La cita completa dice: “No podemos cambiar nada en nuestra vida con la intención solamente, lo que puede convertirse en una esperanza ocasional y diluida de que lo haremos mañana. La intención sin acción es inútil.”Autor: Caroline Myss.
Cambiar no es fácil. Nunca lo es, y quien afirme lo contrario se engaña o intenta hacerlo. Cualquiera que desee acometer una profunda reestructuración de sus convicciones más arraigadas, variar la esencia de sus actuales circunstancias o mudar los hábitos asimilados (tal vez durante décadas de sus vidas) se enfrenta a una tarea colosal.
Cuando nos proponemos cambiar algo en nuestra vida es porque hemos constatado, incluso con dolor, que no funciona ya de ninguna manera y que no hay otra salida. Si la hubiera, y teniendo en cuenta el esfuerzo que implica, nos quedaríamos sosteniendo la situación serenamente esperando una mejora.
La humildad es buena consejera cuando hablamos de cambios. A mí entender, es preferible afrontar la tarea con cierta medida, que intentar hacer desaparecer en sólo un instante algo, lo que sea, que nos ha acompañado tanto tiempo.
Y otra cuestión que se me antoja capital es la facultad de armarse moralmente, por si acaso no conseguimos el propósito y pecamos de algún vano intento.
Nadie debe considerar humillante fallar cuando intenta algo y no lo consigue. Un fracaso eventual no debe redundar ni en pérdidas de ánimo ni en la merma de la fuerza que nos impulso a cambiar. Digamos pronto que el fracaso no es fatal, pero si que lo es que nos sirva de coartada para dejar de intentarlo.
Y por supuesto, no hay que esperar que las cosas cambien porque si y justo en el sentido en el que nosotros pretendemos. En esa espera se nos puede ir la vida. La única variable que puedes de verdad manejar es tu propio cambio. El resto del mundo no cambia, no te equivoques, pero incluso te parecerá que lo hace, si el que cambia eres tú.
.
Y para terminar, si vas a renovar algo en tu vida, hazlo mientras que todavía haya una oportunidad, porque llegará un momento en el que quieras cambiar y ya no puedas hacerlo. Hay cambios que caducan… como los yogures.
“Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Cuando me volví más viejo y sabio descubrí que el mundo no cambiaría, así que acorté mis anhelos un poco y decidí cambiar sólo mi país. Pero este también parecía inmutable.
Cuando entré en el ocaso de mi vida, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados, pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora, mientras me encuentro en mi lecho de muerte, repentinamente me doy cuenta: Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y a partir de esa inspiración y estímulo podría haber hecho un bien a mi país y, quién sabe, tal vez incluso … habría cambiado el mundo.”
(Estas palabras al parecer se encuentran se escritas en la tumba de un obispo anglicano, en la cripta de la Abadía de Westminster
Escrito por Miguel Arguedas el 6 julio, 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario