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Las 12 leyes del Karma

Existe un principio que debería ser la base de nuestras acciones en todo lo que emprendamos a lo largo de nuestra vida. 
Es el principio de la compasión: “no hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran”.

La ley del karma o “ley de causa y efecto”, establece que cada acción genera una fuerza que vuelve hacia nosotros. Tal como esta fuerza se haya utilizado, cosecharemos lo que hemos sembrado. Cuando elegimos actuar para hacer el bien y llevar felicidad y éxito a otros, entonces los frutos del karma también serán la felicidad y el éxito.

Podemos utilizar las leyes del karma para atraer el dinero, la abundancia y un sin número de cosas buenas, siempre que lo deseemos. Pero antes, debemos ser conscientes de que el futuro ya está determinado, en cada momento, por las decisiones presentes.

Si construyes una buena base haciendo un pleno uso de las leyes del karma, cuanto más eleves tus elecciones a nivel consciente, más justas y espontáneas serán tus decisiones tanto para ti como para los que te rodean.

Cuando muchos escuchan hablar del karma, piensan automáticamente en algo que tiene que ver con la penitencia o con el castigo. Sin embargo, el karma no necesariamente equivale a una pena o una represalia. Esto evidencia una falta de comprensión y una mala interpretación del concepto de karma.

El karma es el equivalente a la ley de Newton que estipula que “a cada acción, le corresponde otra igual y opuesta.” Cuando pensamos, hablamos o actuamos ejercemos una fuerza que tendrá una consecuencia. Esta fuerza que vuelve puede ser modificada, cambiada o suspendida, pero la mayoría de las personas no podrán evitarla.

El karma tiene que ver con la educación y el aprendizaje. Una persona no puede escapar a las consecuencias de sus acciones, pero sólo sufrirá en caso de que haya cometido actos que conducen al sufrimiento.

De esta manera, la ley del karma no es un castigo en sí mismo y no tiene nada que ver con lo azaroso. Aprender a vivir con el concepto de karma puede ayudarte a convertirte en una persona mejor que actúa dentro de los preceptos del bien en relación a los otros y prioriza la paz y la tranquilidad de los que lo rodean.

Las 12 leyes del karma te harán pensar y reflexionar sobre aspectos de tu vida que tal vez nunca te detuviste a analizar. ¡Qué importante es pensar sobre nuestras acciones y evaluar las consecuencias que tendrán. Sobre todo cuando esas consecuencias impactarán de lleno en nuestras vidas.

1) La Ley Mayor: Causa y efecto.
Todos hemos crecido con esta ley presente en nuestras vidas, aun sin ser conscientes de ello. Simplemente nos dice que cosecharemos lo que sembremos y que todo lo que enviemos al universo, volverá antes o después.
La energía negativa enviada a otros, volverá pero de una manera diez veces más poderosa. Existen muchos refranes que tienen que ver con la ley de “causa y efecto” y todos son refranes con muchos años de antigüedad, porque ya desde el principio de la historia, las personas entendieron que todo lo que hacen bueno o malo, tendrá una consecuencia.
“El que siembra vientos, cosechará tempestades”. El karma es el juez de nuestros actos y nos ayuda a reflexionar sobre nuestros sufrimientos.

2) La ley de la creación.
La vida exige nuestra participación. Todos integramos un conjunto dentro del universo y formamos parte del nacimiento lógico de la naturaleza. Nuestras vidas se reproducen como cualquier otro ciclo natural.
Lo que nos rodea nos da indicios sobre nuestro estado interior. Es importante que sepamos que podemos crear las opciones que queremos encontrar a lo largo de nuestra vida.

3) La ley de la humildad.
Lo que te niegas a aceptar, volverá y te atrapará. Si frente a cualquier cosa o a cualquier persona, únicamente ves a un enemigo, entonces no estás en un nivel superior de existencia.
Esta ley se refiere a aceptar a otros y a no creernos superior a nadie.

4) La ley del crecimiento.
Estás en donde quieres estar. Todos podemos desarrollar y potenciar nuestro espíritu para que aquello que queramos cambiar, cambie. Nosotros debemos propiciar ese cambio y no esperar a que las cosas cambien solas o a las personas que nos rodean lo hagan.
Solo tenemos el control sobre nosotros mismos y sobre nuestras vidas. Si intentamos cambiar nuestro interior, nuestra vida también cambiará. Y para aprovechar el concepto del karma sobre que lo que da su vuelve, no olvides amarte para poder lograr este objetivo.

5) La ley de la responsabilidad.
Cada vez que algo malo acontece, es porque hay algo malo en ti. Lo que nos rodea, nos refleja y nosotros a su vez reflejamos lo que nos rodea. Es importante asumir y entender la responsabilidad de todo lo que se encuentra presente en nuestras vidas.

6) La ley de la conexión.
Mucha gente se debate entre lo que hace y lo que querría hacer, sin pensar que todo lo que hagamos por insignificante que parezca, tiene un impacto en nuestra vida y en el universo entero.
Cada etapa conduce a otra etapa siguiente y así sucesivamente. Alguien hará el trabajo inicial para que otro obtenga algo y a su vez continúe la cadena.
Ni la primera ni la última etapa son más o menos importantes porque ambas son necesarias para cumplir con la tarea. Todos estamos conectados en el pasado, el presente y el futuro.

7) La ley de la concentración.
En nuestro afán por realizar cosas queremos hacerlo todo al mismo tiempo, pero esto es imposible. Debemos ir poco a poco y etapa por etapa. Cuando perdemos el norte de nuestra brújula, caemos en la inseguridad y la irritación.

8) La ley de la coherencia.
Si de verdad crees y confías en que algo es verdadero, entonces te verás comprometido a demostrar que es así.
Actúa de manera tal de que puedas poner en práctica todo lo que has aprendido y de esta manera, predicar con el ejemplo.

9) La ley del “aquí y ahora”.
Existe un refrán que dice “si te aferras con ambas manos al pasado, ¿con cuál vas a alcanzar el futuro?” El hecho de mirar hacia atrás puede servir para revisar lo aprendido, pero quedarnos anclados en el pasado nos impide gozar del presente y vivir el “aquí y ahora”.
Las viejas ideas, los viejos hábitos y los viejos sueños no nos permiten renovar nuestra alma.
Suelta, y deja ir.

10) La ley del cambio.
La historia se repite hasta que aprendamos las lecciones necesarias para cambiar el transcurso de nuestras vidas. Si siempre utilizas una misma estrategia para alcanzar un mismo objetivo que se frustra, es hora de aprender la lección y propiciar los cambios necesarios.

11) La ley de la paciencia y la recompensa.
Para que haya una recompensa, necesitamos un esfuerzo inicial. Nada grande e importante se logró sin una cuota de esfuerzo y perseverancia. La mayor gratificación es la que requiere de más dedicación, paciencia y constancia.
El hecho de amar nuestro lugar en el mundo, recompensará nuestros esfuerzos en el tiempo justo y en el momento en que hayamos aprendido la importancia de estos valores.

12) La ley de la importancia y de la inspiración.
El valor de las cosas es una consecuencia directa de la energía y de la intención que ponemos en ellas. Cada aporte personal contribuye al conjunto. Las contribuciones mediocres no tienen ninguna incidencia en el todo, ya que al ser tan abundantes se anulan entre ellas.

Dedica todo tu esfuerzo y pon todo el corazón en cada acto con el fin de obtener el objetivo deseado.

Ya sea que creas o no en la filosofía del karma, es cierto que lo único sobre lo que podemos estar seguros es que la primavera y el invierno volverán pero en realidad, como lo dijo el escritor Voltaire, “no es sorprendente que podamos volver a nacer dos veces en vez de una, porque todo en la naturaleza es resurrección.”


Frases - Nota Mental (nunca olvidar)





Fin de año

De tanto perder, aprendí a ganar; de tanto llorar, se me dibujó la sonrisa que tengo.

Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo.
Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. Me asombro tanto cómo es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía.

Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me pidieran ayuda.
Traté siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto, como debe ser (incluyéndome).
Hago sólo lo que debo, de la mejor forma que puedo, y los demás que hagan lo que quieran.

Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido.

Aprendí que en esta vida nada es seguro, sólo la muerte… por eso disfruto el momento y lo que tengo.
Aprendí que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar, y quien realmente está interesado en mí me lo hará saber a cada momento y contra lo que sea.

Que la verdadera amistad sí existe, pero no es fácil encontrarla.
Que quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas.
Que ser fiel no es una obligación, sino un verdadero placer cuando el amor es el dueño de ti.

Eso es vivir… La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y sinsabores… Aprendí a vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores pero no vivo pensando en ellos, pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues, hay errores irremediables.

Traté siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto, como debe ser (incluyéndome).Hago sólo lo que debo, de la mejor forma que puedo, y los demás que hagan lo que quieran.Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido.

Las heridas fuertes nunca se borran de tu corazón pero siempre hay alguien realmente dispuesto a sanarlas, con amor.

Camina de la mano de Dios, todo mejora siempre. Y no te esfuerces demasiado, que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas.

No las busques, ellas te buscan.

Lo mejor está por venir.




Frases


Y ..por estas epocas


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La angustia



El ser humano dice Heidegger es ser-para-la-muerte. Eso angustia, por suerte, ya que nos devuelve la pregunta por el sentido.
Resultado de imagen para angustiaHay algo que molesta. Hay una falla que no podemos resolver. Una falla de fábrica. Nacimos mortales, pero además nacimos. No éramos nada. Ahora somos. Luego, eternamente ya no seremos más. Por la infinita eternidad de los tiempos. Y en virtud de la misma eternidad que nos antecede. La falla hace que nada tenga sentido. O al revés. La falla hace que hagamos de todo para aplacarla. El mundo está repleto de objetos, prácticas, vínculos, instituciones. Todo parece estar hecho para dotar de un sentido a la existencia. Y sin embargo hay momentos en los que este gran pacto hace eclosión. Tomamos esa distancia indebida desde la cual observamos todo lo que nos rodea y así nada cierra. Nos vemos rodeados de cosas, que van siendo percibidas abstractamente como cosas, y en ese acto nos damos cuenta que algo del sentido se esfumó. Nos sentimos vacíos, pero insaciables. Ni siquiera aptos a emprender una acción para ver si algo nos satisface. Nos sentimos vacíos y percibimos todo vacío. Caemos en un estado como de insatisfacción permanente, de ansiedad sin objetivo, de aburrimiento esencial. Los medievales llamaban a esta sensación con el nombre de acedia. Es una mezcla de desidia y pereza. Cuentan que un demonio meridiano penetraba en el cuerpo de algunos monjes los días sábados, el día de Saturno, el día del tiempo. Y que los tiraban para abajo. Les quitaban la energía, la fuerza, el deseo, el sentido. Se confundían en los ritos. Se perdían en el desgano. Perdían las ganas.
La nada no nos revela que nada es, sino al contrario, nos muestra que el ser no es absoluto. Pensar que la nada es, es consecuencia de una idea del ser como algo estable, fijo y definitivo.
¿Ganas de qué perdían los monjes? Se trata de un estado de ánimo, de un temple denominado taedium vitae: tedio por la existencia. No aburrimiento por esta acción o por este vínculo o por este trabajo o por este entretenimiento. Ojalá fuera tedio por algún objeto concreto. Pero el tedio existencial es aburrimiento por todo. Por el ser. Por tener que ser. Aparece sobre todo cuando nos hallamos abrumados de cosas y sentimos que ninguna aplaca lo único importante. Lo único importante que es inaplacable. Cuantos más objetos, más sensación de estar perdidos. Cuanto más lleno todo, más anonadamiento, más sensación de que todo en definitiva es nada. El tedio es tedio ante el todo, pero la angustia es angustia frente a la nada…
A diferencia del tedio, otro de los temples claves para Heidegger es la angustia, ya que desde la nada se nos hace patente nuestro ser-en-el-mundo. Nos hace patente nuestra contingencia, nuestro estado de apertura. Asumirnos así es ser concientes de que no somos nada. La angustia nos recuerda permanentemente que nada es absoluto ni definitivo. Nos descentra. Nos resquebraja. Nos baja del pedestal. Nos difumina el sentido. Cuando adviene la angustia, todas las cosas pierden valor, pierden sentido, presencia. Se evanescen, se vuelven meras formas, fantasmas. Recordando que a fin de cuentas todo es efímero, entonces todo pierde sustento, y se nos cae. ¿De qué sirve este amor, esta alegría, este trabajo, si en definitiva todo culmina y nada es efectivamente lo que es? Todo en la angustia se pierde. Nos sentimos extraviados, fuera de casa. Ningún ente parece tener sentido y cuando recobramos un poco el ánimo y se nos pregunta qué nos pasaba, respondemos: "no era nada". Es que de eso se trata. De un encuentro con la nada. La nada que todo es cuando todo se devela contingente. 
La nada no nos revela que nada es, sino al contrario, nos muestra que el ser no es absoluto. Pensar que la nada es, es consecuencia de una idea del ser como algo estable, fijo y definitivo. Por eso, cuando pensamos al ser en su conexión con el tiempo, caemos en la cuenta de su carácter contingente, y ello nos provoca un descentramiento de sentido. Básicamente, todos los entes que nos rodean, se enflaquecen, pierden espesura, ya que en el fondo, por ser finitos, no son nada. De este modo, la angustia, para Heidegger, nos coloca en otra relación con las cosas. Les quita peso, las vuelve superfluas. 
Por eso, dice Heidegger que la cotidianeidad con sus objetos, artefactos y utilidades es el mejor lugar para huir de la angustia y por lo tanto, huir de lo que somos. La vida cotidiana, como un fármaco, anestesia nuestra conciencia de finitud y hace de la angustia existencial una dolencia. ¿Para qué recordar todo el tiempo que nos vamos a morir?  En la cotidianeidad olvidamos nuestro carácter finito y nos creemos dueños, propietarios, amos, cuando en realidad todo siempre se desvanece. Todo siempre es también nada. Y sobre todo nosotros mismos. Recordar todo el tiempo que nos vamos a morir es asumir que todo puede ser de otra manera porque nada es entonces definitivo. El ser humano dice Heidegger es ser-para-la-muerte. Eso angustia, por suerte, ya que nos devuelve la pregunta por el sentido.