robin Dunbar, de la Universidad de
Oxford, en Reino Unido. Pudo haber resultado en importantes cambios en el
cerebro "para mantener a la pareja junta para toda la vida". Esto
incluye la preferencia hacia una pareja específica y el antagonismo con los
potenciales rivales.
Esto, a su vez, puede
haber sido "el golpe" que cambió la evolución humana, dice Opie. Los
cuidados adicionales proporcionados por los machos ayudaron a las primeras
sociedades humanas a crecer y prosperar, lo cual a su vez "permitió a
nuestros cerebros crecer más que los de nuestros familiares cercanos".
Hay evidencia que
apoya esto. A medida que se expandió el tamaño cerebral, también lo hizo la
cooperación y el tamaño de grupo. Podemos ver una tendencia hacia mayores
grupos y más cooperación en la temprana especie humana del Homo erectus, que
vivió hace casi dos millones de años.
Incluso más, parece
que algunos aspectos del amor dependen de regiones del cerebro que solo
aparecieron bastanterecientemente en nuestra historia evolutiva.
El cerebro y el amor
Stephanie Cacioppo, de
la Universidad de Chicago en Estados Unidos, revisó la literatura científica
para encontrar estudios de imagen cerebral que analizaran las partes del
cerebro que participan en el amor.
Encontró que los
estados de amor más intensos y "abstractos" dependen de una parte del
cerebro llamada el giro angular.
Se sabe que es
importante para algunos aspectos del lenguaje, como las metáforas. Esto tiene
sentido, dado que sin un lenguaje complejo no podemos expresar los aspectos más
refinados e intensos de nuestras emociones.
El giro angular solo
se encuentra en los grandes monos y en los humanos. Sin embargo, la idea de
Opie de que el infanticidio inició este proceso es controvertida. No todo el
mundo está de acuerdo en su papel sobre el desarrollo de la monogamia.
Partes muy
antiguas del cerebro se activan cuando nos enamoramos.Los cambios en el cerebro
para "mantener juntas a la pareja para toda la vida" podrían haber
sido el momento crítico de la evolución humana.Foto:pixabay
El antropólogo Robert
Sussman, de la Universidad de Washington en Missouri, Estados Unidos, es uno de
los escépticos. Dice que tanto la monogamia como el infanticidio son
comportamientos tan poco comunes que es improbable que estén vinculados.
Otras teorías
Hay teorías
alternativas.
Un estudio de 2014
sugirió que la monogamia evolucionó como un producto de la "estrategia de
guardia de los machos", es decir, que los machos se quedan con las hembras
para asegurarse de que nadie más se apareja con ellas.
Un año después, otro
estudio reconstruyó la evolución de otro grupo de primates llamados lémures.
Encontró que la competición entre las hembras pudo fomentar los vínculos de
pareja.
Opie no está de
acuerdo. Cree que los métodos de estos estudios "no pueden usarse para
determinar el cambio a la monogamia". Lo que es evidentemente cierto es
que muchos primates viven bien sin padres emparejados, y seguramente sin nada
parecido al amor romántico.
Pero hay una cosa que
todos los primates comparten: un fuerte vínculo entre madre e hijo.
Esto es cierto
"incluso en los primates nocturnos que viven solos", dice Sussman.
Sugiere que los procesos cerebrales del vínculo materno-filial fueron
"secuestrados" para crear el amor romántico. Hay evidencia de la
neurociencia que sugiere que esto es así.
Etapas del amor
El amor es difícil de
definir, pero los neurocientíficos están de acuerdo en que hay varias etapas
entremezcladas.
La
primera es la del deseo sexual: nos
sentimos atraídos a otra persona. Tocarla nos hace producir sustancias que nos
hacen sentir bien, y experimentamos unas ganas enormes de estar con esa
persona. A medida que el deseo da paso a otra etapa, la del amor romántico, el
sistema límbico bombea dopamina y la hormona oxitocina, que amarra a la pareja.
Esta progresión
implica que el intenso placer de la etapa del deseo sexual puede llevar
directamente al amor, dice Cacioppo.
"El amor tiende a
crecer del deseo. No puedes amar apasionadamente a alguien al que nunca
deseas".
Al mismo tiempo, se
suprimen otras zonas más avanzadas del cerebro. Por ejemplo, la ciencia ha
demostrado que algunas partes del córtex prefrontal se desactivan. Esta es un
área que participa en las decisiones racionales.
En esta etapa, estamos
literalmente "locamente enamorados". Las personas enamoradas no
procesan el mundo a su alrededor, dice Thomas Lewis, un neurocientífico de la
Universidad de California, San Francisco. "No están evaluando críticamente
a la persona o de una forma altamente cognitiva". La serotonina, que nos
ayuda con frecuencia a sentirnos tranquilos, también se suprime.
Esto tiene sentido si
consideramos cómo nos podemos obsesionar cuando nos enamoramos. Los niveles de
serotonina también son bajos en los cerebros de individuos con desórdenes
psicológicos como el desorden obsesivo compulsivo. "Lo que la evolución
quiere del estado de enamoramiento es que los dos individuos pasen mucho tiempo
juntos, para conseguir un embarazo", dice Lewis.
Pero una vez se
cumple, las parejas no siguen vinculadas en un estado tan intenso y obsesivo
durante mucho tiempo.
Lo que pasa después
Ahora los niveles de
serotonina y dopamina se normalizan. Pero persiste un sentimiento de cercanía,
ayudado por más oxitocina. Si suprimes la oxitocina en las especies monógamas,
los animales dejan de ser monógamos. Esto nos devuelve a la sugerencia de
Sussman de que el amor romántico evolucionó del vínculo materno-filial.
Los vínculos en las
parejas que llevan mucho tiempo juntas son similares a los de una madre y su
hijo y dependen de procesos hormonales similares. Tanto en animales como en
humanos, la ciencia ha mostrado que la separación de un ser querido crea
sentimientos similares de dolor emocional. Estos sentimientos parecen tener
raíces en la historia de la evolución.
¿Cuál es el
punto de estar juntos por siempre, desde el punto de vista
biológico?
El sistema límbico
tiene un papel en todas las etapas conocidas del amor. Muchos otros mamíferos,
e incluso reptiles, tienen alguna forma de sistema límbico. Esta zona del
cerebro estaba presente mucho antes de los primeros primates. "Las zonas
más antiguas del cerebro participan en el apego y la vinculación afectiva, y se
activan en muchas especies", dice Cacioppo.
En otras palabras, los
cerebros de los animales han sido preparadas para al menos algunas formas de
amor durante cientos de millones de años. Sea o no que el infanticidio o el
vínculo de una madre con su cría que nos llevó a acercarnos, podemos dar las
gracias. Debemos gran parte de nuestro éxito como especie a esta pequeña y loca
cosa llamada amor.
Fuente: BBC Mundo
Autor:Melissa Hogemboom
Foto:pixabay
Foto:pixabay
No hay comentarios:
Publicar un comentario