Tenía solo 8 años y murió después de darle un abrazo a su padre. Se separó de él, corrió hacia su madre y de pronto una explosión lo reventó en pedazos, la hirió gravemente a ella y le arrancó la pierna a su hermana de 6 años. No estoy hablando de Boston, estoy hablando de Bagdad. No estoy hablando de los 3 muertos ni de los casi 200 heridos en el atentado del lunes en Estados Unidos. Estoy hablando de los 36 muertos y los más de 200 heridos de Irak el mismo día, en una ola de atentados ocurridos en Bagdad, Faluya y Kirkuk. Estoy hablando también de los 5 muertos y los 18 heridos en otras dos bombas que estallaron ayer mismo en la capital.
Estoy hablando de que hemos visto en televisión cientos de imágenes de las bombas en Estados Unidos, de los heridos ensangrentados, las caras desencajadas de las víctimas y los testigos, conocemos sus nombres, el nombre de ese pobre niño, la tragedia de sus padres, sus vecinos. Nos hemos sentido conmovidos y trastornados ante ese acto brutal. Pero no hemos visto imágenes del terror en las caras de los iraquíes, ni sus cuerpos amputados, ni sabemos de los dramas personales de un país arrasado desde que Estados Unidos y sus aliados lo invadiera ilegalmente y lo reventara como una bomba.
Yo apenas he encontrado unas fotos de camionetas quemadas en Bagdad, no he conseguido enterarme de quiénes han sido las víctimas, no sé si murió un niño de 8 años después de abrazar a su padre. No lo sé pero me he imaginado que podría ser, que es muy posible que haya entre las víctimas algún chaval iraquí con la misma cara de ángel que tenía el pobre Martin Richard asesinado en Massachussets.
Mientras veía el incesante bombardeo de imágenes de Boston con las que Occidente tiembla de horror y tristeza, trataba de imaginar que eran las víctimas de tantos, cientos, de atentados que sufre ese país desde hace años y no pude evitar sentir indignación, vergüenza, porque nuestro gobierno y sus aliados fueron allí y pusieron una bomba que no deja de estallar. Pero nuestras televisiones, nosotros los periodistas ya no estamos allí para contarlo, no lo mostramos. No sentimos pena y piedad porque no los vemos.
No sirve de mucho esta reflexión, lo sé, solo quizá para que recordemos que lo que cuentan los medios es solo la mitad de lo que ocurre, que miramos con egoísmo y superioridad a media humanidad, que vivimos en un mundo asqueroso en el que los muertos de Estados Unidos valen más que los de Siria o Irak, que los muertos de un bando valen más que los del otro.
Y lo digo también por nuestro país. Tenemos una clase política que no quiere ver los muertos, que nos trata como a iraquíes lejanos y legisla sin pensar que sus decisiones son un atentado contra los desahuciados de la sociedad. Merecen nuestra persecución y denuncia, nuestro escrache y protesta.
Todos los muertos cuentan igual pero no contamos todos los muertos. Hay muertos que parece que no mueren porque no los vemos. Hay muertos que no cuentan porque no los contamos. Sé que no podemos hacer mucho más que gritar pero gritemos, hagamos lo que esté en nuestra mano para que esos muertos también cuenten.
Fuente: Cadena Ser - Lo llevamos Crudo
Autor: Javier Gallego
18/04/2013