Bienvenidos a mi blog y muchas gracias por su visita! Este es un espacio donde comparto lo que me gusta y lo que otros amablemente compartieron conmigo a modo de archivo personal. Refleja mis intereses, mi forma de pensar y sentir a través de los años desde que nació esta página. Espero que disfruten su estadia! Mucha suerte y ....... Buen viaje / BUENA VIDA!!
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"El vegetal" y el proposito - Mensaje para un suicida
En medio de tantos suicidios, tantas personas que viven sin sentido y con un vacío enorme Nicolas Mango Marri, Cristian Mariano Deppeler y Cristian Hauros quieren presentar este video.
Les preocupa y duele cada suicidio que conocen, sobre todo de gente tan joven como está pasando últimamente.
Se plantan con la bandera de la vida, saben que los problemas tienen soluciones y la vida vale la pena, aun con todo lo negativo que aveces nos toca vivir.
Un mensaje simple y claro de alguien que merece ser escuchado.
Resiliencia - Boris Cyrulnik
LA PERSONA
Nacido en Burdeos en 1937 en una familia
judía, Boris Cyrulnik sufrió la muerte de sus padres en un campo de
concentración nazi del que él logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la
guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la
Beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la
literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado (1).
No es ni mucho menos gratuito que el Dr.
Cyrulnik haya indagado tan a fondo en el trauma infantil: con siete años vio
cómo toda su familia, emigrantes judíos de origen ruso, eran deportados a
campos de concentración de los que nunca regresaron. "No es fácil para un niño
saber que le han condenado a muerte". Era el típico caso perdido, un
"patito feo" condenado a llegar a la edad adulta convertido en un
maltratador, un delincuente o un tarado.
SU DESARROLLO
Su "resiliencia" personal, su
nexo de unión con la vida, fueron las personas, los libros y el ‘rugby’: -"Estudié medicina por un
deseo de seguridad, de integración; nadie duda que es porque mi familia fue
deportada por lo que yo quise orientarme hacia la psiquiatría, explorar la
mente humana y dar un sentido a lo incomprensible".
Dar un sentido a la vida es un aspecto
inescindible del proceso resiliente.
Boris Cyrulnik se transformó en un
neuropsiquiatra, psicoanalista y estudioso de la etología, siendo uno de los
fundadores de la etología humana.
LA RESILIENCIA Y LA
PSICOLOGÍA
La resiliencia
se define como la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una
adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.
Uno de los mayores aportes de nuestro
autor, gira alrededor de colocar el concepto de resiliencia en una relación
privilegiada con la psicología. Para Cyrulnik, la diferencia entre las escuelas
psicológicas norteamericana y latina (europea y, agregamos, latinoamericana),
reside precisamente en la aceptación de la "resiliencia". En la
escuela estadounidense apenas se da crédito a éste concepto, que para Boris
Cyrulnik está empíricamente demostrado, a través de múltiples experiencias (2).
En "Algunos fundamentos
psicológicos del concepto de resiliencia" (3), antes de entrar en contacto
con el pensamiento de Cyrulnik, planteamos con las Lic. Mirta Estamatti y
Alicia Cuestas, como se podía justificar el desarrollo de los pilares de la
resiliencia (a partir de su descripción por Edith Grotberg) desde una
perspectiva psicológica, puntualizando la necesidad del "otro" humano
para que todos y cada uno de los pilares se construyeran en la trayectoria
histórica del sujeto. Esto facilita la comprensión de qué significa la
promoción de esos pilares, dando pistas seguras para analizar programas
educativos, sociales y de salud. Además vinculábamos el concepto de resiliencia
con el de salud mental, en el sentido de la semejanza o coincidencia de las
acciones promotoras de resiliencia con las que tratan de desarrollar la salud
mental. Desde el punto de vista de la resiliencia el aspecto quizás más
especial y original es el énfasis de la necesidad del otro como punto de apoyo
para la superación de la adversidad.
Entre las múltiples experiencias que
justifican el concepto de la resiliencia, Boris Cyrulnik (4) explica cómo un
alumno suyo realizó un estudio comparativo de lo que ocurría durante la guerra
del Líbano en Beirut y en Trípoli: Mientras Beirut fue la ciudad más cruelmente
bombardeada, con más muertes y meses de asedio, los estudios sobre el terreno
demostraron que en Beirut los niños presentaban mucho menos casos de síndrome
post- traumático que en Trípoli, que estuvo más tranquila. La explicación: la
propia situación de Beirut hizo que aumentase la solidaridad y el contacto en
las familias mientras que en Trípoli los niños estaban sufriendo simple y
llanamente abandono afectivo.
Los huérfanos rumanos con los que
trabajaron tras la caída de Ceaucescu, pasaron de ser autistas a poder estudiar
una carrera o formar una familia, tras un programa de hogares de acogida. Más
sorprendente fue el polémico estudio sobre los chicos con problemas de abuso en
el seno familiar, en los que se comprobó, que el trauma no venía del hecho en sí
del abuso, sino de la falta de afectos en el trato familiar diario.
LAS CLAVES DE LA
RESILIENCIA: EL OXÍMORON
Así, la clave reside en los afectos, en la
solidaridad, y éstos en el contacto humano.
Por muy grave que sea lo que haya sufrido
un niño, la psique se revela tan flexible, que con los ingredientes del
contacto humano, el entendimiento, la palabra, se puede volver "a
flote". Boris Cyrulnik explica que ha elegido éstos casos extremos porque
son más fáciles para visualizar el problema, pero la resiliencia (y el trauma)
no tiene fronteras de nacionalidad o condición y preguntado por si hay alguna
edad tope, respondió riendo: "Hasta
los 120 años, en Toulon estamos trabajando con mayores enfermos de Alzheimer,
que olvidan las palabras, pero no los afectos, los gestos, ni la música" .
Boris Cyrulnik (5) ha realizado aportes
sustantivos sobre las formas en que la adversidad hiere al sujeto, provocando
el estrés que generará algún tipo de enfermedad y padecimiento. En el caso
favorable, el sujeto producirá una reacción resiliente que le permita superar
la adversidad. Su concepto de "oxímoron", que describe la escisión
del sujeto herido por el trauma, permite avanzar aún más en la comprensión del
proceso de construcción de la resiliencia, a la que le otorga un estatuto que
incluye entre los mecanismos de defensa psíquicos, pero, aclara, más
concientes. Estos corresponderían en realidad a los mecanismos de
desprendimiento psíquicos, descriptos por Edward Bibring (6), que a diferencia
de los mecanismos de defensa, apuntan a la realización de las posibilidades del
sujeto en orden a superar los efectos del padecimiento.
En la visión de Cyrulnik la resiliencia significa un
mensaje de esperanza "porque en psicología nos habían enseñado que las
personas quedaban formadas a partir de los cinco años. Los niños mayores de esa
edad que tenían problemas eran abandonados a su suerte, se les desahuciaba y,
efectivamente, estaban perdidos. Ahora las cosas han cambiado: sabemos que un
niño maltratado puede sobrevivir sin traumas si no se le culpabiliza y se le
presta apoyo". La
historia explica el presente pero nunca cierra el futuro.
Cyrulnik plantea que "todo estudio
sobre resiliencia debería trabajar tres planos principales:
La adquisición de recursos internos que se
impregnan en el temperamento, desde los primeros años, en el transcursos de las
interacciones precoces preverbales, explicará la forma de reaccionar ante las
agresiones de la existencia, ya que pone en marcha una serie de guías de
desarrollo más o menos sólidas.
La estructura de la agresión explica los
daños provocados por el primer golpe, la herida o la carencia. Sin embargo será
la significación que ese golpe haya de adquirir más tarde en la historia
personal del magullado y en su contexto familiar y social lo que explique los
devastadores efectos del segundo golpe, el que provoca el trauma (sobre esta idea reconocía la
autoría de Anna Freud).
Por último, la posibilidad de regresar a
los lugares donde se hallan los afectos, las actividades y las palabras que la
sociedad dispone en ocasiones alrededor del herido, ofrece las guías de
resiliencia que habrán de permitirle proseguir un desarrollo alterado por la
herida.
Este conjunto constituido por un
temperamento personal, una significación cultural y un sostén social, explica
la asombrosa diversidad de los traumas" (7). Él dice: "Imagínese que un niño ha
tenido un problema, que ha recibido un golpe, y cuando le cuenta el problema a
sus padres, a éstos se les escapa un gesto de disgusto, un reproche. En ese
momento han transformado su sufrimiento en un trauma ".
SU PENSAMIENTO
CRÍTICO
Es muy importante mencionar la filosa
crítica social que el autor francés desarrolla a partir de la utilización que
hace del concepto de resiliencia. Por ejemplo cuando afirma como "en el contexto cultural de
los hospitales psiquiátricos de los años 1940, se hablaba mucho de la lucha por
la vida, de la selección de los más fuertes, es decir de la eliminación de los
más débiles. El amontonamiento de 120.000 enfermos mentales, las restricciones
alimenticias, la ausencia de cuidados y la intención anunciada de eliminar a
aquellos que contaminaban la raza facilitaron las decisiones insidiosas que
hicieron pasar la mortalidad habitual de esos extraños hospitales de 6,88 % en
1938 a 26,48 % en 1941. (…) Pero los 40.000 enfermos que desaparecieron no
dejaron huellas, ni escritos de relatos. Los horrores que contaban cuando
podían testimoniar eran considerados como horribles delirios, pero la que
estaba loca era la sociedad. Esos enfermos murieron en silencio que era lo que
se deseaba después de la guerra, cuando se quiso reconstruir la nación sin
arreglar las cuentas con el pasado". Su
conclusión es que muchas veces la conducta social se resume en esta frase:
"Usted que ha
sufrido tanto, díganos lo que pasó. Pero sólo tiene derecho a decir lo que
queremos escuchar". (…) La cuestión es: ¿qué van a hacer
con sus heridas? ¿Someterse y emprender carreras de víctimas que darían buena
conciencia a quienes vuelen en su auxilio? ¿Vengarse exponiendo sus
sufrimientos para culpabilizar a los agresores o a aquellos que se negaron a ayudarles?
¿Sufrir a escondidas y convertir sus sonrisas en máscaras? ¿Reforzar la parte
sana de ustedes con el fin de luchar contra las magulladuras y volverse humanos
a pesar de todo?" En
esto último está la esencia de la resiliencia
Hoy en día la profundización y la
cronificación del proceso de exclusión social en una sociedad cada vez más
inequitativa, desafían la capacidad de los sistemas sociales, educativos y de
salud para enfrentar tanta injusticia social. En ese marco de dolor social
exacerbado, la promoción de la resiliencia se vuelve una necesidad y una
obligación.
Yolanda Gampel (8) estudia el problema del
dolor social definido como "el
padecer que se origina en las relaciones humanas como conjunto"(Freud
decía que de las tres causas de sufrimiento humano: los desastres de la
naturaleza, el propio cuerpo o
las relaciones con los otros seres humanos, esta última era la causa más
frecuente e importante). Plantea
la existencia en el sujeto de un "sustrato
de seguridad" derivado
de una base emocional equilibrada, posibilitada por un marco familiar y social
estables. Son los padres o cuidadores sustitutos, como mediadores con el medio
social, los que ayudan a su constitución a través de una acción neutralizadora
de los estímulos amenazantes. Se trata de lo que Bowlby y Ainsworth llaman una relación de apego seguro y al mismo se remite Cyrulnik para
caracterizarlo como una base para la construcción de resiliencia, aún cuando
admite que una base insegura se puede corregir con buenas experiencias futuras.
La violencia social que fractura la
continuidad existencial, haciendo que lo familiar (heimlich) se vuelva
no familiar (unheimlich o siniestro), provoca una
sensación de amenaza o trauma que genera en el sujeto otra estructura que
llamamos el "sustrato de
lo siniestro".
Se puede diferenciar asimismo, entre el
contacto con una agresión social terrible y brutal, y el contacto con la
agresión existencial que "trabaja y nos trabaja dentro de cada uno de
nosotros". En el caso de los sometidos a una violencia brutal, el
"sustrato de lo siniestro" no puede asimilarse o integrarse dentro de
la estructura de seguridad existente hasta entonces.
Sin embargo cuando la violencia que
"trabaja y nos trabaja" existencialmente es del orden de la pobreza,
la exclusión o la desocupación, por ejemplo, con los grados de humillación
constantes y repetidos que el sujeto debe soportar, también produce un fenómeno
de asimilación imposible y de coexistencia de ambos sustratos.
En estos casos el sustrato de lo siniestro
convive con el sustrato de seguridad y la persona se ve forzada a soportar un
mundo escindido y con un yo también escindido que le permite negar lo siniestro
para sostener la continuación de su existencia o simplemente sobrevivir,
manteniendo a raya el resultado del trauma. Por
este camino entramos en el territorio de la resiliencia.
Si la resiliencia
constituye un proceso de entramado entre lo que somos en un momento dado, con
los recursos afectivos presentes en el medio ecológico social, la falencia de
esos recursos puede hacer que el sujeto sucumba, pero si existe aunque sea un
punto de apoyo, la construcción del proceso resiliente puede realizarse
(Cyrulnik).
LA PSICOLOGÍA DEL
OXÍMORON
Boris Cyrulnik (9) utiliza para entender
el fenómeno de la resiliencia el concepto de "oxímoron",
que es una figura de la retórica que consiste en reunir dos términos de sentido
opuesto para generar un nuevo significado: la "oscura claridad", un
"maravilloso sufrimiento", el "sol negro" de la melancolía.
"Hay que ver el
problema desde sus dos caras. Del exterior, la frecuencia de la resiliencia
prueba que es posible recuperarse. Del interior del sujeto, estar estructurado como un oxímoron
revela la división del hombre herido, la cohabitación del Cielo y el Infierno,
la felicidad en el filo de la navaja".
"No se trata de
la ambivalencia que caracteriza un movimiento pulsional donde se expresan
sentimientos opuestos de amor y odio hacia una misma persona. El oxímoron
revela el contraste de aquel que, al recibir un gran golpe, se adapta
dividiéndose. La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce
necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta,
reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un
poco de felicidad y sentido a la vida".
"La felicidad
existe únicamente en la representación mental, por tanto es siempre fruto de la
elaboración. Es algo a trabajar. Y ella se construye en el encuentro con el
otro".
La escisión del yo no se sutura, permanece
en el sujeto compensada por los recursos yoicos que se enuncian como pilares de
la resiliencia: Autoestima
consistente, independencia, capacidad de relacionarse, sentido del humor,
moralidad, creatividad, iniciativa y capacidad de pensamiento crítico.
Con algo de todo eso más el soporte de otros humanos que otorgan un apoyo
indispensable, la posibilidad de resiliencia se asegura y el sujeto continúa su
vida (10).
Podríamos decir que
el concepto de oxímoron es equivalente al concepto de Freud de la escisión del
Yo en el proceso defensivo: tal como lo describió inicialmente en los casos de fetichismo, frente al trauma psíquico de la
amenaza de castración, el sujeto se escinde para poder continuar la satisfacción
de sus pulsiones por una parte (un poco de felicidad y sentido de la vida),
mientras a otro nivel sufre la continua acción de la amenaza recibida que sabe
real y posible. Luego fue ampliando la aplicación de este tipo de defensa en
las psicosis y neurosis, y aún en la vida "normal". Zuckerfeld (11)
va más allá y plantea la escisión como un hecho fundante del aparato psíquico,
como una condición del ser humano, y la incluye en su descripción de una
tercera tópica.
Se trata entonces, en ambas perspectivas,
de cómo el sujeto sobrelleva la adversidad construyendo una salida vital para
superar el trauma, produciendo una modificación de su yo, la escisión, con el
auxilio de la denegación.
Para Cyrulnik (12), cuando en la historia
del sujeto ocurre un hecho exterior que le inflige una herida, ésta impregna el
cuerpo y la memoria. El oxímoron se vuelve característico de la personalidad
herida pero resistente, que porta su parte sufriente pero puede ser feliz a
pesar de todo. Describe una patología del vínculo del sujeto con el mundo que
habrá que restablecer, por eso un otro humano es indispensable.
El trauma puede ser el punto de partida de
una estructuración neurótica o psicótica, pero también un punto de llegada en
cuanto a generar una fuerte y útil estructura defensiva. La construcción del
sistema psíquico incluye, y no como algo accesorio, el sistema de las defensas
del Yo.
TRAUMA Y PRUEBA –
BIENESTAR Y FELICIDAD
"Hay que
distinguir entre trauma y prueba. Para hablar de trauma, es necesario haber
muerto. No crean que es una imagen, es real. La gente traumatizada dice: 'No
estoy segura de estar viva. He regresado del infierno y vuelto a la vida'.
Algunos incluso dicen: 'La salida de los campos de la muerte no es el retorno a
la vida. No soy un sobreviviente sino un retornado, un fantasma', lo que
implica el curioso pensamiento de 'mientras más envejezco, más me alejo de la
muerte'".
"Mucha gente
sufre traumas y todo el mundo debe soportar pruebas. Pero en la prueba seguimos
siendo nosotros mismos. No estamos muertos ni desgarrados. Frente a una prueba,
pienso: 'He perdido mi trabajo. ¿Qué voy a hacer?'; 'Ella me abandonó. Siento
una profunda pena, pero pienso que ella es una loca por haber dejado ir a un
hombre como yo. Peor para ella'. Nos defendemos como podemos y seguimos siendo
nosotros mismos" (13).
"Entonces la
felicidad no es fatal, como tampoco lo es la desgracia. Se puede aprender a
modificar estos sentimientos".
"El bienestar es
físico. Uno se siente bien cuando todas sus necesidades están cubiertas. Se
trata de una sensación inmediata. La felicidad, en cambio, es el resultado de
una representación, de una esperanza, de un proyecto de existencia y se construye
siempre en el encuentro con el otro. Para ilustrar esta diferencia, siempre
cuento la historia de los picapedreros: paseo por un camino y veo a un hombre
que está picando piedras. Hace muecas y sufre. Me explica que su oficio es
idiota y que el trabajo muscular le hace mal. Más allá, un segundo picapedrero
parece más apacible. Golpea tranquilamente la piedra y me dice que es un oficio
al aire libre y que le basta para ganarse la vida. Un poco más allá, un tercer
hombre pica piedras en éxtasis. Está radiante y sonríe. Me explica que el hecho
de picar piedras lo hace muy feliz porque piensa que está construyendo una
catedral. Aquellos que tienen una catedral en su cabeza son felices, aquellos
que se contentan con lo inmediato sienten bienestar y aquellos que se desesperan
por no tener otro oficio son desdichados. El gesto es igual en los tres casos
pero es el significado del gesto lo que los vuelve felices o desdichados".
Sin embargo el pensamiento de Cyrulnik no
es utópico, no dice que la felicidad es fácil de alcanzar sino solamente que es
posible. El precio puede ser alto pero los que no lo intentan lo pagan más
caro. Para el sujeto si la herida es demasiado grande, si nadie sopla sobre las
brasas de resiliencia que aún quedan en su interior, será una lenta agonía
psíquica.
"Los drogadictos confunden la
felicidad con el bienestar momentáneo. El 'flash' de la droga les da una
sensación de bienestar que se apaga de inmediato y los desespera, en tanto los
que tienen un proyecto trascienden la realidad" (14).
"Una infelicidad
no es nunca maravillosa. Es un fango helado, un lodo negro, una escara de dolor
que nos obliga a hacer una elección: someternos o superarlo. La resiliencia
define el resorte de aquellos que, luego de recibir el golpe, pudieron
superarlo".
LA RESILIENCIA COMO
TRAMA CON EL OTRO, CON EL ENTORNO SOCIAL
La resiliencia se teje: no hay que
buscarla sólo en la interioridad de la persona ni en su entorno, sino entre los
dos, porque anuda constantemente un proceso íntimo con el entorno social. Esto
elimina la noción de fuerza o debilidad del individuo; por eso en la literatura
sobre resiliencia se dejó de hablar de niños invulnerables.
Tiene contactos con la noción de apuntalamiento de la
pulsión. Como dice Freud (15)
"la libido sigue los caminos de las necesidades narcisistas y se adhiere a
los objetos que aseguran su satisfacción". La madre que es la primera
suministradora de satisfacción de las necesidades del niño, es el primer objeto
de amor y también de protección frente a los peligros externos; modera la
angustia, que es la reacción inicial frente a la adversidad traumática, en
grado o medida aún mínima.
Ya mencionamos la necesidad de que el niño
desarrolle un apego seguro como base de su futura resiliencia. En esto iba un
reconocimiento de Boris Cyrulnik para quien él nombra como uno de sus maestros,
John Bowlby y sus enseñanzas sobre la teoría del apego.
Esta condición inicial del sujeto sigue
existiendo toda la vida, por eso durante toda la vida es fundamental otro
humano para superar las adversidades mediante el desarrollo de las fortalezas
que constituyen la resiliencia. En síntesis, el
proceso de apuntalamiento de la pulsión lleva al otro humano y evita el
atrapamiento en el mortífero solipsismo narcisista.
En la resiliencia, que atiende los efectos
del estruendo más exterior, el Yo que lo padece, debe de todos modos gobernar
la conmoción emocional. El estrés participa en el choque cuando la emoción
sacude el organismo bajo el efecto de los golpes venidos de las agresiones
sociales o del espíritu de los demás. Con frecuencia el estrés es crónico, y su
efecto insidioso altera el organismo y el psiquismo que no toma conciencia.
Sin embargo siempre la autoestima, con la
ayuda y la mirada de los demás, puede ser reorganizada y reelaborada por medio
de nuevas representaciones, acciones, compromisos o relatos. Es discutible si
el concepto de resiliencia pertenece a la familia de los mecanismos de defensa
del yo. Quizás se deba recurrir al poco usado concepto de mecanismos de
desprendimiento del yo, introducido por E. Bibring (16), que "no tienen
por finalidad provocar la descarga (abreacción) ni hacer que la tensión
deje de ser peligrosa (mecanismo de defensa). Sin negar que durante el
proceso se producen fenómenos de abreacción en pequeñas dosis", se trata
de operaciones yoicas que apuntan a dispersar las tensiones dolorosas en otros
complejos de pensamientos y emociones con efectos compensatorios; o bien, como
en el trabajo de duelo, generan el desprendimiento de la libido del objeto
perdido para transferirla a otros. Un tercer modo es la familiarización con el
peligro para poder superarlo en forma contrafóbica. Lagache (17) siguiendo a
Bibring, señala el paso de la repetición a la rememoración pensada y hablada.
Para él, las operaciones de desprendimiento del yo permiten neutralizar la
operación defensiva (inconsciente). Para el psicoanálisis serían mecanismos
más propios de la cura que de la enfermedad; desde el punto de vista de la
resiliencia constituyen la posibilidad de una continuidad de la vida en
aceptables condiciones de salud mental.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA
RESILIENCIA
No se puede abstraer el modo concebir por
nuestro autor francés la construcción de la resiliencia de su concepción
etológica del ser humano. Cuando dice acerca de la construcción de la
resiliencia que "la
genética tendrá algo que decir, pero que las interacciones precoces hablarán
mucho más, mientras que las instituciones familiares y sociales contendrán lo
esencial del discurso" (18), podríamos traducirlo a otras palabras
suyas: "A priori, antes de hablar, es preciso que el desarrollo de mi
cerebro humano esté correctamente programado; es necesario que mis ojos se
encuentren con una figura de apego para suscitar en mí las ganas de hablar, y
que me impregne el baño lingüístico social de los adultos que me rodean. (…) El
habla ya no pertenece al cielo, sino que tiene su origen en el cuerpo, en lo
afectivo y en lo social" (19).
Cyrulnik pone así en valor el carácter
social de cada ser humano, cuya individualidad se construye en un campo de
tensiones afectivas estructurado por palabras. Pero que en términos de la
resiliencia las posibilidades de reestructuración no cesan nunca. Por eso
acomete la posibilidad de trabajar con pacientes que padecen el mal de
Alzheimer e insiste en que la mente de un niño, de una persona, es como un
submarino que aguanta toneladas y toneladas de presión sin romperse y siempre (mientras hay vida) puede volver a flote. Para él "no hay herida que no sea
recuperable. Al final de la vida, uno de cada dos adultos habrá vivido un
traumatismo, una violencia que lo habrá empujado al borde de la muerte. Pero
aunque haya sido abandonado, martirizado, inválido o víctima del genocidio, el
ser humano es capaz de tejer, desde los primeros días de su vida, su
resiliencia, que lo ayudará a superar los shocks inhumanos. La resiliencia es
el hecho de arrancar placer, a pesar de todo, de volverse incluso
hermoso".
EL MURMULLO DEL
PASADO EN LA INTIMIDAD DEL ADOLESCENTE
"El Murmullo de los
Fantasmas" es un libro
de Boris Cyrulnik que se centra en la adolescencia, esa compleja y crítica
etapa de la vida en la que aflora con fuerza la sexualidad en un cuerpo que se
transforma y pasa a ser adulto, la identidad se constituye como una búsqueda
fundamental donde los pares juegan un rol importante, el deseo de
autoafirmación pone en conflicto la autoridad en general, no sólo la paterna, y
se vuelve perentorio encontrar nuevos sentidos a una vida que se llena de
incertidumbres.
En esta circunstancia el pasado de la
infancia del sujeto retorna como un murmullo fantasmal que lo obliga a poner
los hechos y emociones en el modo de una narración a la que él mismo le va
dando sentido. Para que exista un trauma debe darse dos veces la experiencia
traumática: la primera en la realidad y la segunda en la representación. Es en
relación a ésta donde puede instalarse el trabajo de la resiliencia. El
adolescente la busca; primero en la familia y si ahí no la encuentra será con
sus pares, con un docente o cualquier adulto significativo que juegue como
tutor de su desarrollo resiliente. Con
un entorno adecuado afectivamente que respalde su socialización, el adolescente
puede rememorar sus experiencias traumáticas y ubicarlas en un relato positivo
de su vida. Los fantasmas quedan conjurados.
LOS TUTORES DE
RESILIENCIA
"Un tutor de resiliencia es
alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca
un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de
un adulto que encuentra al niño y que asume para él el significado de un modelo
de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un
profesional. Un encuentro significativo puede ser suficiente. (…) Muchos niños
comienzan a aprender en el colegio una materia porque les agrada el profesor.
Pero cuando, veinte años después, uno le pide al profesor que explique la causa
del éxito de su alumno, el educador se subestima y no sospecha hasta que punto
fue importante para su alumno" (20).
Cuando comienza a contar su vida, Tim
Guénard (21) nos dice que
"cuando se habla de hermosas casas o de coches viejos, siempre se cuenta
bellamente su reconstrucción. Pero cuando se ve a un niño que se agrieta, a un
adulto que se derrumba, la gente se plantea tantas preguntas que ya ni siquiera
se atreve a hacer cosas muy simples: mirar con amabilidad, tocar o hacer
compañía".
Fue abandonado por su madre. La única
imagen que le quedó de ella es alejándose, de espaldas, con unas botas blancas.
A él lo dejaba atado a un poste de luz en una ruta. Golpeado por su padre
alcohólico, despreciado por su madrastra y sus hijos que lo confinaban en la
"cucha" del perro a la intemperie. La última golpiza del padre con un
palo y lanzándolo a un sótano lo deja con múltiples fracturas, un ojo reventado
y un oído estallado. Despierta del coma de tres días en un hospital donde pasa
tres años, curándose y volviendo a poder caminar. De un orfanato donde su
aspecto físico no da la medida para que sea adoptado, es entregado, junto con
otros niños, a una "nodriza" que también lo maltrata, previo paso por
un hospicio para enfermos mentales donde lo envía una médica simplemente por
sus antecedentes. Otro médico percibió varios meses después que no era loco.
Termina en un duro correccional donde se lo rotula y estigmatiza como un niño
"descarriado". Se transformó en una persona de riesgo, "echado a
perder" y por lo tanto, "irrecuperable". Esas palabras dirigidas
al niño, renovaban las violencias vividas. Su única esperanza era llegar a
matar al padre, eso lo mantenía con vida.
Fue ladrón, huyó de las instituciones en
que lo internaban y llegó a París. Allí se encontró con dos jóvenes que le
dieron una acogida amistosa, lo ayudaron, pero lo introdujeron un poco más en
el delito: fue "chulo de putas" (les robaban a las prostitutas lo que
ganaban) y "gigoló en Montparnasse" (eran elegidos por mujeres
acaudaladas en un café de moda).
Finalmente se encontró con una jueza
(cumplía su viejo deseo de tener una madre) que lo hizo pasar a su despacho y
empezó a hablar con él, le prestó atención y finalmente le consiguió trabajo en
un taller de escultura. Nadie daba mucho por su duración en el trabajo y a su
profesor principal, que hacía diseño industrial, enojado porque rechazó un
trabajo suyo, le rompió todos los dibujos del año. El profesor paso de largo
del suceso y durante dos años y medio le enseñó geometría, tecnología, dibujo
industrial, etc. Dice Tim: "soñé con tener un padre como él".
El diploma que finalmente obtuvo se lo regaló a la "jueza-madre" que
le dio la posibilidad de lograrlo.
Luego se encontró con un cura que atendía
discapacitados. Se sorprendió al verse querido por esos chicos y se dedicó a su
cuidado. Finalmente, sorprendido al conocer a los "extraterrestres",
el grupo de creyentes que circulaba alrededor del cura, terminó por hacerse
cristiano.
"He aquí el
resumen de todo esto: crecí queriendo matar a mi padre. Pues bien, ahora quiero
a mi padre. Si hoy soy un hombre feliz, con una mujer, cuatro hijos y amigos,
no puedo ser lo que soy sin todo mi pasado. Cuando antes se decía que no era
nada, sentía vergüenza. Cuando voy a la cárcel a visitar a los prisioneros, con
frecuencia me dicen lo mismo: que se sienten "torcidos" –no es grave:
imagínense que tuviéramos que arrancar de cuajo, en la Tierra entera, todo lo
que esté torcido; dejaríamos de tener vino, aceite de oliva, frutas. Para las
cosas torcidas se pone un tutor para que puedan dar frutos-; que se sienten
"podridos" – fíjate, una manzana podrida, la tiras y quedan las
pepitas. ¿Y que hay después de las pepitas? Un nuevo árbol que crece, y del
árbol nuevo, nuevos frutos". Tim
Guenard con esos antecedentes que pronosticaban un destino funesto para su
vida, llegó a encontrar los tutores de resiliencia necesarios para terminar
siendo coautor de Boris Cyrulnik, entre otros, de "El realismo de la
esperanza".
EL MOMENTO DE LA
RESILIENCIA
Cuando se habla de resiliencia se plantea
de inmediato su aplicación en el plano social, de salud o educativo a las
poblaciones más desfavorecidas por una sociedad que genera pobreza, inequidad,
exclusión, delincuencia, enfermedades de todo tipo. Pero entonces surge la
sospecha. El fomento de la resiliencia en las poblaciones cadenciadas, ¿no es
funcional al sistema de injusticia social que predomina?, ¿no es un parche que
hace olvidar la necesidad las estructuras sociales que generan la injusticia?,
¿no estamos postergando indefinidamente su solución?, ¿se trata sólo de
modificar al yo del sufriente, dejando intactos los discursos legitimadores de
estructuras de poder que siguen generando injusticia, maltrato e infelicidad?
Nada más lejos del pensamiento de muchos
de quienes trabajamos con el concepto de resiliencia. Precisamente Boris
Cyrulnik ha marcado con mucha precisión la ubicación de la resiliencia entre
los diferentes quehaceres de una sociedad y lo dice así: "Cuando un niño sea expulsado
de su hogar como consecuencia de un trastorno familiar, cuando se le coloque en
una institución totalitaria, cuando la violencia del estado se extienda por
todo el planeta, cuando los encargados de asistirle lo maltraten, cuando cada
sufrimiento proceda de otro sufrimiento, como una catarata, será conveniente
actuar sobre todas y cada una de las fases de la catástrofe: habrá un momento
político para luchar contra esos crímenes, un momento filosófico para criticar
las teorías que preparan esos crímenes, un momento técnico para reparar las
heridas y un momento resiliente para retomar el curso de la existencia" (22).
(*) El Dr.
Cyrulnik es psiquiatra
etólogo. Director de Estudios en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de
Toulon.
(**) Aldo C. Melillo es médico,
psicoanalista, ex secretario de Salud y Medio Ambiente de la Ciudad de Buenos
Aires, miembro del Foro Psicoanalítico de Buenos Aires y profesor de la Escuela
Argentina de Psicoterapia para Graduados. Consejero académico del máster en
Psicoanálisis de la Escuela de Psicoterapia para Graduados y de la Universidad
Nacional de La Matanza. Autor y compilador de Resiliencia.
Descubriendo las propias fortalezas y de diversos trabajos psicoanalíticos.
La visita de Boris Cyrulnik está organizada por la Lic. Elida Romano, miembro fundadora de la Asociación Parisina de
Investigación y Trabajo con las Familias (A.P.R.T.F.) de París, Francia y por la Lic .Juana Droeven,
Directora de la Fundación para la Investigación Clínica Familiar (F.F.) de
Buenos Aires, Argentina, asociadas
para invitar al Dr. Cyrulnik a Buenos Aires. Acompañan al Dr. Cyrulnik en el Encuentro
Internacional, los siguientes
invitados: Jorge Basile, Emilio Boggiano, Bernardo Chomski, Silvia Crescini,
Elina Dabas, Juana Droeven, Lucila Edelman, Roberto Ferro, Emiliano Galende,
Silvia Gomel, Estrella Joselevich, Luis Juri, Marta López Gil, Denise
Najmanovich, Aldo Melillo, Isabel Mikulic, Cristina Ravazzola, Cynthia Szevach,
Nieves Tapia, Graciela Zarebski, Rubén Zukerfeld.
(1) www.muyinteresante.es/canales/muy_act/entrevi/entrevis29
(2) y (4) http://elmundolibro.elmundo.es/elmundolibro/2003/10/01/no_ficcion
(3) En Resiliencia
– Descubriendo las propias fortalezas, Aldo Melillo y Néstor Suárez Ojeda
(comp.), Buenos Aires, Paidós, 2001, Pág. 83 y sig.
(5) Cyrulnik, Boris, La
maravilla del dolor ,
Barcelona Granica, 2001
(6) Birbring,
Edward, "The conception of the repetition compulsion", Psycoanalitic Quaterly, vol
XII, N° 4, 1943.
(7) y (22) Cyrulnik, Boris, Los
patitos feos, Barcelona,
Gedisa, 2002.( páginas 26 y 215).
(8) Gampel, Yolanda, "El dolor de lo social", Psicoanálisis, Asociación Psicoanalítica de
Buenos Aires, Vol. XXIV, N° 1 y 2.
(9) Cyrulnik, Boris, La
maravilla del dolor, Barcelona,
Granica, 2001.
(10) Melillo, Aldo, "Realidad social, psicoanálisis y
resiliencia", en Resiliencia
y subjetividad, Melillo A.,
Suárez Ojeda, N. y Rodríguez, D. (comp.), Buenos Aires, Paidós, 2004, pag. 71.
(11) Zuckerfeld, Rubén, "Psicoanálisis actual: tercera
tópica, interdisciplina y contexto social", presentado en el III Congreso
argentina de Psicoanálisis y II Jornada Interdisciplinaria, Córdoba, 1998.
(12) Op. Cit.
(13), (14) y (20) http://resiliencia.cl/opinexp/
(15) Freud, Sigmund, (1914) Introducción al narcisismo, OC, Buenos Aires, Amorrortu, 1976,
Vol. 14.
(16) Op. cit.
(17) Lagache, Daniel, "Psychanalise et structure de la
personnalité, en La
Psychanalise, Vol. 6, 1958.
(18) Cyrulnik, Boris, La
maravilla del dolor, Barcelona,
Granica, 2001, pag. 193.
(19) Cyrulnik, Boris, Del
gesto a la palabra, Barcelona,
Gedisa, 2004, pag. 110.
(21) Guénard, Tim, Más
fuerte que el odio, Barcelona, Gedisa, 2003 y en El realismo de la esperanza –
testimonios de experiencias profesionales en torno a la resiliencia, Barcelona, Gedisa, 2004, "La
encarnación de la resiliencia", página 71.
Autor: Aldo Melillo
http://www.redsistemica.com.ar/melillo.htm
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