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El principio es el final; el final es el principio: intimaciones de eternidad en la Cábala, en el Zen y en el Advaita




"La totalidad de la tierra como la totalidad del cielo aparecen en el nacimiento así como en la muerte".


Diferentes tradiciones esotéricas coinciden en su entendimiento de la existencia como un proceso infinito que está siempre en flujo, manifestando una esencia impersonal (el Ser que trasciende toda definición y límite) en el juego de la diversidad. Esta esencia o este Ser ilimitado, sin embargo, no existe más allá del universo, sino que es presencia perpetua, accesible en todo los instantes, una esencia inseparable de su manifestación, indivisibilidad de potencia y actualidad. Ser que se revela a sí mismo es la manifestación, en el proceso de creatividad que ocurre siempre ahora, embebido en todo acto. Esto significa que el nacimiento y la muerte son también presencia pura, inseparables e interdependientes. Como la boca y la cola de la serpiente ouroboros –esa serpiente siempre se está mordiendo la cola y todos los fenómenos son una posibilidad de reconocimiento, de tocar la fuente, de actualizar la totalidad.  Si bien el cambio existe, es de hecho lo único permanente, ese cambio ocurre siempre dentro del mismo Ser, como el centelleo dentro de un único fuego. 


Presentamos tres versiones de esta idea. La primera en el texto I Am That, Nisargadatta Maharaj, el gran maestro iluminado del Advaita Vedanta: 

Cuando la vida y la muerte son vistas como esenciales la una para la otra, como dos aspectos de un solo ser, eso es la inmortalidad. Ver el final en el principio y el principio en el final es la intimación de la eternidad. Definitivamente, la inmortalidad no es continuidad. Sólo el proceso de cambio continúa. Nada dura.

De manera muy similar dice el Sefer Yetzirah, uno de los texto esenciales de la cábala:
Su final está embebido en su principio, y su principio en su final, como una flama en un carbón ardiente. 

Comenta a esto David Chaim Smith en su libro The Kabbalistic Mirror of Genesis:
La relación entre la flama y el carbón ilustran la interdependencia, que nulifica la asunción de la existencia independiente en relación a una parte. El fuego depende del carbón para que pueda arder y el carbón sólo es un carbón porque el fuego lo quema… Esta analogía se aplica también en la percepción de los fenómenos en relación a En Sof. En Sof es creativo por naturaleza, pero la creatividad no puede existir sin una expresión fenoménica. Asimismo, un fenómeno requiere de la creatividad para aparecer. Por lo tanto ni En Sof ni el despliegue de las apariencias tienen una existencia independiente.

El mismo Chaim Smith en un texto más reciente The Awakening Ground:
Isaac el Ciego elabora sobre esta frase: “El final embebido en el principio es una fuente expansiva”. Cada supuesto “final” en el que la mente se fija es una invitación a regresar a la fuente primordial de B’reshit [la creatividad universal], que es la esencia dinámica de la totalidad. La gnosis regresa todos los finales a un principio continuo sin origen o fuente, del cual nada nunca ha partido. Este es la gran tikkun (rectificación) de la aparente ruptura de la percepción ordinaria. Toma el papel de la última ofrenda a través de la cual todos los significados menores se entregan a la gran plenitud significante de En Sof.

El maestro zen Dogen:
La iluminación es nacimiento, nacimiento es iluminación. En el momento de la iluminación no hay nada más que nacimiento totalmente actualizado, nada más que muerte totalmente actualizada.
El nacimiento en su cualidad de presencia aquí y ahora es actividad indivisa. Actividad indivisa es nacimiento en su inmediatez.
El nacimiento ni va ni viene. El nacimiento ni aparece ni ya existe antes. Así, el nacimiento está totalmente manifiesto, la muerte está totalmente manifiesta.
 La totalidad de la tierra como la totalidad del cielo aparecen en el nacimiento así como en la muerte.

(Citas tomadas Moon in a Dewdrop)

 
Autor: Cadena Áurea